De la cárcel a la Presidencia del país. Apenas dos semanas antes de las decisivas elecciones presidenciales de Senegal, Bassirou Diomaye Faye, purgaba en la prisión de Cap Manuel, situada en el arrabal más al sur de Dakar, su presunto delito de “desprecio y deslegitimación contra los poderes del Estado”.
Lo había cometido un año antes, el 14 de abril de 2023, al denunciar la “pauperización extrema” del Poder Judicial, en referencia a las sospechas de corrupción política de los magistrados que avalaron la prohibición de la candidatura del principal líder de la oposición, Ousmane Sonko, el gran adversario del presidente Macky Sall, que, tras doce años en el poder, aspiraba, si no a presentarse directamente a un nuevo mandato, sí a teledirigir su sucesión.
Las convulsiones y turbulencias políticas provocadas por los reiterados intentos de acallar o neutralizar a la oposición, supusieron un considerable desprestigio de Senegal, el país más estable del África occidental desde su independencia en 1960. Pese a ello, Ousmane Sonko permaneció en prisión y prohibido su partido, Patriotas de Senegal por el Trabajo, la Ética y la Fraternidad (Pastef).
Macky Sall maniobró para aplazar “sine die” la elección presidencial, aunque luego reculara y la convocara por sorpresa para el 24 de marzo, sin duda para evitar que la oposición pudiera reorganizar sus filas. Enjuagues finalmente inútiles, a tenor de un resultado que concede a Bassirou Diomaye Faye, el candidato de sustitución de Sonko, casi un aplastante 54% de los votos en primera y por tanto decisiva y única vuelta.
Hasta 19 candidatos concurrían a los comicios, entre ellos una sola mujer, pero con un favorito claro: el ex primer ministro Amadou Ba, candidato del Benno Bokk Yakaar (BBY), y, por tanto, representante de una continuidad tranquila en la línea del poder senegalés. Todos han sido derrotados por un programa de ruptura y cambio, que a todas luces marcará un antes y un después en la historia de un Senegal, que se postula como uno de los países más influyentes del continente.
Al menos, la estabilidad institucional ha sido preservada, por cuanto el derrotado Ba y el propio presidente Sall reconocieron el triunfo de Diomaye Faye cuando el recuento de los votos había sobrepasado el 80%. La proclamación de resultados oficiales y la posterior toma de posesión del nuevo presidente se han previsto para finales de esta semana.
El respaldo incontestable del pueblo senegalés a Diomaye Faye lo es también a su principal valedor, Ousmane Sonko, y a la credibilidad en su honradez y la de su partido, que éste acredita. Al frente de la Oficina de Impuestos durante quince años, Sonko proclama que “nunca distrajo un solo franco pese a la gran cantidad de dinero que manejaba”. Un mensaje de honradez que la explosiva juventud senegalesa ha entendido y creído, frente a un Amadou Ba, una de las mayores fortunas del país, sobre cuyos orígenes pesan muchas sospechas, al decir de sus adversarios.
En su primer discurso de proclamación de victoria, Diomane Faye, llamó a la reconciliación de todos los senegaleses, pero no renunció a la aplicación de un programa claramente rupturista. Denuncia del sistema monetario CFA (la moneda que acuña y respalda el Banco de Francia), y que a juicio del Pastef significa una clara dependencia neocolonial de París. Promete una profunda reforma del sistema de gobierno y enarbola el patriotismo económico como eje conductor de todas las decisiones que afecten al músculo empresarial y financiero del país.
Esto último es particularmente significativo, toda vez que Senegal se apresta a explotar los yacimientos de hidrocarburos descubiertos a lo largo de sus costas. El nuevo presidente quiere romper la acendrada maldición, que ha afectado a tantos países subdesarrollados que se encontraron de golpe con el maná del petróleo y se sumieron pronto en el caos y en un nuevo y más miserable empobrecimiento.
Diomane Faye, que a sus 44 años se convertirá en el jefe del Estado más joven del continente, exigirá la renegociación de los contratos ligados a la explotación tanto minera como del petróleo y el gas. Aspira a que los ingresos previstos ayuden a yugular una inflación galopante y facilite la creación masiva de empleos, que corten a su vez la masiva emigración clandestina, gran parte de la cual arriba a Europa vía las islas Canarias.
Apenas tome posesión de su cargo, el nuevo presidente deberá asimismo afrontar otro capítulo importante: el del acuerdo suscrito con el Fondo Monetario Internacional (FMI) en junio de 2023. Un préstamo de casi 1.700 millones de euros destinado a contener el déficit presupuestario. A cambio, el FMI exige una reducción drástica de las subvenciones, fuente del enorme endeudamiento de Senegal. Pero, a este respecto, el nuevo presidente reafirma la soberanía del país para decidir los sectores de su economía a subvencionar, al mismo tiempo que enarbola la “racionalización” de las “excepciones fiscales masivas e indebidas”.
Y, en fin, respecto de su papel en el concierto internacional, la formación del nuevo presidente preconiza soltar amarras con Francia y “reequilibrarlas con otras potencias más comprensivas con las necesidades locales”. El nuevo presidente senegalés declaraba a Le Monde en campaña electoral que “Senegal ha construido una formidable relación con Francia, a pesar de una historia dolorosa marcada por la esclavitud y la colonización. Eso no puede continuar merced a una neocolonización que nos mantiene siempre dependientes [de París]”. En aquella misma entrevista, Bassirou Diomaye Faye dejaba la puerta abierta a establecer nuevos acuerdos con otras potencias, especialmente Rusia.
Esta nueva política afectará también a la ya fragilizada Comunidad Económica de Estados de África Occidental (CEDEAO), a la que propone directamente cancelar la dependencia del franco CFA. Podría significar el estallido definitiva de la misma, tras la salida de tres países a raíz de sus respectivos y sucesivos golpes de Estado.
FOTO: Simpatizantes del candidato presidencial de la oposición Bassirou Diomaye Faye y del líder de la oposición Ousmane Sonko celebran en la sede de la coalición de Diomaye mientras se cuentan los votos, en Liberte 4, Dakar, el 24 de marzo de 2024 durante las elecciones presidenciales senegalesas | MARCO LONGARI/AFP