El estudio de las cifras, los datos, nos permite entender la evolución de un fenómeno o acontecimiento. En el caso del Sahel occidental, esta enorme área de cinco países (Mauritania, Mali, Níger, Chad y Burkina Faso), las cifras de violencia yihadista no son nada buenas. Son, de hecho, muy preocupantes. Las dos organizaciones que dominan (e incluso pelean por algunos territorios), JNIM (el grupo proveniente de la alianza de varias formaciones afines a Al Qaeda) y el Estado Islámico (ISWAP) han mantenido en el inicio de 2021 un altísimo ritmo de actividad (245 atentados en el primer trimestre). De seguir así, el presente año será peor que 2020, año en el que a su vez se batieron todos los récords de actividad terrorista en la región.
El asesinato, hace escasamente dos semanas, de los periodistas españoles David Beriáin y Roberto Fraile en Burkina Faso nos recordó además que la inestabilidad no se concentra solo en el centro y norte de Mali, sino que se ha extendido de forma alarmante hacia Burkina Faso, está también en zonas de Níger (en el llamado espacio de la triple frontera entre estos tres países) y que, además, cada vez son más preocupantes las noticias que apuntan hacia la intención de estos grupos yihadistas de alcanzar los países costeros de África occidental (como Senegal, Costa de Marfil, Ghana o Benín).
Estamos, pues, en un momento difícil: el Sahel no deja de dar malas noticias. En Casa África, en el marco de un nuevo webinar del ciclo #ÁfricaEsNoticia de Seguridad, que hemos celebrado en colaboración con el Ministerio de Defensa, hemos reunido a un grupo de personas, españolas y africanas, profundamente conocedoras de las dinámicas de la región, para reflexionar sobre cómo están las cosas y hacia dónde caminan. Para tratar de encontrar una explicación del por qué los grupos avanzan y las cifras de violencia empeoran (con lo que empeora, en consecuencia, la vida de millones de personas, la mayoría muy jóvenes) pese al esfuerzo internacional, en el que España se está empleando a fondo con una destacada presencia militar y un importante e intenso liderazgo político y diplomático con los países de la región.
En términos militares, España es el país de la Unión Europea que mayor número de efectivos aporta a la misión EUTM-Mali. El general de brigada Fernando Gracia, militar español que este semestre lidera esta fuerza internacional que entrena y trata de mejorar las capacidades del Ejército maliense para combatir el terrorismo, lo dejó bien claro: “Mali es nuestro patio trasero. Una cuña entre Mauritania y Argelia, muy cercana a Marruecos”.
El general recordó que, además, es un país de una extensión enorme: Mali es más grande que España y Francia juntas. Sus fuerzas armadas están poco equipadas y no disponen más que de 25.000 efectivos, pero son muy profesionales y trabajan duro. El esfuerzo que la misión EUTM-Mali (que tiene cerca de un millar de efectivos, de los que 550 son españoles) está haciendo no solo es muy grande, sino que está en el proceso de crecer y ampliarse a dos países más: Burkina Faso y Níger. El mandato que la Unión Europea le otorga a esta misión es ya la quinta vez que se renueva, se ha firmado hasta 2024, y es cada vez más ambicioso. Nuestros soldados ya no solo entrenarán al Ejército maliense en la seguridad que suponen las bases cercanas a la capital sino que ahora se instalará una base en el centro del país, en Sevaré, cerca de Mopti, para formar en el terreno a los malienses. La idea es acompañarles, acercándonos a donde ellos se despliegan.
En términos diplomáticos, nuestra Embajadora en Níger, Nuria Reigosa, nos contó cómo se está trabajando en un país que, pese a estar consolidando la estabilidad política, también ofrece preocupantes cifras de incremento de la actividad yihadista. Iniciativas lideradas por España, como el proyecto GAR-Si Sahel, que ha creado unidades móviles para la lucha antiterrorista a la imagen de las que tiene la Guardia Civil en España (y que tan buenos resultados dieron en la lucha antiterrorista), han dotado a las fuerzas de seguridad nigerinas con unas capacidades que antes no existían. En el plano del desarrollo, además, el trabajo de España es ahora mismo de fuerte liderazgo dentro de la Unión Europea: nuestra ministra, Arancha González-Laya, preside la Alianza Sahel, una iniciativa que pone el foco en proyectos de desarrollo, de la mano de los propios países africanos.
