El pasado jueves el presidente de la Autoridad Palestina (AP), Mahmud Abbás, designó al economista Mohammad Mustafa como primer ministro, después de que el anterior, Mohammad Shtayyeh, presentara su dimisión y la de su Gobierno, a instancias del propio Abbás.
De perfil eminentemente técnico, Mustafa aceptó el encargo, “consciente de la fase crítica por la que atraviesa la causa palestina”, a la vez que resaltaba su convicción en la necesidad de un Estado palestino en el que se reagrupen Gaza y Cisjordania.
No pasaron ni veinticuatro horas que Hamás, Yihad Islámica palestina y el Frente de Liberación de Palestina (FPLP) rechazaron este nombramiento, criticando a Abbás por “querer formar un nuevo gobierno sin un verdadero acuerdo nacional, lo que agravará las divisiones interpalestinas”.
El contrataque de la Autoridad Palestina, cuyo principal integrante es el movimiento Al Fatah no se hizo de esperar, acusando a Hamás de “ser el causante de la nueva ocupación israelí de Gaza por haber emprendido su acción del 7 de octubre”. El comunicado marca una ruptura total con Hamás al señalarle como el causante de una ‘nakba’ (catástrofe) todavía más horrible y cruel que la de 1948”, en referencia a la primera guerra israelo-palestina, subsiguiente a la proclamación del Estado de Israel en 1948, guerra que se saldó con la expulsión de sus tierras de unos 760.000 palestinos, en una diáspora que los llevó a asentarse en campos de refugiados en Líbano y Jordania preferentemente. A consecuencia de aquella situación se creó la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina en Oriente Medio (UNRWA), en principio con una duración estimada de seis meses. Lleva funcionando ya 75 años, ahora severamente cuestionada por Israel, que la acusa de “connivencia con el terrorismo de Hamás”.
Las relaciones entre Al Fatah y Hamás se rompieron de hecho en 2007, en que tras muy severos enfrentamientos entre ambos, el segundo se hizo con el dominio prácticamente absoluto de la Franja de Gaza, procediendo a la profundización de sus relaciones con Irán y, como se ha confirmado tras la entrada de las tropas israelíes en Gaza, a la construcción de una auténtica ciudad subterránea, interconectada a través de numerosos túneles, en los que han ido construyendo tanto instalaciones para el lanzamiento de misiles, como recintos para albergar a los principales dirigentes militares. Instalaciones en que han estado recluidos también los 240 rehenes capturados en el ataque terrorista del 7 de octubre, y de los que se calcula aún quedan -vivos o muertos- unos 120.
El nombramiento de Mustafa como primer ministro, así como su previsible gobierno de perfil eminentemente técnico, sigue en realidad la intención de Estados Unidos, expresada tanto por el presidente Biden como por su secretario de Estado, Antony Blinken, de dibujar un escenario de posguerra en el que no quepan los extremismos. Tarea tanto más ardua cuanto que Hamás no ha dado muestras evidentes de modificar su objetivo declarado de borrar al Estado de Israel, aspiración coincidente con la tantas veces reiterada por el Irán de los ayatolás.
En todo caso, mucho tendrá que esforzarse Mohammad Mustafa para cambiar el sentimiento de la opinión pública palestina. De hecho, ésta, que se manifiesta en un 60% a favor de Hamás en el territorio ocupado de Cisjordania, criticaba la “impotencia” de Abbás y la AP con respecto a la enorme destrucción causada en Gaza por la operación desencadenada por las Fuerzas de Defensa de Israel. Una destrucción que, además de los 31.500 muertos y 73.000 heridos, según la contabilidad de Hamás en la Franja, deja ya 23 millones de toneladas de escombros, a que ha quedado reducido el 60% de las infraestructuras y viviendas en Gaza.
Los planes de posguerra de inspiración norteamericana tampoco coinciden con los del actual primer ministro de Israel, Banjamin Netanyahu, quién tras rechazar el último plan de alto al fuego de Hamás, ha reiterado su intención de bombardear Rafah, el último enclave de la Franja, en el que ya se apelotonan hambrientos millón y medio de gazatíes, huidos del norte y centro de Gaza para esquivar los bombardeos israelíes.
De momento, la guerra no está ni mucho menos concluida, y todos los movimientos bélicos, políticos y diplomáticos no logran definir con alguna precisión los contornos del tan ansiado día después.
FOTO: El presidente de la Autoridad Palestina, Mahmoud Abbas | AFP/ADEM ALTAN