Soy consciente de que los ojos del mundo miran esta semana hacia la República Democrática del Congo, pero por proximidad e importancia creo fundamental contarles hoy que este pasado martes, 28 de enero, los tres países del Sahel que están gobernados por juntas militares tras la sucesión de golpes de Estado (Mali, Níger y Burkina Faso) formalizaron conjuntamente su salida de la Comunidad Económica de Estados de África Occidental, conocida como CEDEAO.
No está de más recordar que la CEDEAO es, quizás, el bloque político regional con mayor peso e importancia del continente. O, al menos, lo era hasta ahora. Fue establecido en 1975 con el objetivo principal de promover la integración económica entre sus 14 Estados miembro (Níger, Mali, Senegal, Guinea, Guinea-Bissau, Sierra Leona, Nigeria, Benín, Togo, Ghana, Costa de Marfil, Liberia, Gambia y Burkina Faso), sumando los 15 un año más tarde con la incorporación de Cabo Verde. Este año, 2025, la organización cumple 50 años, pero es obvio que este aniversario, que debería ser feliz, es un tanto amargo al quebrarse por la salida de los tres países una clara crisis de legitimidad. Ya Mauritania, por otros motivos, se salió en el año 2000, por lo que ahora quedan once.
A lo largo de su existencia, la CEDEAO ha buscado crear un espacio de libre comercio y movilidad para personas y bienes, impulsando el desarrollo de la región. Además de los aspectos económicos, la CEDEAO también ha trabajado en la promoción de la paz, la estabilidad y la buena gobernanza. La CEDEAO es considerada la principal autoridad política y regional en África Occidental, y ha buscado mejorar la integración política y económica en la zona. Desde Casa África y el Gobierno español, las relaciones con esta área económica siempre han sido excelentes, y los contactos con ella siempre han permitido generar proyectos de mutuo interés y satisfacción por ambas partes.
La CEDEAO, como organización regional de países democráticos, condenó e impuso sanciones a los tres países que cambiaron sus regímenes democráticos por Juntas Militares. La respuesta de los tres fue no solo la de fortalecer los lazos entre ellos, sino fomentar una unión que se hizo oficial en septiembre de 2023 con la puesta en marcha de la llamada Asociación de los Estados del Sahel (AES).
Y pocos meses más tarde, el 28 de enero de 2024, los tres países comunicaron a la CEDEAO su salida, que se llevaría a la práctica 12 meses después. Este pasado jueves, miles de personas salieron a las calles de pueblos y ciudades de Mali, Níger y Burkina Faso para festejar lo que ellos consideran una liberación. Esta unión, cuyos miembros han señalado que es el camino hacia una confederación de Estados, ya cuenta hasta con un pasaporte conjunto para los ciudadanos de los tres países y se pretende plasmar de diversas maneras, desde la económica, con el impulso de una moneda común, a la militar, con la creación de un Ejército de cerca de 5.000 soldados con el que esperan alcanzar resultados contra los grupos yihadistas presentes en la zona.
Es importante recordar que, si bien no han sido procesos calcados, los golpes de Estado y la toma de los gobiernos por juntas militares siguió un patrón similar: el Gobierno elegido democráticamente fue derrocado por sus militares, siempre bajo el argumento de haber perdido la batalla contra el yihadismo, de no haber sabido hacer frente a la violencia y, además, de haberse sometido a los dictados de, principalmente, Francia.
Las tropas francesas y europeas que ayudaban en la región a combatir contra Al Qaeda y el Estado Islámico (bajo diversos nombres), han ido saliendo paulatinamente de estos tres países, que han optado en todos los casos por un claro acercamiento a Rusia, evidenciado en una mayor cooperación militar y la alianza, primero con el llamado Grupo Wagner y ahora, ya claramente bajo paraguas estatal ruso, el llamado Africa Corps.
