Qué Rusia y qué Ucrania querremos después de la guerra

Pedro González
Por
— P U B L I C I D A D —

Ni una Rusia fragmentada y caótica ni una Ucrania derrotada y absorbida por el imperialismo ruso. Al menos para los europeos, integrados tanto en la Unión Europea como en la OTAN, tal es el escenario que consideran menos malo para la posguerra. Un tiempo que aún se ignora cuándo llegará, habida cuenta del nivel de incertidumbre que deparan tanto la resolución de la pugna directa entre ambos países como los intereses que proyectan sobre el conflicto multitud de actores, que ambicionan recolocarse en el nuevo orden mundial que ya se está fraguando. 

En líneas generales ésta es la principal conclusión que ha planeado en los intensos debates del XXXV Seminario Internacional de Seguridad y Defensa que, organizado una vez más por la Asociación de Periodistas Europeos, ha reunido en Toledo a un centenar de militares y civiles europeos y americanos para diseccionar el nervio de la guerra y explicar cómo puede actuar el músculo de la paz. 

No hay dudas en el diagnóstico: la guerra de Ucrania está cambiando el mundo, empezando por la sacudida que ha supuesto a las nuevas generaciones del Viejo Continente, que habían llegado a convencerse de la imposibilidad de que hubiera una nueva conflagración en suelo europeo, y que las guerras eran esos conflictos que suceden en latitudes lejanas, y a las que solo se presta atención cuando sus trágicas consecuencias en forma de aluviones de refugiados arriban con sus penalidades a cuestas a los umbrales del territorio de la Unión.

XXXV Seminario Internacional de Seguridad y Defensa

Las disquisiciones de salón han dejado paso a la realidad del terror que infunde el vecino que se salta las normas. Por eso, Finlandia y Suecia han trocado su supuestamente inalterable y exquisita neutralidad en aporrear la puerta de entrada en la OTAN, buscando la protección del conjunto de sus miembros. Asimismo, los países europeos del Este, con Polonia y los bálticos a la cabeza, recuerdan al resto de sus socios la displicencia con que acogían sus reiteradas advertencias sobre la pulsión imperialista de Rusia. Exhiben superioridad moral y han hecho virar de posición a Francia y Alemania, y ahora exigen que se les tenga más en cuenta a la hora de diseñar la arquitectura europea. 

A partir de ahí, unanimidad en considerar que hay un agresor y un agredido, y que no podrá alcanzarse una paz negociada justa si se omitiera quién desencadenó la bronca. Esa reemergencia del imperialismo ruso, consecuencia lógica de un nacionalismo exacerbado, ha acelerado el cierre de filas en la UE y la OTAN, y por supuesto el nacionalismo de la invadida Ucrania, convertida en la punta de lanza en la defensa de los valores que dice enarbolar y defender Occidente. 

La guerra está cambiando también la fisonomía de las fuerzas armadas en todos los países. El material bélico, cada vez más sofisticado, que se está facilitando a los ucranianos, sale de los depósitos de los ejércitos nacionales, que a su vez piden a Estados Unidos que no les deje inermes y les reponga lo cedido con ingenios de nueva generación. Washington es sin duda uno de los ganadores de esta guerra, y han hecho recapacitar a los europeos en que carecen de una industria colectiva de Defensa. Pensada ésta para tiempos de paz, en los proyectos industriales militares de la UE la burocracia se impone a la urgencia. 

Pedro González, Carmen Chamorro, Marta González y Javier Fernández Arribas

Si Europa quiere ser un actor de primer nivel en la posguerra deberá acelerar sus planes industriales, en los que los codazos están a la orden del día; ahí está el plantón de la ministra de Defensa española a una reunión de la OTAN con una treintena de empresas, entre las que ninguna española había sido invitada. Trato tanto más injusto cuanto que “España tendrá en dos años los satélites más avanzados de Europa”, palabra de Miguel Ángel Panduro, CEO de Hispasat. 

La preocupación española, que también debe ser la de toda la UE, también está en lo que pueda ocurrir en el Sahel, en donde es previsible que la presión de las guerrillas yihadistas, ayudadas por los mercenarios del Kremlin, conviertan en fallidos a los Estados de la región, con las consiguientes amenazas y presiones sobre el Magreb. Habrá que resolver primero lo de Ucrania y después atender al flanco sur. España exige reciprocidad en la ayudade sus socios a este respecto. 

No interesa por ello que el desenlace del conflicto derive en una Rusia fragmentada y caótica. Con un país derrotado y exhausto, pero con instituciones y líderes que las encarnen se puede negociar. No así con territorios sumidos en el caos, donde no se sabe quién manda y es imposible establecer algún acuerdo útil. Rusia tendrá que dirimir internamente sus diferencias, quizá su gran crisis, tal vez derrocando a Putin, el iniciador de la guerra, hoy convertido en aliado menor de China, también gran ganador en este conflicto. 

Mientras Ucrania es devastada, China ha comprado literalmente la mayor parte de las minas de América Latina y África que producen los materiales raros, esos que son imprescindibles para que funcionen desde los ordenadores a los teléfonos móviles. De seguir así, en 2050 serán los amos absolutos del mercado. 

Ucrania, por boca de su presidente Volodimir Zelenski, quiere por su parte recuperar todo lo que Rusia le ha arrebatado desde 2014. Cree estar en condiciones de conseguirlo y no renuncia a infligir una severa derrota militar a Rusia. No lo tendrá fácil. Crimea puede ser innegociable para Moscú, e incluso convertirla en caso de perderla en pretexto para disparar sus armas nucleares tácticas. Desde luego, la OTAN no abrirá la puerta para que pueda entrar Ucrania, sería la declaración de guerra de la Alianza a Rusia al aplicarse automáticamente entonces el artículo 5 de la misma. Por el contrario, sí podrá facilitársele el acortamiento de los plazos para entrar en la UE, siempre y cuando cumpla con los requisitos del acervo comunitario. Entre los más urgentes, la erradicación de la corrupción. Bruselas tendrá que vigilar muy de cerca el manejo del dinero que ya fluye, pero que lo hará aún mucho más cuando puedan ponerse en marcha los proyectos de reconstrucción del país. Un maná que inicialmente puede situarse en los 300.000 millones de euros. Y no hay que olvidar que el héroe que hoy es Zelenski llegó al poder porque los ucranianos estaban muy pero que muy hartos de la corrupción rampante que asolaba a todo el país.

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