A raíz de la entrada en vigor y de la aplicación de la Ley Orgánica de garantía integral de libertad sexual, conocida como «ley del sí es sí», miembros del gobierno atacan a los jueces y juezas tachándolos de machistas, cuando realmente están aplicando la ley cumpliendo el mandato del Código Penal, de retroactividad favorable al reo. Hay un principio fundamental en el Estado de Derecho que es la división de poderes y no es de recibo en ninguna democracia consolidada que miembros del poder ejecutivo le indiquen a los miembros del poder judicial cómo tienen que aplicar las leyes.
Esto es un síntoma más de la degeneración del Estado de Derecho en España, consecuencia del populismo que se va extendiendo en el arco parlamentario. Cuando se tramitó la ley que ahora se aplica y critica, no se tuvieron en cuenta las advertencias existentes en informes preceptivos de órganos constitucionales. Tenían prisa por legislar para conseguir votos que es lo que realmente les preocupa a los políticos, y se prescindió de una buena técnica legislativa, y si alguien se atrevía a hacer hincapié sobre esa cuestión era tachado de “machista”, por estos nuevos fascistas antifascistas.
Ahora el poder judicial en su conjunto está siendo víctima del populismo que reina en la clase política y ese populismo ataca a la división de poderes y a la propia esencia del Estado de Derecho que es la garantía de los derechos y las libertades fundamentales de las personas.
Esta quiebra del Estado de Derecho en España ya la están sufriendo colectivos muy vulnerables, los más vulnerables, los niños y niñas víctimas del síndrome de alienación parental, ese gravísimo maltrato a menores que ha sido silenciado por la Ley Orgánica de protección integral a la infancia y a la adolescencia que obligó a los poderes públicos a tomar medidas para impedir que el síndrome de alienación parental pudiera ser tomado en consideración. Quien se atreviera a decir que esto existe y que es un grave maltrato a niños y niñas, era tildado por el populismo español de machista, algo inconcebible en Europa, pues el Tribunal Europeo de Derechos Humanos, lejos de prohibir su toma en consideración, cita expresa y reiteradamente el término síndrome de alienación parental en su jurisprudencia (p. ej. caso Mincheva contra Bulgaria, caso Koudelka contra la República Checa, caso Bordeianu contra Moldavia, caso Piazzi contra Italia, caso Strumia contra Italia, caso R.I. contra Rumanía, etc).
Sin embargo ese maltrato a niños, constatado en informes periciales de servicios públicos de salud y de servicios sociales, está censurado actualmente en España por ley (cuando incluso la Audiencia Provincial de Zamora en alguna resolución, con una serie de puntualizaciones, determinó expresamente no eliminar la referencia al síndrome de alienación parental, ante la pretensión instada de que se eliminara toda referencia al citado síndrome).
Lo que ocurre es que las víctimas, los niños indefensos, no tienen la relevancia que tiene el poder judicial, pilar fundamental de un Estado, para que los medios de comunicación españoles les prestaran atención y sacaran a la luz esa violación de derechos humanos.
Los niños y niñas víctimas del síndrome de alienación parental son inducidos y manipulados hasta llegar a odiar a quien más quieren, a su propia madre o a su padre. Cuando comienza el proceso de manipulación y todavía aman a su madre o a su padre alienada/o, su tristeza es espantosa y, a veces, buscan la oportunidad de encontrarlos a solas para darle un beso o un abrazo. Después, el miedo y la manipulación van destruyendo sus sentimientos y acaban siendo niños taciturnos. Los padres de estos niños tienen muchas posibilidades de ser imputados (actualmente investigados), en base a una denuncia falsa, con el fin de obtener una orden de alejamiento y así interrumpir el régimen de visitas con sus hijos/as, ya que el aislamiento prolongado de los niños contribuye a consolidar la alienación. Las madres de las víctimas, que lo han padecido en el pasado, a parte del dolor por la ausencia de los hijos, incluso sufrieron el reproche social de ser calificadas como malas madres por estar separadas de los niños y en la realidad la separación de los hijos era consecuencia de la manipulación del padre.
Este populismo, cuyo objetivo fundamental es captar votos para acceder y permanecer en el poder, lo que permite “vivir de la política” a un porcentaje cada vez más significativo de los cuadros que fijan las estrategias electorales de los partidos políticos, está llevando a eliminar la ética de la política, a legislar sin garantías y eso acaba ocasionando la violación de derechos fundamentales.
La expresión “violación de derechos fundamentales” puede parecer muy aséptica, pero el resultado tangible es sufrimiento y dolor, y en el caso de los niños víctimas del síndrome de alienación parental supone llanto, abatimiento, tristeza, desesperación de todas las víctimas, sin distinción de género, niñas y niños que nunca más volvieron a relacionarse con sus madres o padres (huérfanos en vida), abuelas y abuelos que no pudieron verlos en el atardecer de sus vidas, yéndose sin poder despedirse, lágrimas por los ausentes, sentimientos de culpabilidad que atormentan la existencia, terapias, miedos, etc. La bibliografía referente a la alienación parental revela casos de víctimas que no son capaces de soportar tal grado de sufrimiento y llegan al suicidio.
Durante muchos años la gente sufrió, y sufre aún, ante la injusticia y la impunidad del fascismo (me viene a la memoria un libro ‘Muerte y evocación de un médico republicano’, en el que se relata que un padre, muy religioso, al que los fascistas le habían asesinado un hijo en una cuneta de una carretera en septiembre del año 1936, escribió una carta a otro hijo diciéndole, “el gobierno que nos gobierna en nombre de Dios mató a vuestro hermano Manolo…”) y hoy, en esta otra España, “el populismo”, utilizando términos grandilocuentes de “vanguardia en derechos civiles…”, permite la violación de derechos de los más indefensos, las niñas y niños, esos pequeños, que interesan menos que los votos. El eterno problema del pueblo español es la clase política. Paul Preston lo define como “un pueblo traicionado”. España sigue siendo un lastre para Europa.
Estupendo artículo sobre una cuestión que no parece percibirse como un problema que lleva a la destrucción de las familias: la alienación parental o manipulación mental sobre los más vulnerables `por parte de los progenitores (uno u otro, la maldad no distingue) aprovechando que la Justicia no pasa por sus mejores momentos, con leyes doctrinarias convertidas en religiones dantescas y distópicas.
Se impone la guerra total, el enfrentamiento a muerte y el uso fraudulento de la Justicia para demandas sin sentido, sólo el dañar al adversario.
Frente a ello la Administración de Justicia parece haber sucumbido en su conjunto, a pesar de jueces valientes que intentan mantener la independencia e imparcialidad a que les obliga el cargo. Sobran las asociaciones ideológicas en la Función Pública de cualquir tipo, ya que se trabaja para la soberanía nacional, para el Estado (no para el gobierno de turno).
El daño ya está hecho y es irreversible por mucho que ahora algunos quieran ponerse de perfil (enternecedoras las posturas de los que ahora dicen «yo no estaba», «yo no sabía nada», etc.) pero falsas en cuanto al conocimiento de lo que se apoyaba en un momento dado.
Un saludo.