Sopesando sus palabras como si las depositara en una balanza de precisión, el presidente norteamericano ha emitido una inapelable sentencia condenatoria en términos políticos: “El primer ministro israelí está haciendo más daño que bien a Israel”.
Desacuerdo total
La frase la soltó en el curso de una entrevista concedida la noche del sábado a la cadena de televisión MSNBC. Joe Biden llevaba ya bastante tiempo mostrando un ostensible desacuerdo con la manera de conducir la guerra en Gaza el mandatario israelí, pero nunca hasta ahora había llegado tan lejos en censurarlo.
Por supuesto, Biden no se desdice en absoluto respecto de la alianza de hierro que Estados Unidos mantiene con Israel, pero todos los informes que recaba de sus ministros y consejeros le llevan a la conclusión de que la acelerada pérdida del aura y del prestigio internacional conseguidos por Israel a lo largo de toda su historia, zarandea también seriamente a su principal e incondicional aliado.
Biden insistió en que “Netanyahu tiene derecho a defender a Israel y, por consiguiente, a seguir atacando a Hamás, pero debe prestar más atención a la cantidad de vidas perdidas a causa de las decisiones adoptadas [por él]”. Los 31.000 muertos y más de 70.000 heridos palestinos en la Franja de Gaza, según cifras del Ministerio de Sanidad controlado por Hamás, constituyen un testimonio lacerante respecto de la proporcionalidad en la respuesta israelí a la salvaje masacre del 7 de octubre.
Biden tampoco ha sido nunca santo de la devoción del propio Netanyahu, cuyo objetivo declarado es la destrucción completa de Hamás, dejando entender tácitamente que esa meta la alcanzará sea como sea y al precio que sea. El propio primer ministro deja entrever en todas sus intervenciones que ese será su legado: dejar un Israel mucho más seguro, una vez aniquilada Gaza como santuario de Hamás, cuya carta fundacional, nunca modificada, señala como prioridad la destrucción del Estado de Israel. Por supuesto, a Netanyahu no le ha gustado en absoluto que Benny Gantz, su principal opositor, pero ahora integrado en el Gabinete de Guerra, haya hecho una gira de entrevistas en Washington, en las que se habrá abordado sin duda la posguerra, quizá entonces con él en vez de Netanyahu en el poder.
Volviendo a Biden, el presidente norteamericano consideró una “línea roja” la preconizada ofensiva masiva del ejército israelí (FDI) contra Rafah, el último reducto en el sur de Gaza en el que se hacinan en condiciones espantosas 1,5 millones de palestinos. No obstante, añadió de inmediato que “Estados Unidos nunca abandonará a Israel, porque defenderlo es extremadamente importante”, dejando implícitamente claro que, aún en el caso de que se aniquilara por completo ese enclave, limítrofe con Egipto, no se detendría el decisivo suministro de armas de Washington al Ejército israelí, aludiendo directamente a la Cúpula de Hierro, que defiende al país de los ataques con misiles, sean de Hamás, Yihad Islámica o Hezbolá, la inmensa mayoría de ellos suministrados por Irán.
Coincidiendo con la entrevista a Biden, en Estambul el presidente Recep Tayyip Erdogan, reafirmó por su parte el apoyo de Turquía a los líderes de Hamás. Erdogan, que preside la segunda potencia de la OTAN por el número de sus efectivos, se mostró tajante en calificar a Hamás como organización terrorista. “Nadie conseguirá -dijo- que llamemos así a Hamás, con cuyos líderes hablamos abiertamente de todo”.
La intervención de Erdogan se produjo en la Fundación para la Divulgación del Conocimiento de Estambul, en la que lanzó un ataque brutal contra el primer ministro israelí: “El Gobierno de Benjamin Netanyahu es el de los nazis de nuestra época”, apuntando a que deberá rendir cuentas por su responsabilidad por las exacciones cometidas durante la ofensiva militar en Gaza. Erdogan da así por buenas las graves acusaciones sobre el comportamiento de las FDI en los bombardeos contra la población desplazada gazatí, además de la casi completa destrucción de los edificios e infraestructuras de la Franja.
La virulencia de este ataque verbal descarta a Erdogan como mediador en este conflicto, un papel al que el presidente turco aspiraba como gran protagonista internacional, al igual que aún lo intenta en la guerra de Ucrania.
«Ya no me «ajunto» decíamos de niños con ademanes mohínos a nuestros amigos de siempre en los que por cierto siemrpe había alguno empeñado en mandar sobre los demás.
EE.UU. -y más concretamente sus dirigentes- se erigieron en árbitros mundiales metiendo las narices o provocando los conflictos beneficiosos para su orden mundial. Y lo consiguieron en Europa, donde la mezcla de filantropía (falsa) de sus organizaciones paragubernamentales tendieron sus redes tras la 1ª y 2ª G.M.
El fundamentalismo USA (Galtung) los ha erigido como jueces del resto de pueblos y culturas que, o bien debían adaptarse a sus «patrones» o bien se considerarían como enemigos («ya no te ajunto» infantiloide). Esto les han colocado no pocas veces en situaciones incómodas entre su posición totalitarista y su teórica defensa de las libertades.
Ahora la contradicción está en una cuestión muy simple: Rusia invade Ucrania al advertir que la OTAN se está posicionando (o invadiendo por otros métodos) países limítrofes, con instalaciones que pueden ser utilizadas contra la propia Rusia (nacida por cierto en Kiev en el siglo XIII) o apoyando un golpe de estado (Pl. Maidán) contra un gobierno legítimo, tal como han hechoen tantos lugares cuyos gobiernos no les satisfacían, pero sobre todo por cuestiones geoestratégicas. Hamás empezó la guerra con un ataque aéreo a Israel con cientos de victimas que respondió de inmediato.
Israel era y parece que sigue siendo un aliado USA que empieza mostrar el mohín infantiloide del «no me ajunto». Netanyahu ya no es amigo. No es el pueblo israelí el enemigo sino una persona incómoda al frente del gobierno.
¿Qué nos apostamos a que de una u otra forma Netanyahu es apartado del poder para ser sustituído por otro más dócil en un corto espacio de tiempo?
Un saludo.