Aquí es fundamental recordar que la región del Sahel se ha convertido en el epicentro mundial del terrorismo, superando incluso Oriente Medio en número de muertes relacionadas con él. Los tres países de la AES acumulan la mitad de las muertes por terrorismo a nivel global: solo entre enero y agosto de 2024, se contabilizaron más de 673 ataques armados en Malí, Burkina Faso y Níger, producto de enfrentamientos entre las fuerzas de seguridad estatales y diversos grupos armados.
La violencia, además, ha provocado el desplazamiento de miles de personas. En febrero de 2024, se registraron más de 3 millones de individuos desplazados, incluyendo a personas desplazadas internas y refugiados. La mayoría de estos desplazados se encontraban en Burkina Faso, seguido por Malí, Níger y Mauritania. Y en este punto es donde es inevitable encontrar la conexión migratoria de la llamada Ruta Canaria: Según el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), el campo de refugiados de M’bera, en Mauritania, alberga actualmente cerca de 100.000 refugiados malienses, y además se estima que hay más de 80.000 personas más por fuera de los campamentos oficiales en diversas comunidades fronterizas de Mauritania.
La salida de estos tres países y su constitución como bloque regional independiente es un hecho al que debemos estar atentos, puesto que no solo tiene efectos desde la perspectiva securitaria, en la manera que se combate a la amenaza yihadista (tanto al grupo vinculado a Al Qaeda como al Estado Islámico) como desde las perspectivas diplomática, política, económica, social e incluso migratoria.
La AES nace en un contexto de crisis política, de seguridad y económica, caracterizado por la contestación popular del orden político establecido. Y a nivel global también aprovecha este momento de tremenda polarización e incertidumbre. Algunos no dudan en apuntar que esto es tendencia en África. Los gobiernos de transición de estos países, liderados por militares, han buscado una mayor autonomía en su defensa colectiva, hablan de panafricanismo, de la aún existencia de cadenas coloniales (la moneda de la región, el franco CFA, controlada por el Banco Central Francés, está en su punto de mira) y reclaman su derecho a buscar nuevos socios internacionales a la vista de que los anteriores, los que provenían de la herencia colonial, no lograron avances para mejorar la calidad de vida de sus poblaciones.
Recordemos que Mali, Níger y Burkina son países de una extensión enorme: tienen una superficie combinada de aproximadamente 2,78 millones de kilómetros cuadrados y una población estimada de 71,5 millones de habitantes. El territorio de la AES abarca casi el 60% del territorio total de la CEDEAO. Para hacernos una idea de lo grande que es ese territorio, Mali, Níger y Burkina Faso juntas equivalen a la extensión de España, Francia, Alemania, Italia, Grecia, Portugal, Croacia, Bosnia, Albania, Macedonia del Norte, Eslovenia y Montenegro.
Y además de extenso, es un territorio con una enorme riqueza en materias primas. Solo unos ejemplos: Un país como Burkina Faso es el décimotercer productor de oro del mundo (se calcula un valor de 6.000 millones de dólares al año). Níger es conocido a nivel mundial por su uranio y Mali, además del oro, es rica en fosfatos, uranio y bauxita. Eso convierte a estos países en un punto clave de la geopolítica global, y explica también la presencia e interés ruso, chino, turco y de los países del Golfo Pérsico.
Así que no tengan duda de que toda esta inestabilidad que vive la región tiene mucho que ver con sus riquezas minerales, de la misma manera que todo lo que está pasando en el este del Congo, en la zona del Kivu, tiene que ver con el coltán, el tántalo, el cobre… la implacable geopolítica y los intereses de un mundo cada vez más complejo. Los problemas del Sahel, y esto ya me lo habrán leído muchas veces en otros artículos, nos impactan más porque suceden a pocos kilómetros de nuestras costas, en lo que viene a ser nuestro patio trasero, nuestro flanco sur. Y todo lo que suceda aquí tiene consecuencias para nuestro día a día.