¡Qué paradoja! El Imperio británico, que tantas veces hubo de arriar su bandera al conceder la independencia a sus numerosas colonias, se aprestaba a vivir la jornada del 1 de febrero de 2020 como si fuera la de su propia emancipación. El Gobierno de Boris Johnson había ordenado e instado a que la enseña de la Union Jack ondeara en millares de edificios e instalaciones públicos, a lo largo y ancho de todo el Reino Unido, ya sin la compañía de la azul con la corona de doce estrellas de la Unión Europea. Se trata de subrayar que el brexit era eso: recuperar la soberanía, supuestamente arrebatada por Bruselas, para volver a ser dueños de su destino.
Con ese lema ganaron los partidarios de divorciarse de la UE, proceso que pone fin a 47 años de una agitada convivencia. Durante ese periodo, el Reino Unido contribuyó, sin duda, a convertir el espacio europeo en el sueño de miles de millones de africanos, asiáticos y latinoamericanos. También, obviamente, se benefició de las grandes ventajas de un mercado único de más de 500 millones de ciudadanos, consiguiendo de paso que Londres se afianzara como primera capital financiera del mundo.
Se han analizado hasta la saciedad los pormenores de aquel referéndum, convocado por David Cameron, con el objetivo primario de consolidar su poder en un alborotado Partido Conservador. Jugó con fuego y se achicharró, quemando de paso muchos de los grandes planes de futuro de no pocos británicos y de la inmensa mayoría del resto de los europeos. Curiosamente, fueron los británicos más ancianos y rurales los que propiciaron el resultado final, olvidando que el proyecto de la UE fue la respuesta pacífica a las dos gigantescas carnicerías del siglo XX que ellos mismos vivieron. Los británicos más jóvenes, nacidos al fin y al cabo ya como europeos en el mejor de los mundos, se dejaron llevar por la pereza de no acudir a votar, de forma que cuando quisieron rectificar era demasiado tarde.
Ahora, como en su día ocurriera con las colonias británicas tras su independencia, al Reino Unido le toca desarrollar esa supuesta total soberanía cedida a Bruselas, sinónimo de odiada metrópoli. Mientras, la UE ya abandonada pierde los más de 10.000 millones de euros netos anuales con los que el Reino Unido contribuía a los diferentes capítulos del presupuesto. Queda también amputada del 16% del PIB y del 13% de su población, además del peso, prestigio e influencia internacional que le aportaba Londres.
A cambio, la UE se libera de la indiscutible rémora que el Reino Unido significó en capítulos tan decisivos para la construcción europea como la armonización fiscal, las políticas sociales y la elaboración de una auténtica industria común de la Defensa, apoyada a su vez en unas fuerzas armadas europeas progresivamente más integradas.
Prevenir el contagio
Acordar los detalles de la futura relación UE-Reino Unido tampoco va a ser fácil. Los Veintisiete, que durante la negociación del brexit actuaron con una solidez y unidad impecables, quieren testar las supuestas buenas intenciones de Londres en compromisos sobre derechos laborales, de pesca, ayudas de […]
FOTO: El primer ministro británico, Boris Johnson, saluda a la entrada de su domicilio, situado en el 10 de Downing Street. | Agencia EFE / eldebatedehoy.es