Putin, la consumación totalitaria

Putin
Pedro González
Por
— P U B L I C I D A D —

Serán seis años más de Vladímir Putin como presidente de Rusia, o sea como zar absoluto del más inmenso país de la Tierra, líder único en lo que llevamos de siglo XXI. Que intercambiara con Medvedev el puesto de primer ministro entre 2008 y 2012 no altera el producto, que es simplemente poseer el poder máximo en una superpotencia venida a menos, pero cuyos 140 millones de rusos aspiran, Putin mediante, a recuperar su sitio e influencia en los destinos del mundo.

El renovado por cuarta vez, y de manera aplastante, presidente ruso no ha caído en lo que Jean-François Revel denominó “la tentación totalitaria”. Quien ostenta el poder en Rusia consuma un ejercicio totalitario del mismo de manera natural. La democracia liberal nunca se instaló en el país, y el intento de instaurarla tras el desmoronamiento de la Unión Soviética se saldó con la proliferación de las mafias y la rapiña por estas de las empresas y riquezas que fueran propiedad del Estado.

A Putin, pues, le ha bastado una vez más con azuzar la nostalgia de pasadas grandezas, erguirse como el “padrecito” protector de un país y sus gentes humilladas por Occidente, y enarbolar la pulsión nacionalista para alzarse con el 76% de los votos. Cierto es que todo estaba controlado, de forma que el único rival de envergadura que podría oponérsele, Alexéi Navalni, había sido vetado para concurrir a las elecciones a causa de una condena por fraude.

Si el Kremlin y el devenir del país se lo permiten, Navalni podría encarnar una vía de cambio en Rusia en el futuro. Pero, eso desde luego no será para mañana, e incluso es bastante improbable que suceda en 2024, cuando Putin concluirá el nuevo mandato que ahora comienza. La actual Constitución rusa le impide presentarse a una nueva elección consecutiva, pero los aires que se respiran en su vecindad asiática y sudeuropea (China y Turquía principalmente) tal vez le convenzan de que su liderazgo es tan imprescindible al menos como el del chino Xi Jinping, y baste entonces con una mínima reforma de la Constitución, por aclamación obviamente.

Debilitar a la Unión Europea

Vladímir Putin tiene en común con su homólogo norteamericano, Donald Trump, el deseo de ver debilitada la Unión Europea. Esta no puede avalar la legitimidad de la anexión en 2014 de Crimea (“retorno a la madre Rusia” lo llama el Kremlin) ni la escisión de Ucrania de sus regiones orientales. Tal es la causa de las sanciones impuestas a Rusia, contestadas por ésta con las correspondientes medidas equivalentes, que por ejemplo a España le ha supuesto una merma considerable en sus exportaciones agroalimentarias.

La jefa de la acción exterior europea, Federica Mogherini, insiste en que no es posible el levantamiento siquiera parcial de las sanciones, postura que respaldan fuertemente los miembros de la UE cuyas fronteras tocan directamente con Rusia: Polonia y los países bálticos. Más aún, el ministro polaco de Exteriores, Konrad Szymanski, ha pedido a Alemania que cancele la construcción del gasoducto Nord Stream 2, a través del cual y sobre el lecho del Mar Báltico, el gas ruso llegaría para calentar los hogares de Alemania y de toda Centroeuropa.

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1 Comentario

  1. He leído el artículo completo y felicito al autor por su análisis. Parece que los «imperios» de antes, tienen que empezar a reciclarse internamente. Es lo que se supone pretende Trump en EE.UU. Un saludo.

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