La Asociación para la defensa de la transición, cuyas actividades, sigue y apoya la Fundación Emprendedores, ha celebrado el miércoles día 9 de octubre, un almuerzo coloquio con Martín Villa, Ministro del Interior en la etapa de Adolfo Suárez y Eugenio Bregolat, Jefe de la Oficina de Asuntos Exteriores en aquella etapa. José Luís Heras Celemín, emprendedor nato devenido ahora en brillante cronista parlamentario ha escrito una reseña para el Periodista Digital que comparte con nosotros. Esta es su crónica del encuentro:
“En el momento de la transición conllevamos; y tuvimos complejos porque veníamos de dónde veníamos” dijo Martín Villa. No explicó el porqué del verbo, pero se empleó el presente de indicativo de “conllevar”, en su primera persona del plural, para definir la forma de actuar de un gobierno, el de la UCD, en los momentos en que la transición se ocupaba de ahormar la llamada “realidad catalana” en lo que sería la realidad autonómica en el conjunto general del Estado Español.
Por la falta de uso del verbo, merecía la pena conocerlo, para vislumbrar el espíritu de los que se ocuparon de los problemas que existían entonces, y para entender el significado real que tuvo para ellos: sobrellevar, soportar, aguantar, sufrir, tolerar, comportar, trampear, resistir e incluso algunas de las acepciones menos conocidas: Plegarse, doblegarse, amoldarse, conformarse o resignarse.
Como es sabido, en todas las formas personales –también en ésta– el verbo expresa un juicio acerca del sujeto y el proceso de una acción o estado. Por eso, y por usar la expresión quién la usó, la frase, que es notable, resulta aún más importante si se tiene en cuenta que corresponde a uno de los protagonistas que se ocuparon de sentar las bases de lo que sería el actual Estado de las Autonomías.
Y es que la frase la pronunció Rodolfo Martín Villa, con motivo de una comida promovida por la Asociación para la Defensa de la Transición y moderada por el nada moderado Miguel Ángel Aguilar, insigne físico, baluarte de la prensa libre y miembro excelso de la Prensa Española, a quien se le encomendó la tarea de presentar y distribuir los tiempos en el turno de palabra.
Antes de Martín Villa, y al decir de uno de los asistentes nominal introductor de embajadores, intentó exponer la actual realidad catalana el embajador español Eugenio Bregolat Obiols, que confesó faltar de España unos años y que hizo unos análisis sobre la realidad catalana y unas previsiones de futuro tan “sui generis” que llenaron de preocupación a una parte de los comensales. Para consuelo de algunos, por entre las mesas se corrió una información con pretensiones exculpatorias: Ha estado mucho tiempo fuera sirviendo como diplomático en Indonesia, China, Canadá, Rusia e incluso en la pirenaica Andorra. «Aún así, este hombre que dice ser un catalán español, siembra la duda con sus palabras de cuál es su condición y realidad personal.», temió alguien al acabar.
En su turno, Martín Villa, que es hombre mayor, y de bien, después de unos análisis más templados, también sensatos, que Bregolat, hizo una confesión que es, por sí misma, más que un poema triste, una confesión dolorosa de alguien que sabe que en su momento y con sus fugas, las célebres “fugas hacia adelante de Rodolfo Martín Villa”, no supo evitar los problemas que surgirían como consecuencia de su forma de hacer. Parece que un punto triste, confesó que la “evolución de la historia de Cataluña no le produce sorpresa”. Y distinguió tres movimientos sociales, nada confusos aunque si sucesivos, que enjuició: Catalanismo, del que se mostró partidario. Nacionalismo, con el que parece dispuesto a transigir. E independentismo, con el que mostró su intransigencia. Para terminar, hizo unos propósitos de futuro con los que, una vez más, pareció propugnar una postura reformista.
También en este caso, como hace ya casi cuatro décadas, Martín Villa no matizó si esas reformas debían: Rendir culto a un “conllevar” que no definió. Incurrir en unas nuevas “fugas hacia adelante” de una duración próxima a los treinta años y sin prever costes ni aventurar futuro. U olvidar unos complejos que ya no existen para atar al toro (secesionista) por los cuernos y meter al gato (maullador o independentista) en el saco común del Estado Español.
En el turno de preguntas, alguien contuvo la apetencia de ofrecer, y compartir con el añejo y bondadoso Martín Villa, un pésame triste y decaído por el sentimiento que suscita la realidad catalana. Y es que sus complejos confesos, por ser de quienes eran y venir de donde venían, significaron el comienzo de una realidad política salpicada de todos los problemas que entonces no se supieron prever o no se tuvieron los redaños para tratar de evitarlos.
Ya al final del coloquio, hubo algunas críticas calladas en voz baja. También algunas opiniones pesimistas, antes de que, porque se estaba donde se estaba, apareciera, una vez más y potente como siempre por esos lares, un vigor especial que anima el espíritu de todos; y que anida en la Asociación para la Defensa de la Transición.