Negociaciones nucleares

Carlos Miranda
Por
— P U B L I C I D A D —

Apenas tomó posición el 20 de enero, Trump participó telemáticamente el 23 de ese mes en la conferencia de Davos. Aportó entonces algo interesante al señalar que Putin debería estar dispuesto a reducir sus arsenales nucleares “por ser muy caros de mantener”. El magnate lo reduce todo a gastos y beneficios, como con los minerales raros en Ucrania, pero puede interpretarse como una oferta de recuperar negociaciones de desarme nuclear.

Los acuerdos entre Moscú y Washington sobre limitación de fuerzas estratégicas nucleares se evaporaron del todo tras la decisión de Putin en 2023 de abandonar el acuerdo “New START” que hasta entonces gobernaba los niveles del armamento nuclear estratégico de los dos países. En 2019 EEUU y Rusia ya se retiraron del acuerdo de limitación de armamentos nucleares de alcance medio y corto en Europa.

Si Putin aceptase la apertura de Trump, podríamos volver a cierta coexistencia pacífica como la que prevaleció en la etapa final de la Guerra Fría. Por este camino, esperanzador por reductor de armamentos nucleares, se podría recuperar asimismo el desarme convencional en Europa con sus medidas de confianza. Una paz en Ucrania lo haría necesario, pero estas cosas, recordando el pasado, coge tiempo lograrlas, a veces algún que otro año, pero aportan ya un deshielo por el mero hecho de negociarse. También se podría recuperar un acuerdo de vigilancia aérea mutua del tipo “cielos abiertos” sobrevolando los territorios de las partes implicadas.

Sería también una forma de volver al Acta Final de Helsinki de 1975, un decálogo fundamental de la seguridad en Europa firmado entonces por Rusia y ahora violado por Putin. Quedaría mucho por volver a hacer si hay voluntad en Moscú y por parte occidental de recuperar acuerdos de desarme y de medidas de confianza y no conviene, pues, hacerse ilusiones antes de tiempo.

Trump aludió en Davos, y posteriormente, a un desarme nuclear por parte de China. El arsenal nuclear chino se está incrementando, pero es aún bastante inferior al ruso o al americano. Por ello una respuesta previsible es que “ya hablaremos cuando ustedes reduzcan hasta mi nivel” ….    Si la negociación bilateral de reducción de armamento nuclear ruso-americana se ampliase a China, haría falta quizás incluir asimismo los arsenales nucleares británico y francés, también inferiores. Londres y Paris se resistirán argumentando también su disposición a negociar solo cuando los demás hayan reducido hasta sus propios niveles.

Con semejante ampliación de actores haría superficie probablemente la vidriosa cuestión de los arsenales nucleares de facto y no de derecho porque no son parte de Tratado de No Proliferación (TNP),es decir los de India, Pakistán, Corea del Norte e Israel, sin olvidar a Irán que desea disponer de su propia bomba nuclear. Trump ya intentó la vez pasada, sin éxito, negociar con los coreanos y se retiró equivocadamente del acuerdo con Irán para vigilar su producción de uranio enriquecido con vistas a que no produzca el de calidad militar. El desarme nuclear implica, naturalmente, no solo las ojivas (bombas), también los vectores, es decir misiles, aviones y armamento en submarinos.

Sería novedoso superar la bilateralidad en esta materia. Los cálculos para llegar a “equilibrios” que no anulen la disuasión nuclear de cada parte son complejos puesto que hay que poder conservar arsenales estratégicos para posteriores empleos de represalia, pero son más fáciles de realizar bilateral que multilateralmente. Estos cálculos son dignos de sofisticadas partidas de ajedrez, que se juegan a dos normalmente.

Ahora bien, si en Washington, Moscú y Beijing tienen que calcular “a tres bandas” (o más), los cálculos se complican pues puede concebirse que dos se alíen contra el tercero y cada uno debe poder disuadir esa alianza, o que, si una crisis surge entre dos del trío, cada uno debe poder seguir disuadiendo también al tercero. Si a alguien le gusta jugar al tres en raya, que pruebe una de esas variantes consistente en tres tableros superpuestos o un tablero de ajedrez con más de dos jugadores. Lo nuclear a tres, se antoja más complicado y aún más si se suman otros actores.

Para dificultar las cosas, Trump habla también de instalar un escudo antimisiles para el territorio continental estadounidense. Al estilo “Cúpula de Hierro”, como tienen Israel y la OTAN en Europa (contra misiles originados en el Oriente Medio), o desde el espacio como fue el sueño de Reagan. Si un Estado es inmune y los otros vulnerables no hay, aparentemente, equilibrio posible. Con Reagan los EEUU denunciaron el Tratado ABM que prohibía defensas antimisiles salvo para proteger dos lugares. Pero el proyecto “Star Wars” no prosiguió luego con el hundimiento de la Rusia soviética. ¿Podrá Trump reconciliar todas estas dificultades y contradicciones? Una pista surgirá probablemente cuando se materialice un encuentro entre Trump y Putin en el que, sin embargo, Ucrania debería de ser el plato principal.

Los europeos deben realizar también otra reflexión. Quieren y deben constituir una defensa europea (compatible y con la OTAN) y para ello necesitarán también una disuasión nuclear que antes de ser europea será la francesa que París está dispuesta a ofrecer. Nuevos cálculos también pues no es lo mismo proteger solo el hexágono que todos los territorios europeos de la UE y puede que los gastos tengan que compartirse, sobre todo si hay un incremento de los componentes sin olvidar que en nuestro caso igual hay que renunciar a la única condición sobreviviente del referéndum de la OTAN.

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