
La alcaldesa de Barcelona se estrenó anunciando que se «recorta» el salario a 2.200 euros mensuales, una cuarta parte del salario de su predecesor, y como primera medida de gobierno paralizó 9 desahucios que se iban producir en la ciudad aquel mismo día o al siguiente. La alcaldesa de Madrid acudió a su despacho en metro, como la mayoría de los madrileños, el primer día de trabajo, y ha pedido a sus vecinos que la tuteen. A su vez, el de Valencia acudió la primera mañana al palacio municipal en su bicicleta.
El alcalde de la Coruña brindó a los oyentes de una emisora de radio una declaración en directo de sus hijos pequeños con bronca y destierro al rincón de pensar a la hora del desayuno.
La alcaldesa de Jerez tomó posesión de su cargo con sus dos dedos meñiques de ambos pies en plan provocativo y exhibicionista, por no sé qué problema de maternidad. Asimismo tuvo que intervenir personalmente para paralizar el primer desahucio que se iba a producir el primer día de su mandato.
Es la nueva ola de alcaldes surgidos de las últimas elecciones municipales. Las varas de mando dejan lugar al tuteo, sus Excelencias excelentísimas se bajan de sus dignidades al nivel de convecinos como uno más en su ciudad o su pueblo, los salarios se recortan.
Son los recortes que se aplican donde hasta ahora se habían aplicado recetas de sobresueldos, sueldos en negro, tarjetas black y otras fórmulas que, si no fuera de la ley, rozaban la ilegalidad y estaban fuera de la ética.
Ya los «indignados» de tiempos recientes se lo habían reclamado un tanto irreverentemente: «Que se recorten ellos los…»
De momento, no se han aireado historias como estas de Barcelona, Coruña, Madrid, Valencia o Jerez en nuestra comunidad autónoma de Euskadi. Aquí las alcaldías han sido copadas por los de siempre, y los programas no son demasiado diferentes de los de siempre. PNV y PSE han cerrado filas y se han repartido el pastel de los ayuntamientos, incluso arrebatándole Vitoria-Gasteiz al Partido Popular.
No se sabe de alguien que se haya bajado el sueldo. Los indignados tuvieron también sus movidas en la plaza del Teatro Arriaga y en otras plazas, las protestas por los desahucios se produjeron igual que en otros lugares de la península.
Pero las elecciones municipales que han provocado un tsunami en el resto del Estado aquí han supuesto más bien un reforzamiento de las viejas filosofías y prácticas.
Bienvenidos sean los nuevos aires, y que no sean flor de un día. Porque cuatro años de mandato a veces resultan demasiado largos para mantenerse virgen, y los rebeldes pueden terminar en mártires, o a lo peor en corruptos.
Foto original: TELEPRESS (Diario Vasco)
Están demostrando que era falso aquello de «no se puede». Personalmente lo confirmé con un proyecto de gestión municipal para al Ayuntamiento de Madrid y algún otro proyecto de gestión pública en que me dijeron: «Vas a poder tener cinco personas de confianza». Mi respuesta fue: «Ya confío en el personal que hay y por eso me presento, para quitar a los de confianza». Naturalmente no logré el cargo que pasó a quienes tienen mucha gente que colocar. Yo no tengo amigos en las cuestiones públicas. Un saludo.