«Ostalgia»

ostgalgia
Carlos Miranda
Por
— P U B L I C I D A D —

En las recientes elecciones regionales alemanas en Turingia y Sajonia los extremos políticos se han llevado buena parte de la tarta, sobre todo Alternativa para Alemania (AfD), extrema derecha, con 33% y 30,5% de los votos respectivamente, venciendo en Turingia. En cambio, en Sajonia ganaron por muy poco los socialcristianos de la CDU. El socialdemócrata SPD, por los suelos. Con la nata aún en los labios quedan las elecciones de Brandemburgo el 22 de septiembre.

También obtuvo un buen resultado la extrema izquierda de la atractiva Sahra Wagenknecht, xenófobos ella y su partido (BSE), que lleva de un modo narcisista su propio nombre y apellido, siendo asimismo favorables a Putin. Todo un ideario progresista.

Alemania del Este parece otra Alemania, diferente tras 34 años desde la unificación de sus dos mitades al año de la caída en 1989 del infame Muro de Berlín construido para impedir que pasaran al oeste los alemanes que querían vivir en libertad y no bajo la batuta comunista.

Resentirán quizás que la voz cantante la lleven las ideas defendidas en la Alemania occidental tras la Segunda Guerra Mundial, alejadas de las de Hitler y Stalin, liberticidas, injustas y asesinas que prevalecieron hasta 1945, unas, en toda Alemania y, las otras, en el Este alemán, del 45 al 89. Los alemanes del Oeste tuvieron una taza dictatorial, los del Este, dos seguidas. Algún poso dejaría la doble ración ya que sienten ahora nostalgia por ambas. “Ostalgia” dicen algunos recordando la vieja política de la socialdemocracia alemana de Willy Brand y Egon Bahr, la “Ostpolitik”, de acercamiento al comunismo del Este (Ost).

Lo mismo ocurre en Francia tras las generales de finales de junio y principios de julio. Prevalecieron la extrema izquierda y la extrema derecha. Un frente popular controlado por un podemita a la gala, Mélenchon con su Francia Insumisa, que aúna asimismo en el frente a comunistas y verdes junto a un muy disminuido partido socialista desnortado, y, asimismo, la extrema derecha de Le Pen, contraria a la Unión Europea y a los inmigrantes, que llegan como aquí, incontrolados, siendo asimismo islamófoba y favorable a Putin. Todo va junto: el amor a Putin y el odio a los inmigrantes, sobre todo a los islámicos que se integran mal en nuestras sociedades laicas de origen judeocristiano.

¿Volveremos al periodo histórico que va en Europa del siglo VIII a la Primera Guerra Mundial? Con varios hitos: el desembarco musulmán en la Hispania visigoda, la caída de Constantinopla a manos turcas, Lepanto y la disolución en 1918 del Imperio Otomano sin olvidar la reconquista de Granada y los dos asedios turcos de Viena. Otros tiempos con enseñanzas que no debiéramos olvidar, incluso las de convivencia.

Ahora Macron intenta recomponer los platos rotos también por él con su sorpresiva/sorprendente convocatoria adelantada de elecciones, nombrando a un primer ministro de centro derecha o centro izquierda para que haga de equilibrista circense al menos durante un año si no puede aguantar con sus malabarismos hasta 2027 cuando tocará una elección presidencial a la que ya no podrá presentarse el niño prodigio de Amiens.

No hay cosa más lamentable que los que añoran la falta de libertad del pasado, reivindicando unos a los nazifascistas y otros a los comunistas como en Alemania del Este y Francia. En España los hay que admiran a Maduro en Venezuela, a Ortega en Nicaragua y a los herederos de los Castro en Cuba o recuerdan con cariño los “buenos tiempos” de Franco. En todos esos “paraísos” te dicen lo que hay que hacer y Santas Pascuas. Luego, a tumbarse bajo un árbol con la tortilla.

Vivir en democracia es difícil y conviene no engañarse: la economía de mercado, con sus defectos e injusticias que luego hay que corregir con, mejor, socialdemocracia y/o socialcristianismo, funciona eficientemente, no como las teledirigidas desde la nomenclatura del poder (que vive como Dios) como la soviética que colapsó por ineficaz. Muchos europeos se adhieren también a un oxidado antiamericanismo por diversas razones, entre otras por complejo de inferioridad. Se merecen a Trump.

No estamos a resguardo de nada. Zapatero, ante cierto desconcierto ciudadano, mantiene silencio acerca de las elecciones venezolanas ganadas por la derecha y el gobierno sigue pidiendo las verdaderas actas electorales. Se le podría exigir en este caso más liderazgo democrático en España, Europa y América.

El País ofrecía esta semana unos sondeos que evidencian que los partidarios de un sistema autoritario crecen. Los descontentos piensan que en nuestra democracia nadie les representa y este sentimiento, justificado, es inquietante en una juventud llamada a suceder a los Sánchez, Feijóo, Abascal, Iglesias, Yolanda, Alvise, Puigdemont, Junqueras, Ortuzar, Otegui y otros más. ¡Menudo zoológico! Andémonos con cuidado los jubilados … ¿Los demás? ¡Ojo al diluvio que lo arrasa todo!

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