Biden y Xi

Biden y Xi
Carlos Miranda
Por
— P U B L I C I D A D —

Aún caliente el cadáver en el Congreso de los Diputados y con fuerza la resistencia por su ejecución, los dirigentes con verdadera entidad personal hacen esfuerzos de entendimiento por el bien general, no sólo el particular y personal. 

Joe Biden y Jinping Xi, Presidentes de los EEUU y de China, se vieron la semana pasada en San Francisco. Las consecuencias no fueron extraordinarias, pero lo importante es que se reunieron. Hubo, incluso, algunos resultados concretos como reiniciar los contactos en materia de seguridad. Un “teléfono rojo” para permitir deshacer entre dos países entuertos o confusiones en el ámbito militar que podrían convertirse en situaciones peligrosas e incontrolables.

En otras materias constataron mayormente diferencias, pero de su enumeración podrían surgir en su momento acercamientos y acuerdos. En materias tecnológicas es donde las diferencias son más profundas porque afectan a su seguridad. Ambos quieren conquistar el espacio exterior, planetas, lunas y asteroides y ambos necesitan para ello y su preeminencia político-militar dominar la Inteligencia Artificial que ya va cohabitando con nosotros. Se necesitan mutuamente, pero han de ir con pies de plomo: pueden evitar ser enemigos, pero no adversarios.

EEUU y China han de tener mano de hierro en guante de terciopelo con la cuestión de Taiwán, la única que verdaderamente podría provocarles un enfrentamiento militar. Por otra parte, EEUU no quiere renunciar a su dominio de mares y océanos, pero China quiere sacudírselo en el Mar de China Meridional donde, sin embargo, evidencia sus ambiciones imperialistas frente a sus vecinos.

EEUU es una democracia y China una dictadura comunista, como recuerda Biden. Los necesarios acercamientos a China han de tener en cuenta esta realidad. Entre estos dos países, entre los dos sistemas que representan, sólo cabe la confrontación o la coexistencia. Mejor esto último, pero deben respetarse unas reglas y la mejor inspiración es el Acta Final de Helsinki de 1975, la que Rusia viola con su invasión de Ucrania.

Recuerda este nuevo encuentro de Biden y Xi los de la Guerra Fría entre Presidentes de EEUU y de la Unión Soviética. Fueron oportunos y evitaron enfrentamientos militares. No impide ello que algunos de sus aliados se vean involucrados en confrontaciones directas. En Europa, con la referida invasión de Ucrania. Los occidentales la ayudan a mantener su independencia, pero Kyiv sobrevive más por la ayuda americana que la europea. ¡Europa no ha sido capaz de cumplir su promesa de proveer un millón de obuses a Ucrania! Apenas ha entregado unos trescientos mil.

Se comprende que pueda entrarles pánico a los líderes europeos pensando que Trump pueda estar de nuevo en la Casa Blanca dentro de poco más de un año porque la UE sigue siendo un tigre de papel en defensa. Conviene que Xi use su influencia sobre Putin para moderarle a pesar de que Beijing vea como los occidentales se desgastan en ese conflicto, pero tampoco eso le conviene a China que necesita sus inversiones.

En el Oriente Medio, China penetra económica, comercial, política y hasta militarmente (aún, modestamente). La tentación fácil para Beijing es la de respaldar sin distinción a los palestinos. Sin embargo, tampoco podrá ignorar que Hamás provocó la guerra de ahora; que muchos árabes quieren echar a los judíos al mar; y que Gaza está trufada de túneles terroristas, incluso debajo de hospitales y escuelas. Hamás se protege con la población. Además, tiene rehenes.

Israel debe acabar cuanto antes su “limpia” de terroristas y aceptar pausas humanitarias sobre las que el Consejo de Seguridad de la ONU se ha puesto de acuerdo, además de exigir la liberación inmediata de los rehenes. Parece positivo un acuerdo de liberación de cincuenta de ellos a cambio de un centenar y medio de terroristas encarcelados en Israel y unas pausas militares israelíes que permitirán aprovisionamientos humanitarios. Puede ser un principio del fin, pero quedan rehenes, terroristas y túneles.

Sánchez visita la región. A pesar de su presidencia europea, aún no había ido. Pedirá que Israel acepte la solución de los dos Estados, pero no romperá relaciones como le piden en su gobierno.

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