La paciencia se agota. Se termina la capacidad de comprender, de esperar, de callar. Pasa en todos los órdenes de la vida: en la familia, en el trabajo, en tu vecindario… Y pasa en una sociedad, cuando viene siendo zarandeada sistemáticamente desde un gobierno preocupado más en perpetuarse en el poder, que en gestionar las situaciones que le vienen dadas, en beneficio de sus ciudadanos.
Y no, no estoy hablando de Venezuela (que también), ni de Perú, ni de Cuba. Hablo de España, un país miembro de la Unión Europea, de la OTAN, que lleva dieciséis siglos en la historia de un mundo que llegó a liderar a todos los niveles. Una nación que se dotó de una Constitución moderna, en un proceso de Transición ejemplar, para instalarse en una democracia que —como parece que nos ocurre mucho a los españoles— nos ha durado cuarenta años.
Porque hoy, cuando comenzamos 2023, la calidad de la democracia en España es más que defectuosa. Se legisla en el recorte de derechos, la prostitución de las Instituciones fundamentales y la imposición, hasta que lo que no esté prohibido sea obligatorio.
Y a la sociedad española se le ha acabado la paciencia. Y será la sociedad civil española, sin siglas, sin ideologías, la que salga a la calle este sábado, 21 de enero, en Madrid, a intentar hacerle llegar su hartazgo a un gobierno ensimismado en su propia supervivencia, a pesar de estar cinco veces condenado por el Tribunal Constitucional, que ahora quieren manipular de cara a las responsabilidades en que pudiera haber incurrido en su gestión.
Porque mientras el Banco de España ha recortado su previsión de crecimiento de la economía española al 4,5% para este año, 0,9 puntos porcentuales menos que en sus anteriores estimaciones de diciembre (5,4%), y ha elevado la tasa de inflación media para el conjunto del año desde el 3,7% hasta el 7,5%, el Gobierno socialcomunista de Pedro Sánchez crea polémicas ficticias a propósito de cualquier cuestión menor.
Porque mientras hay que revisar al alza la tasa de paro media prevista para 2023 y 2024, hasta el 13,2% y el 12,8% (y ello contando con la contabilidad tramposa del Gobierno para que los llamados “fijos discontinuos” no figuren como parados, aunque estén cobrando el subsidio de desempleo), se suben impuestos básicos, teóricamente a las rentas más altas, pero con el resultado de que afectan a un amplio sector, también, de la clase media.
Porque cuando el déficit público de España roza ya el 5%, un agujero para las arcas del Estado de entre 50.000 y 66.529 millones de euros —según datos del FMI, el segundo más alto de las grandes economías europeas para 2025, después de Francia— que acarrea insostenibilidad de la financiación del Estado, subida de la prima de riesgo, mayor vulnerabilidad de la deuda, debilitamiento de nuestros servicios y, rebaja de la calificación crediticia y mayor dependencia del Banco Central de Europa (y ello con el record de recaudación obtenido por el Estado, de más de 90.000 millones de euros), lo que preocupa en el Gobierno es crear un Comité “contra la desinformación de la derecha”, y se lo encarga a mi paisano Santos Cerdán, un “lumbreras” con formación profesional como Técnico en Electrónica Industrial cuya mayor virtud es ser el único que queda de los que acompañaron a Sánchez en su travesía del desierto, tras ser derrocado por los suyos como Secretario General.
Sobran razones para salir a la calle. Nos sobran aún más en mi tierra navarra, desde la que la Asociación Cultural Pompaelo se ha incorporado a los convocantes. Porque Navarra, la más antigua y autónoma de las Comunidades de España, sirve de laboratorio a las políticas de Pedro Sánchez en su blanqueamiento de los herederos de la organización terrorista ETA; es el banco de pruebas para llegar a una remodelación del Estado de las Autonomías que consagra la Constitución, mediante la absorción de Navarra por la vecina Euskadi, que apetece de ella como único cimiento histórico, económico y social en sus afanes independentistas.
Sobran los motivos para gritar contra este Gobierno y contra su presidente. Por eso, el sábado, nos vemos en la calle.