El mismo día en que se cumplían cien años de la Resolución de San Remo, el primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahu, emplazaba al presidente norteamericano Donald Trump a que respalde la anexión de Cisjordania y la totalidad del valle del Jordán. El coronavirus impidió que sus declaraciones las hiciera en la ciudad-balneario italiana, en la que en 1920 los vencedores de la I Guerra Mundial pusieron a Palestina bajo el mandato de Reino Unido, y en cuya resolución se reconocía por primera vez al pueblo judío el derecho a establecer allí su hogar nacional.
El líder de los conservadores del Likud firmaba también este mismo lunes el acuerdo para el Gobierno de coalición con su ex encarnizado adversario Benny Gantz, en el que no solo se especifica la alternancia en el sillón de primer ministro dentro de dieciocho meses, sino también el derecho de Netanyahu a presentar al Parlamento a partir del 1 de julio próximo los proyectos de ley para la anexión de “partes de Cisjordania”. Es, pues, Netanyahu el que tendrá la potestad de decidir cuándo y de qué modo inicia ese proceso, así como la manera en que se desarrolle en vista de su presunta consumación definitiva. Al conminar a Trump a que lo respalde, el líder israelí aumenta la presión sobre el inquilino de la Casa Blanca, al forzarle a que se pronuncie cuando la carrera hacia las elecciones del 3 de noviembre estará entonces en su apogeo.
La anexión de esas partes de la Cisjordania ocupada corresponden primordialmente a los numerosos asentamientos judíos que se han disparado durante los sucesivos Gobiernos de Netanyahu, con diferentes periodos de estancamiento mientras Barack Obama ocupaba la Casa Blanca, pero reiniciados con fuerza apenas le sucediera Donald Trump. La posibilidad de que este no sea reelegido espolea las prisas de Netanyahu por consumar su legado histórico como el dirigente que consolidó la soberanía de Israel sobre Cisjordania, como ya lo ha hecho sobre los Altos del Golán, arrebatados a Siria en 1967. Que Reino Unido, Francia y Alemania reiteraran su oposición a la anexión de Cisjordania no la impedirán si Trump la termina respaldando.
Reemergen y cobran fuerza los argumentos más conservadores, según los cuales la Resolución de San Remo reconocía el derecho del pueblo judío a asentarse en cualquier parte de la Palestina histórica, y que el mandato concedido a Reino Unido en 1920 incluiría tanto Cisjordania como la Franja de Gaza. Los activistas de la anexión lo consideran base jurídica suficiente para incorporarla al Estado judío. Aprovechar las oportunidades de la pandemia
La cuestión de Cisjordania pasará seguramente al primer plano de las prioridades, una vez despejada la incertidumbre política de que Israel hubiera tenido que acudir a las urnas por cuarta vez en un año. La salida del bloqueo ha favorecido sobre todo a Netanyahu, que además puede exhibir una gestión impecable de la pandemia del coronavirus. En el ranking de la consultoría Deep Knowledge Group Israel encabeza la clasificación de los 40 países más seguros del mundo, por delante de Alemania, Corea del Sur y Australia (España no aparece), como los que mejor gestionan esta calamidad universal.
En un ‘briefing’ con diversos responsables de los Ministerios de Asuntos Exteriores, Salud y Economía israelíes, y en el que participó este medio, se confirmó la salida gradual del confinamiento, el progresivo relanzamiento de la economía y el mantenimiento de las medidas de distanciamiento. Paralelamente, Israel intensificará sobre todo su esfuerzo científico y su cooperación con diversos laboratorios internacionales en la búsqueda de la ansiada vacuna y de sus correspondientes tratamientos.
Sin duda alguna, el avance tecnológico experimentará un gran salto con ocasión de esta crisis, donde los responsables israelíes ven una oportunidad de cambios trascendentales con la creación de nuevas necesidades y la aparición de nuevas especialidades, ayer desconocidas y mañana mismo convertidas en una inmensa bolsa de trabajo para la generación a la que le tocará la gran misión de transformar la sociedad.
Ligándolo con la cuestión de Cisjordania, es más que dudoso que el proyecto de Netanyahu consiga un cambio tan trascendental. Aun admitiendo en el debate los argumentos de sus más conspicuos activistas, el siglo transcurrido desde la Conferencia de San Remo parece todavía demasiado corto para que lo acepten así como así los palestinos asentados en la ribera occidental del Jordán.