A muchos observadores les ha sorprendido el elevado número de cayucos que en lo que va de año han llegado a Canarias. Cayucos de morfología náutica clásica, de la de los pequeños pesqueros mauritanos. Solamente en el mes de enero han llegado a Canarias 7.429 migrantes. En solo una semana, por ejemplo, 37 cayucos, convirtiendo en este 2024 al Archipiélago en la principal vía de entrada de las migraciones a Europa (en este mes de enero), superando a Grecia o a Italia. Fundamentalmente son jóvenes malienses, senegaleses y personas de países del Sahel. La práctica totalidad de las embarcaciones ha salido de puntos del litoral mauritano, lo que supone un cambio claro de tendencia respecto al año anterior.
Ya fuera de estas cifras, ayer 1 de febrero, arribaron 7 cayucos con 814 personas. El ritmo de llegadas que estamos viendo reclama movimientos inmediatos, y la situación de los países de nuestro entorno, con un Sahel más convulso que nunca, con el yihadismo en crecimiento, constante salida de refugiados y los países con juntas militares (Mali, Níger y Burkina Faso) abandonando la Comunidad Económica de Estados de África Occidental (CEDEAO) no invita a pensar que las cosas mejoren a corto plazo. Incluso el ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel Albares, anunció recientemente en su comparecencia ante la Comisión de Exteriores del Congreso de los Diputados que trabaja en una readaptación de la política exterior española a los enormes cambios y movimientos geopolíticos que se están produciendo en el continente africano.
La situación migratoria y el reciente Pacto Europeo para las Migraciones (la presidenta de la Comisión Europea, Ursula Von der Leyen fijó ayer jueves las tres grandes prioridades europeas: Ucrania, Inmigración ilegal y competitividad) empujan a que se avance hacia grandes acuerdos de cooperación, desarrollo con los países desde los que parte la migración irregular: Marruecos, Senegal, Túnez, Argelia y Mauritania.
Éste último, Mauritania constituye un socio de referencia para España derivado de su situación estratégica, que le permite el que la califiquemos de ‘aliada clave’ en materia de seguridad y lucha contra el terrorismo. Esto y su proximidad geográfica y afectiva a las Islas Canarias justifican que España y Mauritania hayan adoptado una declaración conjunta conducente a la consolidación de un Tratado de Amistad, Buena Vecindad y Cooperación. En marzo de 2022, Pedro Sánchez y el presidente mauritano se vieron en Madrid para abrir el camino hacia esta relación más intensa.
En el mes de octubre pasado se celebró en Bruselas la puesta en escena del llamado Global Gateway, en el que participaron altos representantes gubernamentales europeos, instituciones financieras y empresas, que ya desde el primer día de esos encuentros se centraron en la energía verde y el hidrógeno. En cierta manera, el Global Gateway de la Unión Europea es la hoja de ruta geopolítica, la estrategia a grandes trazos lanzada por Europa para competir con las grandes potencias globales: China, Rusia, Turquía y los Estados Unidos. Persigue, entre otras cosas, consolidar la posición de Europa como socio prioritario con el continente vecino, en un momento además que desde África se ha producido un evidente retroceso (solo hay que ver el Sahel) de las alianzas tradicionales.
En ese marco del Global Gateway, la presidenta de la Comisión, Ursula Von der Leyen y el presidente mauritano, Mohamed Ould Ghazouani, lanzaron una iniciativa, Team Europe, para apoyar la inversión en la transición energética y la descarbonización de la economía de Mauritania mediante el desarrollo de sus industrias de hidrógeno verde. La señora Von der Leyen afirmó que “con su sol y su viento, Mauritania tiene un enorme potencial de energía renovable. La Unión Europea comparte plenamente el proyecto mauritano de desarrollarse como un centro de hidrógeno verde. El Global Gateway proporciona el marco adecuado para asociaciones en sectores estratégicos como la energía verde”.
Por otro lado, el presidente mauritano afirmaba que “el desarrollo a gran escala del hidrógeno verde puede ser un acelerador del crecimiento económico sostenible en África y Europa”. A Mauritania, de hecho, los medios especializados en el sector energético la llaman de forma habitual ‘el hub global africano del hidrógeno verde’. En su planificación nacional, el país apuesta ya a corto plazo por esta revolución, y quiere que las energías renovables copen el 60% de su mix para el año 2030.
Mauritania ya ha anunciado varios proyectos gigantescos de producción de hidrógeno verde. Uno de ellos, llamado AMAN, es considerado el proyecto de hidrógeno verde más grande del mundo: con una producción energética solar de 12 gigawatios y 18 de eólica, será capaz de producir 1,7 millones de toneladas de hidrógeno verde y 10 millones de toneladas de amoníaco verde.
El impacto para la economía mauritana será enorme, y existe un informe de la consultora McKinsey que dice que solo el desarrollo del proyecto AMAN podría incrementar el Producto Interior Bruto del país en hasta un 50% para 2030 y hasta en un 60% de 2035 en adelante. En términos de creación de empleo, el sector industrial crecerá en empleabilidad un 23% y la tasa nacional de desempleo podría reducirse en un tercio. Y eso, con un solo proyecto.
Otro llamado Nour, con la participación de Alemania, Egipto y Emiratos Árabes y una inversión de 34.000 millones de dólares, prevé una capacidad de 10 gigawatios de electrólisis (el equivalente a cinco centrales nucleares de tamaño grande, para comparar) y capaz de producir 8 millones de toneladas anuales. De ellas, 600.000 toneladas entrarían a Europa a través del Puerto de Rotterdam, que participa del acuerdo.
