La Ley de Restauración de la Naturaleza (II)

Juan Laguna
Por
— P U B L I C I D A D —

«El Triásico fue un período geócrata, es decir, de predominio de la tierra firme. Depósitos continentales con ocasionales intercalaciones de sedimentos de mar somero, cubrieron vastas áreas cratogénicas. El mar abierto estuvo limitado más notoriamente que en el Pérmico a los grandes geosinclinales, donde se depositaron potentes formaciones marinas…»

Roland Brikmann

En el artículo anterior sobre este mismo tema, planteábamos algo tan sencillo como qué “modelo” de Naturaleza sería elegido por la clase política para ser “restaurado”. El comentario que encabeza esta segunda parte demuestra la futilidad o vacuidad de la norma aprobada en el Parlamento Europeo a solicitud de la Comisión Europea.

En la historia de la Tierra han existido millones de “naturalezas” que han alterado la geomorfología de la corteza terrestre, tal como nos muestra la Paleogeografía, una de cuyas misiones más importantes es conocer y representar la fisionomía de la Tierra en épocas pasadas. La Paleobiogeografía trata de la difusión del mundo orgánico. La Paleoclimatología se dedica al estudio de los climas pasados. Todo ello a partir de los testimonios más o menos claros de tales sucesos, dadas las condiciones siempre variables que, estamos seguros, los promotores de la ley habrán tenido en cuenta antes de firmar tal absurdo documento.

Las antiguas áreas continentales en contraposición a las áreas de sedimentación marina, la distribución de las cadenas volcánicas posteriores al enfriamiento de la corteza terrestre y la orogénesis consiguiente, muestran ya un modelo de naturaleza pura en estado primigenio (tal como ya hemos señalado), evolucionando sin ninguna interferencia biológica y menos aún antropogénica ante la inexistencia de oxígeno. Según parece, es el carbono el causante de la vida en sus inicios a través del mundo vegetal (algas azules cuyos arrecifes aparecen en Montana, EE.UU.).

Se señalan, entre otros factores relacionados con el “clima”, los siguientes:

  • “Las variaciones de los factores climatológicos solares, Es decir, de la radiación que llega a la Tierra motivadas por las fluctuaciones de la radiación solar como consecuencia de las variaciones en los ciclos del propio astro.
  • “Fluctuaciones de la transparencia calórica del espacio sideral y la actividad o movimiento de partículas cósmicas”.
  • “Variaciones de los factores climatológicos terrestres o sea de la distribución de la radiación sobre la Tierra, como consecuencia de las variaciones en la trayectoria y sus movimientos propios, incluyendo la migración de los polos, la deriva continental y los cambios en la orografía o geomorfología de la corteza.”

Ya en el Precámbrico, dividido en dos períodos: “Algonquino o Proterozoico” y “Arcaico”, la fisionomía terrestre empieza con “formaciones continentales detríticas, conglomerados y arcosas formados a partir de los granitos, leptinitas y migmatitas…con intercalaciones de pizarras grafíticas con vida orgánica… plegamientos e intrusiones que forman cordilleras en dirección norte-sur…” No, no creemos que el medio ofrezca atractivo para ser considerado ideal en la restauración de la naturaleza, ni siquiera en las diversas “facies” de estos períodos. Al final del “Algonquino” la corteza terrestre “mantuvo además su inestabilidad estructural, hundiéndose algunas zonas este-sudeste y formando el geosinclinal de los Apalaches”. Precisamente algo que se quiere evitar: la tectónica (terremotos, plegamientos, hundimientos, etc.) ya están presentes hace más de 3.000 millones de años. Descartado pues este período geológico como “modelo” a implementar en el raquítico tiempo actual de apenas 100 años.

Quizás la naturaleza a restaurar sea la del Cámbrico, donde ya se detecta la existencia de fósiles de una rica fauna ordovicense (graptolitos y corales) que “continua el proceso de formación de cratones y geosinclinales, localizados en diferentes zonas: macizo montañoso noruego, islas británicas, Báltico, centroeuropa. Europa oriental y Occidental, Norteamérica y Asia…” con sus transgresiones y regresiones correspondientes. El contenido orgánico ya se caracteriza por la existencia de unicelulares, gusanos, artrópodos, moluscos… Pero no, tampoco esta naturaleza primitiva puede ser “restaurada” en su forma similar a la original a pesar de su clima húmedo y templado (similar al actual) que retornaría después del período interglaciar del Infracámbrico, donde la aparición de sedimentos de evaporación demuestra un aumento de temperatura.

Podríamos seguir analizando uno tras otro los períodos geológicos de la historia de la Tierra a la busca de una “naturaleza” que el hombre actual pudiera restaurar, pero ya sería otro modelo diferente al original, ya no habría “restauración” sino un proceso artificioso y caprichoso de jugar con la Naturaleza y sus múltiples variables, a medida que se iban integrando en ella los seres vivos con sus propios procesos de evolución. Entre ellos, el ser humano. Los llamados homínidos capaces de multiplicar su especie y dominar la Tierra. Eso es así, porque formamos parte de la Biosfera y porque fuimos dotados de alma y cuerpo. La primera para crear, el segundo para llevar a cabo la creatividad transformadora.

¿Sería este el modelo óptimo de naturaleza a restaurar? Mucho nos tememos que tampoco habría acuerdo, máxime cuando tales transformaciones han llegado hasta los actuales algoritmos, la inteligencia artificial y las tecnologías, pasando por los estilos y formas de vida que conocemos. ¿Estaríamos dispuestos a cambiar el llamado “progreso” por la regresión? Esta es la gran pregunta que nuestra clase política acostumbrada a la imposición, no se ha planteado.

Por eso hablamos de la futilidad, la estulticia y la necedad pretenciosa de unos cuantos que quisieran ser dioses de unas nuevas y aberrantes religiones, bajo el paraguas simplón de frases vacías como “salvar el planeta”, sostenibilidad”, etc. cuando no parecen conocer ni la historia del mismo, ni su evolución, ni su permanente adaptación en los diferentes ecosistemas, ni lo que significan y son las especies vivas que tratan de sobrevivir de la mejor manera posible: la natural. Ni siquiera se plantean la constante transformación de la corteza terrestre, sino que, en su ignorancia supina, pretenden gobernar una naturaleza de diseño propio.

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