La Ley de Restauración de la Naturaleza (I)

“Cuando la estupidez humana se desata, suele canalizarse por la política”

Juan Laguna
Por
— P U B L I C I D A D —

Que unas instituciones políticas y públicas basadas en el “despotismo democrático” (Tocqueville) cuantitativo,entren al trapo de intereses particulares o simples caprichos irracionales, nos demuestra la trágica deriva de nuestros sistemas políticos supranacionales totalmente desnortados o, lo que sería más grave, vendidos al mejor postor.

La cantidad de estupideces convertidas en normas y leyes que cada vez ahogan más al ciudadano y sus libertades parece no tener límite. Sobre todo, por la previa pérdida de conocimiento que desde la escuela primaria se viene impartiendo y de la que son cómplices precisamente quienes deberían ser defensores. Desde quienes asumen responsabilidades ante los ciudadanos soberanos, hasta los que viven de la profesión de enseñar y educar. Todos —salvo excepciones— cipayos serviles de los intereses particulares, del dinero.

Primero fue la conocida como “Ley del Clima”, surgida de los imaginarios “calentamientos globales” y convertida en nueva religión laica: la calentología, cuyo principal impulsor fue nada menos que el vicepresidente Al Gore que, tras su fracaso político, se dedicó a nada más ni nada menos que a “salvar al planeta” en la senda del propio Supermán (personaje de ficción con el que tiene cierto parecido). Por todos sitios empezaron a aparecer imágenes de un apocalipsis peculiar acientífico, buscando su impacto emocional en las gentes hasta grabar en sus mentes el sentido de culpabilidad: ciudades bajo las aguas, el oso enfermo que se pasea por la “banquissa” ártica y —más grave aún— niños con el vientre hinchado o con síntomas de desnutrición (siempre africanos), olvidando a los muchos millones de ellos que nacen y se desarrollan en perfectas condiciones de salud.

Pues bien, de todo ello —según tales teorías— tendría la culpa el resto de la humanidad, bien por haber nacido en países llamados “desarrollados”, bien por haber vivido destruyendo su entorno natural, bien por lanzar a la atmósfera un CO2 mortífero entre los llamados “gases de efecto invernadero” que producen un aumento de temperatura global, pero… ¿y el Sol y sus radiaciones, unidas a los movimientos del planeta alrededor del astro, así como su propia rotación no tendrán algo que ver con el clima? Lo más lógico es regular el mundo planetario y sus efectos perniciosos sobre la población y la naturaleza del tipo:

  • 1.- “A partir de la entrada en vigor de la vigente ley terrícola, el Sol dejará de emitir radiaciones geomagnéticas desde las 9,00 a las 15,00 horas (terrícolas) en el hemisferio norte, según meridiano y de 15,00 a las 20,00 horas (terrícolas) en el hemisferio sur, según meridiano, prohibiéndose además su ciclo regular de actividad solar y sus consecuencias.”
  • 2.- Asimismo, el planeta Tierra establecerá una órbita regular y homogénea alrededor del disco solar, sin que su movimiento de rotación se desvíe un grado del eje y sin que le afecten el resto de actividad del Universo”.

Y todos contentos… ¿o no? Solo faltaría neutralizar la naturaleza humana con ese “transhumanismo” distópico que sustituye la fisiología natural por el “mecano” con que jugábamos de niños: tuerca por aquí, tornillo por allá, un poco de ADN modificado… En fin, lo que se pretende hacer llenando la actual Naturaleza de cachivaches en forma de molinos para la energía eólica o de placas para la energía térmica. Unos paisajes modificados, una naturaleza sometida y un “paisanaje” híbrido totalmente adoctrinado. ¿No suenan de algo estos objetivos totalitarios?

Hay que hacer algo para “naturalizar” ese panorama y… ¡tachín! surge una nueva ley (por legislar que no quede) “de restauración de la Naturaleza”. No de “conservación” de la Naturaleza (ICONA: Instituto de Conservación de la Naturaleza del antiguo régimen franquista en España) que tiene más que ver en hacer compatible la evolución natural de la Biosfera con la actividad de los seres que contiene.

Aquí los términos tienen su importancia: “restaurar” significaría “devolver a algo su estado primigenio, no sólo en su aspecto externo, sino en su composición y estructura internas”. Algo contrario precisamente al funcionamiento de la propia Naturaleza y su evolución, pero… estos políticos están llenos de buenas intenciones (de las que —dicen— está plagado el infierno), como demuestran las agendas 2030 y 2050 similares a los planes quinquenales de la antigua URSS (cuyos magníficos resultados todos conocemos). Son de otro “plan de estudios” donde la Ciencia —como decía Warhol del Arte— es lo que ellos deciden que sea.

El pistoletazo de salida ha surgido del propio Parlamento Europeo en el que, para ser más justos, hay casi la mitad de diputados del plan antiguo que han rechazado la propuesta sobre la llamada “ley de restauración de la Naturaleza”: 329 a favor, 275 en contra y 24 abstenciones, lo que demuestra que todavía hay esperanza. Porque ahora viene la parte más difícil de acordar: ¿cuál de las múltiples “naturalezas” que ha habido en el planeta queremos “restaurar”?

La más primigenia (y por tanto más natural) sería la que correspondiese al enfriamiento y solidificación del planeta con una atmósfera “anaerobia” (sin oxígeno). Sería el modelo más puro de naturaleza y más real en cuanto a su restauración, donde todos los seres vivos que han existido a lo largo de 3.500 millones de años no existirían, no habrían evolucionado las especies, no tendríamos que hablar de biodiversidad y, sobre todo, no se habría modificado, alterado o destruido el medio natural reproduciéndose, alimentándose y extendiéndose por el territorio. Pero apareció el carbono y con éste nocivo compuesto surgieron las plantas que empezaron a oxigenar el aire para que los primeros seres pudieran vivir, evolucionar y multiplicarse posteriormente.

Dejamos para un siguiente artículo los numerosos y variados “modelos” que la política puede elegir para el futuro. Desde el “precámbrico” (+/- 3.500 millones de años) hasta el actual período “cuaternario”. Cada uno de ellos con sus climas, ecosistemas, estructuras terrestres, mares y océanos, floras, faunas, especies y movimientos tectónicos están presentes en lo que llaman “Naturaleza” y que, para muchos, consiste solamente en las simpáticas “mascotas”.

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí