Biden devuelve a Trump la zancadilla sobre Cuba

Para ser “un pato cojo”, que es como se conoce popularmente a los presidentes de Estados Unidos en su último mandato, hay que reconocer que el anciano Joe Biden está de lo más activo

El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, en una rueda de prensa | REUTERS/KEN CEDENO 
Pedro González
Por
— P U B L I C I D A D —

Tras el triunfo de Donald Trump en las elecciones y su secreta convicción de que él pudo haberlo hecho mucho mejor que su vicepresidenta Kamala Harris, Biden empezó sus últimos dos meses y medio de estancia en la Casa Blanca indultando a su propio hijo y ahora acaba de sacar a Cuba de la lista de países promotores del terrorismo. 

Se trata de una decisión de gran envergadura. Fue precisamente su antecesor -e inminente sucesor- Donald Trump el que reintrodujo a Cuba en dicha lista poco antes de finalizar los tumultuosos últimos días de su mandato. 

La isla, regida por el régimen castrista desde 1959, había sido incluida en dicha lista en 1982 a instancias del presidente norteamericano Ronald Reagan, que ya había decidido entonces su estrategia, finalmente exitosa, de ganar la Guerra Fría y derrotar a la Unión Soviética y al comunismo.

Fue otro presidente demócrata, Barack Obama (2009-2017), el que decidió dar el paso de otorgar una oportunidad al régimen cubano y sacarlo de la lista de países promotores del terrorismo en 2015. 

La Habana le prometió no sólo que no volvería a impulsar regímenes totalitarios neocomunistas en América Latina ni en África, sino también que procedería a una apertura gradual tanto en lo que respecta a las libertades individuales y colectivas como a una cierta liberalización de la economía. El propio Obama selló el deshielo convirtiéndose en 2016 en el primer presidente de Estados Unidos en viajar a Cuba en 88 años. 

El levantamiento de sanciones y restricciones por parte norteamericana no se vio correspondido con la liberalización del régimen cubano, cuyo activismo en favor de una América Latina volcada hacia la izquierda y la extrema izquierda se exacerbó en países como Venezuela y Nicaragua. 

Bajo el mandato de Biden, y ya instalado Miguel Diez Canel como presidente de Cuba, bajo la implacable supervisión de Raúl Castro y su círculo de poder más próximo, se produjeron las mayores protestas pacíficas en la isla en julio de 2021. Millares de personas, que alegaban no tener nada que perder bajo un régimen totalitario y policiaco, salieron a las calles. Pese al orden y al carácter pacífico de las protestas, el castrismo las reprimió violentamente, encarceló a miles de detenidos y condenó a más de un millar de ellos a brutales penas de presidio superiores a los veinte años. 

Ahora, según funcionarios de la Administración Biden, “un número significativo de esos presos serán liberados en relativamente poco tiempo”, como contrapartida al gesto del presidente norteamericano. Si el cumplimiento de tal promesa sigue la misma pauta habitual del régimen castrista, es probable que tales presos consuman gran parte de su vida en los tétricos penales cubanos. Por su parte, el Gobierno de La Habana, que califica la decisión de Biden de ir “en la dirección correcta, aunque limitada, cifra en 553, “encarcelados por diversos delitos”, los prisioneros que liberará “gradualmente”. Esa “decisión correcta” se acompaña, además, con el levantamiento de algunas sanciones financieras y de la suspensión de la Ley Helms-Burton, que habilita a ciudadanos de Estados Unidos a reclamar ante tribunales de su país la expropiación de sus propiedades en Cuba tras la toma del poder por Fidel Castro en 1959. 

La medida adoptada por el todavía presidente Biden constituye a todas luces una zancadilla preventiva a la política de mayor dureza hacia Cuba, Venezuela y Nicaragua, esbozada por la Secretaría de Estado de Donald Trump que encabezará el cubano-norteamericano Marco Rubio. Su colega, el senador republicano por Texas, Ted Cruz, ya ha denunciado “la inaceptable decisión” de eliminar a Cuba de la lista de países que apoyan al terrorismo, y culpa directamente a Biden de “socavar” el trabajo del futuro Gobierno de Donald Trump como del Congreso, cuyas dos Cámaras ostentan mayoría republicana.

A pocos días de que Trump tome las riendas del país y tal vez decida la reversión de nuevo de la decisión de Biden, cabe destacar que tanto el presidente demócrata como el régimen cubano han elogiado el papel mediador del Vaticano, realzando el desempeño de la Iglesia Católica en el acuerdo. Unas alabanzas, que, tratándose de estos interlocutores, hay que acoger con mucha cautela. La persecución que aquella sufre, con grados alternativos de intensidad, tanto en la propia Cuba como en Venezuela y Nicaragua, según soplen los vientos de las necesidades de sus respectivos regímenes neocomunistas, previenen de que un exceso de optimismo puede conducir con rapidez a la melancolía.


FOTO: El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, en una rueda de prensa | REUTERS/KEN CEDENO 

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