Porque todos los participantes de este encuentro, militares, diplomáticos y académicos, españoles y africanos, coincidieron en una cosa: el Sahel es un espacio único en el mundo, que no tiene absolutamente nada que ver con territorios como Afganistán o Vietnam. La inestabilidad en Mali es muy diferente del norte al centro, por ejemplo, y la diferencia aún aumenta más entre Mali y Níger, o con Burkina Faso. Las dinámicas locales, las comunidades, son fundamentales. Y ahí entran conceptos como la buena gobernanza y la lucha contra la corrupción. Por esa razón, las soluciones no pueden, bajo ningún concepto, ser exclusivamente militares o policiales.
Personas de la talla del coronel Jesús Díez Alcalde, ahora vocal asesor del Departamento de Seguridad Nacional (DSN), nos decían en este seminario que es muy importante que se conozca ese contexto para tratar de adaptar las soluciones a las peculiaridades de este espacio. “El yihadismo no nace de la nada, nace en un contexto regional de falta de expectativas para los jóvenes, difícil acceso a la educación y carencia de servicios básicos, en un contexto de frustración social”, decía Díez Alcalde
Hay que decirlo bien claro: es fundamental mantener el esfuerzo securitario que se está haciendo en el Sahel, pero no invertiremos la tendencia negativa sin la complicidad y la confianza de las comunidades locales, sin entender que la población civil debe estar en el centro de las decisiones. Lo decía una de nuestras invitadas africanas, Niagalé Bagayokó: “los resultados en el Sahel se siguen midiendo en terroristas neutralizados y armamento requisado, cuando lo que deberíamos estar midiendo es la cantidad de refugiados que logran regresar a sus poblaciones, las escuelas que reabren, los centros de salud que son accesibles o si los pastores pueden cuidar de su ganado y los agricultores dedicarse a sus cosechas con seguridad”. Cambiar el foco es fundamental. Y el foco se cambia, en primer lugar, escuchando a los africanos.
Al final del webinar, pregunté a los expertos asistentes si les constaba si nuestro Parlamento nacional está haciendo algo alrededor del Sahel. La respuesta fue el silencio. En las Cortes, en estos momentos, la pelea y el cortoplacismo de nuestra política están provocando que se nos olviden cuestiones de pura Seguridad Nacional. Es fundamental que las instituciones de nuestro país sean conscientes de la importancia de estabilizar y generar desarrollo en el Sahel.
Es importante que, teniendo más de 500 soldados españoles solo en Mali, seamos conscientes del riesgo que ello conlleva para su seguridad, por lo que debemos conocer las razones y la importancia de su misión, de que estén ahí, contribuyendo a diario junto a nuestros amigos africanos a que el Sahel pueda volver a ser una zona estable, segura y que permita a sus gentes desarrollarse, emprender y tirar hacia adelante.
Totalmente de acuerdo con el artículo. La región del Sahel sólo tiene como cortafuegos el norte de Africa. Un cortafuegos relativo en el estado actual de la situación donde Marruecos se presenta como aliado de EE.UU. y supuestamente contrario al yihadismo terrorista, mientras sigue colando por nuestras fronteras grupos de inmigración ilegal (donde la infiltración de terroristas es fácil) o se sortea por Canarias. España está haciendo clara dejación de seguridad en este sentido, cuando no está facilitando la llegada e instalación de personas forzadas a delinquir por la inexistencia de futuro laboral digno.
Muy elocuente el silencio de los militares sobre lo que está haciendo el Parlamento en este sentido. Un Parlamento inexistente casi, donde el rodillo partidario marca líneas rojas. Las interpelaciones al gobierno (de un solo partido por cierto) se saldan con el insulto y la descalificación de quien realiza su legítima función de control.
Un saludo.