Cuando uno examina el mapa electoral de EEUU por condados, y observa que casi todo el Estado se pinta de rojo republicano, con pequeñas salvedades rurales, y el azul demócrata recae en las grandes ciudades, comprende, que EEUU está dividido electoralmente en dos, los habitantes de las grandes urbes y los que viven en el mundo rural. Es un mapa habitual el Estado de Nueva York de considerable extensión, alcanza hasta el Niágara, es republicano en el interior rural y absolutamente demócrata en la ciudad de su mismo nombre, llegando más del 80% en algunos distritos.
De esta forma los republicanos ganan los Estados del interior hasta un total de 25 incluido Alaska y los demócratas ganan mayoritariamente ambas costas incluidas las islas Hawái hasta también 25 Estados además de Washington distrito capital y ganan el norte industrial. Hay excepciones en los triunfos republicanos que ganan Estados como Indiana y Ohio, Estados con fuerte componente industrial y con ciudades importantes como Indianápolis, Cleveland o Cincinnati.
También hay algún otro componente ideológico, los republicanos ganan mucho más en el sur y los demócratas en el norte, esto raramente se da la vuelta, salvo cuando el sureño Jimmy Carter ganó para los demócratas en 1976, o el ex gobernador de Arkansas Bill Clinton ganó en 1992.
Pero lo cierto es que además de las diferencias norte / sur y mundo rural / grandes ciudades, la gran división que ha existido en los ciudadanos ha sido los que defendían el “América primero” de Trump y los defensores de EEUU liderando la “Globalización”.
Trump con su priorización de América ha ayudado más al mundo rural, imponiendo aranceles a productos agrícolas y defendiendo los productos autóctonos. También atrajo en su día el cinturón industrial del norte, sobre todo el sector llamado del “óxido”, donde incluye la industria del automóvil, el ejemplo de Detroit es el más claro, la ciudad en quiebra votó en 2016 por Trump ante sus promesas de fabricación en EEUU de los automóviles, en el 2020 se le creyó menos. La filosofía de Trump era mucho más populista, la tenencia de armas cuadra mejor con el mundo rural, y sobre todo, hacer a América grande de nuevo, porque siendo la potencia nº 1 del mundo, va a dar trabajo fuera de sus fronteras y no en el Estado.
En el otro lado los demócratas defienden la globalización, que también defendieron los republicanos Bush, tanto padre como hijo, nacidos ambos del establishment, ellos pretenden liderar el mundo global, con unas políticas de colaboración con los atlantistas y muy abiertos a Asia.
Lo cierto es que el “Primero América” era más electoral que la globalización, y por ello antes de la pandemia las encuestas estaban del lado de Trump, que además había mejorado la economía. Pero la Pandemia destrozó la Economía, además el miedo y la muerte al virus conllevó a creer en una mala gestión de la mencionada pandemia, mala gestión que se aireó en los medios de comunicación, propiedad del llamado establishment.
El establishment apostó por Biden que proviene del mismo Ente y que defendía sus ideales de globalización, frente al “malvado Trump” que es un “no Bilderberg” contrario a la globalización, que defienden grandes intereses económicos mundiales, su apuesta la llevó al máximo en la gestión del Covid-19 que la aireó de mal manera, que la convirtió en el eje de la campaña, y con resultado efectivo, aunque por tan escaso margen.
Ahora Biden necesitará apaciguar la polarización existente, reconducir la política que no debe ser únicamente de globalización, sino que debe tender puentes a los defensores de “Primero América”, crisis como la automovilística de Detroit no deberían darse en EEUU, y la dirección de la cogobernanza mundial, no debe marginar al bienestar de su propia Nación, ojala se consiga tanto en la política interna de EEUU, como en la totalidad de su política exterior, que en Europa estamos añorando, necesitamos un giro hacia el Atlantismo.