Arabesco palestino

Carlos Miranda
Por
— P U B L I C I D A D —

Sánchez llegará a la próxima Cumbre aliada de julio en Washington para celebrar los 75 años de la OTAN con España a la cola de sus miembros en gasto de defensa. Un buen regalo nuestro de aniversario a los demás aliados. Solana decía que no se debe de viajar de gorra en el tren de la seguridad.

Y eso que Robles, Ministra de Defensa, avisa que nos puede caer un día en la cabeza un misil ruso y que Borrell, que lleva la política exterior y de seguridad de la UE, advierte que una guerra es posible en Europa (además de Ucrania). Ambos excelsos socialistas ajenos a la “fachosfera”. 

No obstante, intenta Sánchez reunir en España una conferencia internacional sobre el Oriente Medio, como la celebrada en Madrid en 1991 y que dio paso a los acuerdos de Oslo que podrían haber alumbrado un entendimiento en Palestina si no hubiera sido por la eficacia destructiva de los radicales judíos y palestinos.

Estaría bien esa nueva conferencia en España con la que Madrid remataría el reconocimiento de un Estado palestino. Un posicionamiento esencialmente gestual, pero lo gestual es intrínseco a la política. La mayoría de los países lo han hecho, aunque pocos en el marco occidental. Actualmente es un Estado observador no miembro de NNUU.

Ese (difícil) reconocimiento en Nueva York puede requerir en términos políticos dos cambios esenciales: la supresión de una corrupción endémica en la Palestina árabe y la desaparición de los movimientos y milicias terroristas. Al Fatah dejó de ser terrorista hace tiempo y sería positiva la desaparición de todo el terrorismo palestino en buena medida alentado por Irán.

Sería difícil predecir los resultados de una nueva Cumbre en Madrid. Convendría invitar la “realpolitik” a la mesa y en tal caso las consideraciones israelíes acerca de su seguridad serán esenciales. Los 1.300 muertos de los atentados del 7 de octubre pasado y los más de cien rehenes aún en manos de Hamás, de los 250 originariamente secuestrados, pesarán como los miles de muertos palestinos, que deben de ir ya por más de 33.000, como represalia al atentado de octubre. Todo es un horror y cada cual se agarra a sus sentimientos y argumentos: la amenaza del terrorismo para unos; la imposibilidad de ver un futuro esperanzador para otros.

En conflictos semejantes se suele priorizar el fin del terrorismo para avanzar en una agenda que lleve a una convivencia pacífica. Evidentemente, otras cuestiones han de seguir como la de los asentamientos ilegales israelíes en territorios palestinos, la brutalidad israelí y el reconocimiento del Estado Palestino por Israel. Hay quienes, como el palestino Mustafá Barghouti, que abogan por un solo Estado de judíos y palestinos mezclados. Se antoja ello aún más difícil que los dos Estados sin perder de vista que la Autoridad palestina ya es un embrión de Estado.

En este arabesco España debe cuidar no dejarse algunas plumas. Para un reconocimiento ahora de Palestina como Estado cuenta como acompañantes europeos con Irlanda, Malta y Eslovenia. Sólo Eslovenia es miembro de la OTAN y son tres pequeños países. Otra cosa será cuando otros países de mayor entidad como Francia, Alemania o Italia decidan ese reconocimiento. En esta cuestión, en la que PSOE y PP votaron a favor en 2014, conviene ir bien acompañado.

Sánchez se ha significado en contra de Israel, el único puntal occidental en Palestina. Un Israel al que Marruecos se ha acercado merced a los acuerdos Abraham. Un Israel potente en tecnología y producción militar. No convendría que fuese más favorable a Marruecos que a España. El modo de hacer las cosas importa.

Ciertamente con Netanyahu Israel lo pone difícil a sus aliados naturales, los europeos y, especialmente, los EEUU. En su furor Netanyahu pretende reproducir la cólera del Dios bíblico cuando rechazó perdonar la destrucción de unas ciudades salvo que hubiese 10 justos que no encontró. Biden difícilmente puede dejar de aprovisionar militarmente a un Israel que muestra más su justificada, pero inútil, ira, incontenible y cruel, que la inteligencia proverbial atribuida a los judíos.

Jugando con el fuego, Netanyahu ataca asimismo objetivos iraníes en la región, violando sedes diplomáticas, si bien cuida no hacerlo en Irán, país que opera a través de “mandaos” (Hamás, Hezbolá o Hútis), pero que desea evitar una escalada que pudiera involucrar directamente a los EEUU. Hezbolá ataca a Israel con misiles desde el Líbano, por encima de las cabezas de las impotentes fuerzas de interposición de la ONU, de las que España es parte, incapaces de evitar la presencia ilegal de las milicias de este movimiento terrorista, que hasta forma parte del gobierno libanés, entre el río Litani y la frontera israelí.

Añádanse los errores involuntarios o buscados. Por ejemplo, los miembros de la ONU muertos recientemente en el Líbano por una mina sin una responsabilidad bien esclarecida, tres rehenes fugados y abatidos por militares israelíes confundidos y trabajadores de la ONG liderada por el chef español José Andrés en un bombardeo israelí.

Esta última barbaridad ha permitido a Biden forzar que Netanyahu entre algo en razón, con la amenaza implícita de disminuir el apoyo estadounidense, tanto el bélico como en el Consejo de Seguridad de la ONU. Israel igual acaba por no invadir Rafah (donde Egipto no abre su frontera a refugiados palestinos), aunque sigue amenazando con ello, y se logra un alto el fuego al menos de cierta duración que Hamás no siempre quiere.

Todas las víctimas han de ser recordadas por igual, las palestinas y las israelíes. También todos los que año tras año, década tras década, se encargan de mantener en movimiento la trágica noria del conflicto y que merecen el infierno sin distinción de credos pues si hay un solo Dios, habrá un solo averno.

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