Alí Jamenei prepara su sucesión en las elecciones iraníes

Pedro González
Por
— P U B L I C I D A D —

Cumplidos el 45º aniversario de la Revolución y un año y medio de la sangrienta represión por la muerte de la joven Mahsa Amini en las dependencias de la Policía de la Moral, Irán celebra el 1 de marzo una doble elección: para cubrir los 290 escaños del Parlamento y los 88 que componen la Asamblea de Expertos de la República Islámica.

Al cabo de ese casi medio siglo de permanencia del régimen de los ayatolás, ha quedado bien comprobada la ligereza de los medios extranjeros al clasificar a los políticos iraníes como conservadores y aperturistas. Si alguna vez hubo una cierta aproximación a esa división, tras los últimos acontecimientos, tanto en política interior como exterior, sería mucho más aproximado a la realidad en señalarlos como rigoristas radicales y ultraextremistas.

El resultado electoral no afectaría la política de los ayatolás 

Cuando Irán está disputando una guerra contra Israel a través de las organizaciones terroristas Hamás, Hezbolá y los rebeldes hutíes, el resultado de las elecciones no parece que vaya a alterar a priori la voluntad de los ayatolás, tantas veces manifestada, de borrar del mapa al Estado de Israel. Pero, en todo caso, puede alumbrar una configuración política que dibuje qué facción o grupo de poder tiene mayor preeminencia.  

La lucha por ocupar un escaño está más disputada que nunca. Nada menos que 15.200 candidatos aspiran a uno de los 290 curules del Parlamento, o sea más del doble que en los comicios de 2020. En esta ocasión también se ha doblado el número de mujeres: 1.713 frente a las 819 que se presentaron hace cuatro años. 

El Consejo de Guardianes de la Revolución, organismo formado por 12 miembros, nombrados a partes iguales por el Líder Supremo y el presidente del Tribunal Supremo, puede aún eliminar de las listas a muchos de los candidatos. Ya lo ha hecho con dos figuras prominentes: el que fuera presidente de la República, Hassan Rouhani, y el exministro de Justicia Mustafá Pour-Mohammadi.  

Rouhani llegó a albergar esperanzas de escalar hasta la cúspide del Supremo Liderazgo. No en vano fue durante dieciséis años secretario del Consejo Superior de Seguridad Nacional, diputado en cinco legislaturas, vicecomandante en jefe de las Fuerzas Armadas iraníes en su guerra contra Irak y presidente de la República de 2013 a 2021. Como escribe Alejo Vidal Quadras, que, por cierto, no tiene duda alguna de quién fue el ordenante del atentado del que salió milagrosamente ileso, “durante el mandato presidencial [de Rouhani] se practicaron con asiduidad la tortura, la flagelación, el vaciado de cuencas oculares, la amputación y el ahorcamiento como métodos para aterrorizar al pueblo iraní y mantenerlo sometido”. Y añade el exvicepresidente del Parlamento europeo: “Un currículo realmente ejemplar que hizo que en las cancillerías de las democracias occidentales se le considerase un moderado. Vivir para ver”.

En cuanto a Mustafá Pour-Mohammadi, fue el encargado de ratificar las sentencias de muerte en la masacre de 1988, en la que fueron ejecutados 30.000 presos políticos, la mayoría de ellos miembros de la organización opositora Muyahidines del Pueblo de Irán, cumpliendo con la fetua del fundador de la República Islámica, Ruhola Jomeini. El Consejo de Guardianes no está obligado a publicitar las razones de sus vetos, aunque no parece aventurado conjeturar que la erradicación de ambos de las listas de candidatos no haya sido por haberse ablandado en la defensa del implacable rigor islámico. 

Otros dos candidatos de renombre, el actual presidente de la República, Ebrahim Raisi, y el de la Cámara, Mohammad Bagher Qalibaf, sí figuran en las listas, pero en dos circunscripciones alejadas de Teherán y frente a sendos candidatos muy menores, temerosos tal vez de que los votantes no les aseguraran en las urnas su condición de representantes del pueblo.  

En cuanto al Consejo de Expertos, entre los 144 religiosos que se disputarán los 88 puestos, estará un candidato muy especial: Mojtaba, el hijo mayor del líder supremo, Alí Jamenei. Los mentideros de Teherán cuentan que la máxima autoridad efectiva del país tiene puestas en su hijo todas las complacencias. Había empero un inconveniente, y es que Mojtaba era un simple mulá, pero su papá le ha hecho jefe de la Oficina de la Suprema Autoridad, o sea de la suya propia, lo que lleva aparejada la elevación del hijo a la categoría de ayatolá, condición imprescindible para, si llega el caso, ser catapultado a la suprema magistratura del país. Si se tiene en cuenta que los 88 expertos tienen un mandato de ocho años y que Alí Jamenei cuenta ya 84 primaveras, parece más que probable que sea el nuevo Consejo el que elija al sucesor del líder supremo, que ya lleva 34 en el cargo.    

Estos comicios son los primeros que se celebran después de la muerte en las dependencias de la Policía de la Moral de Mahsa Amini, acusada de no llevar bien puesto el velo islámico. Las consiguientes protestas populares se saldaron con más de 500 muertos, 4.000 heridos y 20.000 detenidos. Lejos de tener en cuenta sus reclamaciones, el régimen acentuó así su sanguinaria represión, ante su temor evidente de que las crecientes y numerosas manifestaciones cuartearan los cimientos de su poder.  Para la memoria, también a lo largo de 2023 fueron ahorcadas en Irán 864 personas, un promedio de 72 al mes.  

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