Será la primera vez que México tenga una mujer presidente tras las elecciones del próximo 2 de junio, que ya se consideran los más grandes de la historia del país, y ello porque, además de quién ocupe la más alta magistratura de la República, se elegirán 500 diputados y 128 senadores nacionales; 31 congresos locales y 1.500 ayuntamientos.
Para la cúspide del poder, la pugna la ventilarán dos mujeres: Claudia Sheinbaum, la candidata del actual presidente, Andrés Manuel López Obrador (AMLO), y Xóchtil Gálvez, que lo es del frente opositor. Un tercero en discordia, Jorge Álvarez Máynez, del Movimiento Ciudadano, se encuentra muy lejos de ambas a tenor de los últimos sondeos electorales, en los que Sheinbaum mantiene una ventaja del 12% de los hipotéticos votos sobre la candidata conjunta del histórico Partido Revolucionario Institucional (PRI), el Partido de Acción Nacional (PAN) y el de la Revolución Democrática (PRD).
A juicio de los propios analistas mexicanos, que siguen el día a día de la larga campaña electoral, el país está más polarizado que nunca, situación cuya mayor responsabilidad atribuyen al propio presidente, cuyos maitines se han distinguido a lo largo de todo su mandato por establecer una dialéctica populista de buenos-malos, honrados-ladrones, demócratas-fascistas, periodistas veraces-propagadores de bulos, etc., cuyo resultado más evidente en México, al igual que en muchos otros países, es el antagonismo cada vez más violento y visceral.
Los datos y las cifras son escalofriantes. Por ejemplo, los 184.000 asesinatos y 100.000 desaparecidos, registrados en México en lo que va del mandato de AMLO. El narcoterrorismo es sin duda alguna el mayor causante de tan sanguinaria estadística, tanto que el Comando Norte de EEUU cifra en un 30% la porción del territorio mexicano sobre la que los narcos tienen un control poco menos que absoluto.
Los más críticos con la gestión de AMLO doblan o incluso triplican ese porcentaje, hasta situar al país muy cerca de convertirse en un estado fallido. “Cobrar impuestos y disponer del monopolio de la fuerza ya no son atributos exclusivos del Estado mexicano”, señalan de manera categórica.
Así, pues, la intervención del narcotráfico en el proceso electoral no es desmentida por nadie. Su poder es innegable, y es inocultable que no pocos de los muchos candidatos a las diferentes poltronas lo serán del narco, que así controlarán más aún los resortes del poder local y regional, especialmente los presupuestos, de manera que podrán aumentar y extender su infiltración en todo tipo de negocios, más allá de las drogas.
De las llamadas energías limpias a los cultivos transgénicos, del transporte a la gestión de residuos, el crimen organizado aumenta exponencialmente su poder, que exhibe cada vez con mayor ostentación y arrogancia. En los primeros 67 días de campaña electoral fueron asesinados 30 candidatos, cifra que muestra bien a las claras la violencia desatada de que hace gala esta poderosa delincuencia organizada.
Este clima favorece una campaña electoral casi anodina, en la que no hay mensajes disruptivos que puedan sacudir a un electorado que contempla el gigantesco aumento de la deuda exterior (2 billones de pesos), tanto que parece haber acuerdo general en que la primera decisión que habrá de tomar la nueva presidente será llamar al ministro de Hacienda y preguntarle si hay dinero o crédito para pagar la nómina del mes a los funcionarios.
El sexenio de AMLO se salda con la desaparición de 109 estructuras, fideicomisos y fondos del Estado, entre ellos los de Estabilización y Desastres Naturales. No hay sino telarañas para enfrentar cualquier contingencia, y solo el recurso a una deuda más y más descomunal podría servir de ayuda en tal circunstancia.
Sin embargo, gran parte de esa deuda gigantesca ha sido para un gasto social, que la oposición califica de insostenible en el medio y largo plazo de no proceder a importantes reformas. Desde luego, no se paliará con el crecimiento medio del PIB de estos años, que ha sido del 1,5%, claramente insuficiente.
Sin embargo, los 735.000 millones de pesos destinados a programas sociales, que se han traducido entre otras cosas en una disminución de 5 millones de pobres, y un aumento del 100% del salario mínimo, constituyen una reivindicación de la que la sucesora de AMLO no se podrá sustraer. Claudia Sheinbaum es por tanto la favorita y la que puede asegurar la continuidad de las políticas de AMLO.
Un triunfo de la opositora Gálvez sería sinónimo de inestabilidad. También, de momento, Sheinbaum se muestra como una continuadora sin fisuras de su actual líder, aunque pocos dudan de que más pronto que tarde habrá de sacudirse su tutela, una vez instalada en el Palacio Nacional.
A día de hoy, el Movimiento de Renovación Nacional (MORENA), la formación fundada por AMLO mantiene una alianza con el Partido Verde Ecologista, que muchos consideran no es ni lo uno ni lo otro, y el antiguo maoísta Partido del Trabajo. Está por ver que, después de la salida de López Obrador, esa alianza se mantenga.
De todos modos, una mujer presidente de México significa un cambio de cultura evidente, aún cuando 12 de los 32 estados mexicanos están gobernados actualmente por mujeres.
Unas y otros, todos en México miran hacia el poderoso vecino del norte, cuyas elecciones presidenciales inciden directamente en el presente y futuro del país, y cuyas relaciones bilaterales tienen actualmente su mayor punto de cooperación o divergencia en la descomunal ola migratoria latinoamericana hacia Estados Unidos, tras sufrir mil y una penalidades antes de pasar el río Grande.