Aunque no era su efigie la que apareciera en los carteles electorales, el presidente Recep Tayyip Erdogan es el gran derrotado en las elecciones municipales celebradas en Turquía.
El triunfo incontestable de los socialdemócratas del Partido Republicano del Pueblo (CHP), el partido fundado por Mustafá Kemal Ataturk, ha provocado incluso que Erdogan anuncie que renuncia a presentarse a un nuevo mandato, consciente sin duda de que los vientos favorables que le llevaron a instaurar en el país un régimen profundamente personalista se le han vuelto claramente en contra.
El Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP) no sólo no ha recuperado Estambul y Ankara, sino que también ha perdido decenas de ciudades, que han pasado a ser regidas por los kemalistas del CHP.
Ekrem Imagoglu, alcalde de Estambul, la capital económica del país, recibió un apoyo masivo de los electores, con una mayoría absoluta cosechada de manera aplastante en 26 de los 39 distritos de la gran ciudad a caballo de dos continentes. El AKP se ha visto arrebatar bastiones que consideraba inexpugnables, como Üsküdar, Gaziosmanpasa o Bayrampasa.
Parecida ventaja ha obtenido el CHP en Ankara, Izmir, Bursa y Antalya, lo que supone que domina las cinco mayores aglomeraciones del país. Los islamistas del AKP han visto, pues, reducido su poder municipal al medio rural. Y no en todo él, puesto que amplias zonas cercanas al mar Negro y del centro de Anatolia también le han vuelto la espalda. El caso más significativo es el de Adiyaman, la región duramente castigada por el terremoto de 2013, cuyos trabajos de reconstrucción no han sido juzgados lo suficientemente rápidos y sólidos como para renovar un mandato que caía siempre del lado islamista.
En el conjunto del país, los votos cosechados por el CHP suponen el 37,5%, casi tres puntos por encima del AKP. Su triunfo es tanto más importante cuanto que el partido fundado por Kemal Ataturk hace ya un siglo no sobrepasaba el 25% desde que Erdogan se encaramara a la jefatura del Gobierno antes de convertirse en presidente y modificar la Constitución para asumir poderes ejecutivos.
El líder nacional del CHP, Özgu Özel, aprovechó la noche electoral para lanzar un mensaje al Gobierno de Erdogan: “Los electores han decidido cambiar y poner fin al desequilibrio de poder en nuestro país. El CHP ha obtenido una victoria histórica, cuyo mensaje no puede ser más claro: Queremos que nos devuelvan el Estado de derecho”.
Entre las causas que explican el revés sufrido por Erdogan y el AKP, la principal es sin duda la inflación, que frisa un escalofriante 70%, con una devaluación de la lira del 61%. Diversos analistas locales también atribuyen el retroceso al ascenso del partido Yeniden Refah (YRP), también islamista como el AKP, pero mucho más radical, que en estos comicios ha logrado situarse como cuarta fuerza política, arrebatando incluso dos provincias al AKP.
En el seno del partido de la Justicia y el Desarrollo hay voces que critican el excesivo protagonismo que asumió el presidente Erdogan en la campaña de estas elecciones municipales. Una sobreexposición que le llevó a celebrar hasta cuatro mítines diarios. Por tanto, al intentar convertir los comicios en un plebiscito hacia su persona ahora no puede desprenderse de las consecuencias de los malos resultados.
En todo caso, sería temerario tomar la primera reacción de Erdogan como un juramento inamovible. Basta con mirar al extremo occidental del Mediterráneo para que el presidente turco encuentre un ejemplo contundente de cómo mantenerse en el poder, y aferrarse a él con uñas y dientes aun perdiendo en cascada una ristra de elecciones.
FOTO: El presidente turco y líder del Partido de la Justicia y el Desarrollo (AK), Recep Tayyip Erdogan, junto a su esposa Emine Erdogan, saluda a sus seguidores mientras pronuncia un discurso tras las elecciones municipales turcas, en la sede del AK en Ankara, el 1 de abril de 2024 | Adem ALTAN/AFP