De acuerdo con informes cualificados, en África hay ya una decena de grandes proyectos de hidrógeno verde en distintas fases de desarrollo, con casi 600 centrales de energía renovable en funcionamiento y otras más de 500 previstas en diferentes planes. Analistas de Standard and Poor’s afirman que «África tiene el potencial de convertirse en un proveedor mundial de energía de bajo coste.
Países europeos, como Alemania, en el marco de su estrategia nacional sobre el hidrógeno, le han llevado a la constitución de asociaciones con países africanos como Namibia, la República Democrática del Congo, Sudáfrica, Angola o Marruecos. Namibia tiene un proyecto de hidrógeno verde muy potente que entrará en producción en 2026. Sudáfrica hace un año anunció planes para los 10 próximos años. Por su parte, Kenia, Marruecos y Nigeria se encuentran en diferentes fases de desarrollo, mientras que Egipto planea tres proyectos públicos y privados de hidrógeno verde con una capacidad total de 300 megawatios tal como se recoge en un memorandum de entendimiento con la empresa alemana Siemens. Con estos datos queremos poner de manifiesto que Europa ya está mirando hacia África y que, en mi opinión, acierta de pleno haciéndolo.
Son innumerables los proyectos que empiezan a estar sobre la mesa, y muchos de ellos implican a Mauritania, un país desértico pero de dimensión gigantesca: 1 millón de kilómetros cuadrados y solo 4,2 millones de habitantes. Para poder entender lo enorme que es su territorio, solo hay que establecer la comparación con nuestro país: España tiene la mitad de superficie (505.000 km2) y más de diez veces su población (48 millones de habitantes).
La Unión Europea y Mauritania comparten muchos intereses comunes, que van desde la transición verde hasta la estabilidad regional y la migración ordenada. Afortunadamente, Europa impulsa una cooperación amplia con Mauritania en tres líneas directrices, en las que España puede y debe estar muy presente: desarrollo humano, transición a una economía verde y azul, y gobernanza.
Y este es el tipo de cooperación valiente, moderna y tecnológica que necesitamos acordar con Mauritania para que, a través de su desarrollo económico y energético, mejoren sus infraestructuras y su gente encuentre empleo.
Las empresas españolas son pioneras en el hidrógeno verde a nivel europeo, y varias son las empresas que han demostrado estar apostando con fuerza por este vector energético. Ahora es el momento de que nuestro sector privado energético aproveche la relación africana y busquer oportunidades más allá del enorme potencial que ya existe dentro de nuestras fronteras.
La manera en que Europa se relaciona con el continente africano está cambiando a pasos agigantados. Lo veíamos a principio de esta semana con el anuncio de la primera ministra italiana, Georgia Meloni, que en el marco de una cumbre con África acompañada de une veintena de jefes de Estado del continente, anunció un plan de desarrollo para África, llamado Plan Mattei, que vincula directamente grandes proyectos energéticos a los acuerdos para frenar la llegada de migrantes. Es tanto una jugada política del partido de Meloni en su gestión de la migración como geopolítica: Italia quiere liberarse definitivamente del gas ruso en dos años. Los italianos conciben este plan como la oportunidad para situarse como el enlace energético entre África y el norte y centro de Europa, tanto ara el gas como para el hidrógeno verde.
Los africanos están, y lo dicen abiertamente, hartos de grandes promesas y anuncios con cantidades financieras millonarias que nunca acaban llegando: las COP climáticas lo atestiguan desde hace muchos años. Hacen falta compromisos con proyectos reales, y que se ejecuten. Desde Canarias estamos en el lugar adecuado para ser parte de esta asociación entre Europa y Mauritania, pero también con otros países africanos, para el desarrollo energético. Nuestra experiencia, desde las universidades o desde los centros tecnológicos, como el ITC o el ITER, son el mejor aval para convertir al Archipiélago en un verdadero hub tecnológico y de innovación energética entre Europa y África.
Ese es el camino, el principal camino (y no apostarlo en exclusividad al control de fronteras) para atajar el fenómeno migratorio. Las bases de la buena relación están puestas. No solo tenemos una tradición histórica de acoger a la comunidad mauritana en Canarias sino que ellos nos corresponden con un enorme cariño. Lo pudimos comprobar personalmente en Casa África hace casi dos años, cuando el presidente mauritano pasó por nuestra sede en una visita al Archipiélago.
El futuro de nuestra adaptación energética, del combate de nuestro planeta contra el cambio climático pasa por adoptar el hidrógeno verde como nuevo vector energético. Es algo que ya he escrito en variados artículos como el que leen hoy y con lo que desde Casa África hemos insistido, no solo a través de escritos dirigidos a nuestro Ministerio de Asuntos Exteriores sino que también en eventos con representantes de países del África Occidental, en sede ministerial. El desarrollo energético será clave para tener una mejor y más estrecha relación con nuestros vecinos africanos.
Una relación basada en la asociación y el beneficio mutuos, de igual a igual. Su desarrollo y mejora económica no son una competencia para los españoles y su sector empresarial, sino una garantía de estabilidad, seguridad y prosperidad, además de una gran oportunidad de negocio. La necesidad de este progreso la podemos constatar a diario a pie de muelle, en la mirada de todos aquellos jóvenes que desembarcan del cayuco, un barco al que nunca subirían si en su tierra hubiese las oportunidades que solo ahora empezamos a imaginar.
Lo he visto personalmente estos últimos días, en varias ocasiones, en muelles como el de Los Cristianos, en Tenerife. Yo le recomendaría a cualquiera de las personas que ocupan cargos públicos en esta tierra que en algún momento dediquen unas horas de su precioso y valioso tiempo a ver, en persona, cómo desembarca un cayuco y la inconmensurable labor que desarrollan voluntarios de Cruz Roja, médicos y personal sanitario, los responsables de Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado y los esforzados tripulantes de las embarcaciones de Salvamento Marítimo.