La frase, sentimiento puro, la pronunció un pamplonés, de Unión del Pueblo Navarro (UPN), en el Hotel Intercontinental de Madrid al término de la comparecencia de la presidenta del Gobierno de Navarra, Uxue Barkos, en un desayuno informativo de la agencia de noticias Europa Press.
Aunque parecía atractiva la presencia en Madrid de la nueva primera autoridad de la Comunidad foral navarra, la asistencia al acto fue más bien escasa. Algunos políticos navarros, de UPN y PSOE, (Salvador Armendáriz, Amelia Salanueva y Moscoso del Prado…) compartían mantel con los parlamentarios vascos de PNV Aitor Esteban y Pedro María Azpiazu y los de Bildu Larreina Valderrama e Iñarritu García. También, los parlamentarios forales José Luis Mendoza y Koldo Martínez, el Defensor del Pueblo de Navarra, y otros. El resto, empresarios y una prensa no demasiado numerosa que encabezaba la Agencia de Noticias que organizaba el desayuno y en la que abundaban medios vascos y navarros.
En el salón estaba presente la realidad de que Uxue Barkos llegó a la presidencia gracias a los 26 votos de las cuatro formaciones que la apoyan: Podemos; y las coaliciones Geroa Bai (formada por PNV, la asociación Zabaltzen y Atarrabia Taldea), Bildu (integrada por Eusko Alkartasuna y Alternatiba, Araba Bai y Herritarron Garaia y otros independentistas de izquierda) e Izquierda Ezkerra (compuesta por Izquierda Unida de Navarra IUN-NEB y Batzarre).
Por eso, parecía el momento propicio para averiguar cuál es la realidad y el equilibrio de un gobierno que empezó el 23 de julio pasado y que está asentado en lo que ya se ha definido como una verdadera sopa de siglas, todas de izquierdas y con unos afanes a veces anexionistas con el País Vasco, otras independentistas y otras en un proceso de evolución.
La Presidenta, locuaz y con facilidad de palabra, no llevaba preparado un discurso estructurado con el que explicar de una forma ordenada sus propuestas de Gobierno y cómo llevar a cabo las ofertas electorales.
En su lugar, atenta a la mesa principal en la que se asentaba la auctoritas vasca del PNV y Bildu, sustituyó la alocución por un conjunto de frases consistentes que, dichas con suavidad, subordinaban el fin primero que se esperaba para, pareció ser así, satisfacer a una parte de la audiencia:
Este gobierno representa la diversidad de Navarra. Bilingüe en euskera y español. Con acciones para las personas en empleo, educación y sanidad. Colaborando con el resto de España con un Convenio Económico pactado. Ajeno a las demagogias que se establecen sobre “el cupo navarro”, que no hace daño económico al bien común, que si desapareciera no significaría el fin de los problemas de las autonomías; y que no es un anacronismo ni un privilegio insolidario, ya que Navarra cotiza con un 1,6 % del PIB y percibe por sólo el 1,4% del mismo PIB. Este Gobierno del cambio no será sólo para cuatro años.
En eso consistió el discurso de Uxue Barkos, sólo en eso. Ni siquiera un apunte de programa de gobierno, la forma de hacer los equipos con los que realizarlo, los acuerdos entre las coaliciones que sustentan el ejecutivo foral o la forma de llevarlo a cabo. Tampoco la explicación del reparto de cargos; o el retraso en las declaraciones de bienes de los miembros del gobierno, aún desconocidas merced a un subterfugio del que no se habló.
Para entonces, entre las caras de los que la escuchaban desde la mesa principal, había gestos y aspectos para todo: El poema reflejado en alguno, sumido en el temor a alguna manifestación extemporánea o fuera de tenor. La satisfacción parcial no contenida. O alguna decepción más que evidente.
Los presentes prestaron especial atención cuando comenzó el turno de preguntas. Ahí, sí, ante preguntas concretas (aunque blandas), las frases hechas debieron dar paso a respuestas, a veces precisas y otras evasivas, sobre:
- Política penitenciaria: El PP tiene mayoría absoluta, pero debería volver… En cualquier caso, ETA debe desaparecer.
- Dimisión de Arantza Quiroga: Habría que remirar lo que ha propuesto. La aplaudo.
- Euro región para un nuevo país (Euskadi-Navarra) a caballo entre Francia y España: Posible, sería una región asimétrica en cuanto a superficie y población.
- Revisión del Cupo navarro: Dentro de una reforma de la financiación autonómica, es un modelo exportable para otras comunidades autónomas.
- Reforma fiscal en Navarra: Una subida de impuestos a empresas y a las rentas más altas, que beneficia a 460.000 navarros y que hace que 170.000 paguen más para reequilibrar esfuerzos.
- Denuncia a Nuevas Generaciones: Justificada porque usó la libertad de expresión sin respeto llamando a un centro de educación “centro de etarras”.
- Corrección en el nombramiento de Imanol Aramburu: Se le retiró la confianza por su procedencia.
- Expulsión de la Guardia Civil de Navarra: Que la Policía Foral asuma todas las competencias implica un repliegue de fuerzas, no ahora, cuando se pueda.
- Resolución judicial sobre Competencias de tráfico en favor del Estado: Recurrida por el Gobierno navarro.
- Competencias futuras: Sí, a tratar con nuevo gobierno.
- Euskera: Sí, en toda Navarra.
- Ausencia en el desfile del día 12 de octubre: La decisión de no ir se tomó como presidenta de la Comunidad Foral. La medida corresponde al vuelco político en Navarra.
- Balance de los 3 primeros meses: Satisfacción. Cambiar la dinámica de 40 años ya es bastante.
- Cerrar el modelo territorial: No se cerrará nunca.
Al terminar, en el salón, la concurrencia, ajena ya al palabreo de Uxue Barkos, mostraba dos posturas contrapuestas:
Una satisfecha. Era la de los “oyentes vascos vigilantes”, que relajados y hasta contentos, daban y aceptaban parabienes.
Otra, preocupada, hablaba de un teatro de marionetas navarro controlado por hilos euskaldunes. Y soltaba la frase que definía, más que la mañana y el acto, el temor de una parte de los navarros: ¡Perdemos la identidad navarra! ¡Nos subsumen en el País Vasco!