El artº 20 de la Constitución Española “reconoce y garantiza los derechos: a) expresar y difundir libremente los pensamientos, ideas y opiniones mediante la palabra, el escrito o cualquier otro medio… b) A la producción y creación literaria, artística, científica y técnica… c) A la libertad de cátedra… d) A comunicar o recibir libremente información veraz por cualquier medio de difusión… 2) El ejercicio de estos derechos no puede restringirse mediante ningún tipo de censura previa.”
De nuevo el presidente del Gobierno de España y secretario general del PSOE anuncia una nueva iniciativa inconstitucional que es la regulación de la libre información garantizada por la Constitución, en base al derecho de los ciudadanos de una “información veraz”, olvidando la parte mollar de la norma: “comunicar y recibir libremente”, es decir, según el criterio propio de los ciudadanos que son adultos y responsables (otra cosa es el adoctrinamiento institucional de niños y jóvenes en la Educación).
Con la cantidad de problemas que ya tiene la presidencia del Gobierno, sorprende que se meta en “jardines” que le son desconocidos y que afectan a la libertad de conciencia, a la ética (más propia de la moral) y a la honestidad (que se puede comprar), tal como seguramente le consta al propio presidente, abriendo un nuevo frente sobre costumbres “victorianas”, no sobre principios y valores que son consustanciales a la moral.
Y es que, sin darnos cuenta, los responsables institucionales en sus ansias de legislar, ordenar, someter y sancionar a la “soberanía nacional de la que emanan los poderes del estado” (artº 1.2), entiende que ésta precisa de tutela gubernamental constante, de vigilancia continua, de control permanente de sus actos, de conocimiento de sus actividades y de restricción de las libertades y derechos fundamentales por su propio bien. Al parecer somos “soberanos” pero con ideas antiguas e inconvenientes, y por ello han decidido incapacitarnos para decidir y actuar “libremente”.
El problema está en quien tiene verdadera autoridad sobre la “veracidad” de una avalancha de información activa y pasiva, que todos los ciudadanos del mundo reciben a diario. No desde luego las instituciones actuales cuya idea de la veracidad es la que reciben de sus “superiores” y éstos de la “política” o lucha por el poder donde, como en el amor, todo resulta válido. Tampoco el mundo corporativo y mediático (ya aliado fiel de quien manda y paga) donde en su momento regían valores de ética y honestidad. De igual forma las creencias o dogmas religiosos alineados con la política de moda, donde los intereses de poder y económicos o hegemónicos priman sobre la honestidad.
“Tu verdad, mi verdad… vamos juntos a buscarla”. Esa es la verdadera situación ante supuestas verdades que se nos imponen. Unas veces desde la creencia honesta del trabajo y la investigación (las menos). En su mayoría desde intereses espurios de ingeniería social y control de las mentes, una vez realizada la “limpieza” de ideas, opiniones y criterios propios y libres de cada cual. Es necesario volver a recordar el papel de la propaganda en cualquier sistema totalitario donde Huxley advertía: “ya no será necesario el sometimiento por sistemas coercitivos, sino convenciendo a la gente de que obedeciendo, en tales sistemas serán más felices”. Recordemos aquí a esos “foros” de élites y oligarquías internacionales que trabajan continuamente para ello.
La nueva norma, como todas las establecidas en referencia a sentimientos o a supuestas ciencias o dogmas, adolece de algo primordial: su desconocimiento de las almas humanas (de las que lo son todavía), de las mentes humanas (con casi 100.000 millones de neuronas y una cantidad aún mayor de conexiones que existen en cada cerebro humano), del mundo cósmico y sus muchos misterios, de la vida y sus orígenes, de la permanente adaptación de las especies a cada etapa de evolución de nuestro planeta y de los fenómenos naturales (desde pandemias a erupciones volcánicas o tsunamis marinos, a la tectónica de placas, a los movimientos planetarios, a sus consecuencias) limitándose a dar las “verdades oficiales” interesadas. Ayer, con una temperatura máxima de 30º, varios termómetros de las marquesinas de autobuses indicaban 39º (Cibeles) y 47º en la calle Modesto Lafuente a las seis de la tarde. Aparecen nubes que anuncian lluvias y de inmediato son dispersadas por unos pequeños aviones que cruzan por ellas, luego hay sequía. ¿Dónde está la información veraz que trata de garantizar el artº 20 de la Constitución Española?
Parecería que ese mundo oficial estuviera guiado por informaciones sesgadas (tan conocidas en el mundo mediático), donde partiendo de una verdad supuesta, pudiera manipularse por medio de la propaganda o de la mentira mil ves veces repetida, como se trata cualquier artículo en el mundo publicitario: “la manipulación consciente e inteligente de los hábitos y opiniones organizados de las masas, es un elemento de importancia de la sociedad democrática. Quienes manipulan este mecanismo oculto de la sociedad, constituyen el gobierno invisible que detenta el verdadero poder…” (“Propaganda”. Edward Bernays. 1920).
¿Verdad o mentira? ¿Quién controla al controlador?