A vueltas con el Constitucional

Carlos Miranda
Por
— P U B L I C I D A D —

El veredicto del Tribunal Constitucional acerca del Estado de Alarma ha sido un bombazo. Por el fallo y sus votos particulares; por como lo han acogido unos y otros; y por sus consecuencias. Para comentarlo con pleno entendimiento conviene ser un verdadero jurista, pero algunas consideraciones son posibles desde una perspectiva política o de mero ciudadano.

Para empezar, lo de siempre. Si el fallo es lo que uno quería, los jueces son imparciales y estupendos. De lo contrario, están ciegos, no son independientes, no apartan sus prejuicios. Ni siquiera son demócratas. Pueden ser, incluso, “comunistas” o “fascistas” (“franquistas”, vale también). Todo, según el color con que se miran las cosas. No quita que algunas podrían ser evidentes para un ciudadano impasible.

En España, cada cual tiene una sólida opinión que ningún argumento podrá desbaratar. Los jueces están divididos. Los políticos también y, los ciudadanos, desconcertados muchos de ellos. ¿Qué pueden hacer? ¿Quién está en condiciones de opinar? Casi nadie, y el que no lo admite aprieta un botón donde sea y le sale enseguida una opinión a medida de lo que piensa, hasta jurídica.

¿Es mejor Messi, Ronaldo o Mbappé? La respuesta la conoce cualquiera y, si la suya es diferente, es que usted, “Cher Monsieur”, no sabe de fútbol, ni de sentencias judiciales, por añadir algo. La cosa está en que para los ignorantes el asunto tendría que ser sencillo.

En primer lugar, hay una sentencia del Tribunal Constitucional. Es un Tribunal muy alto, muy serio y formado por juristas de gran categoría. “Pero, no estaban todos de acuerdo”, señala un disgustado. Ya, pero, en esas situaciones votan, una fórmula democrática.

En segundo lugar, han señalado, por seis votos contra cinco, que el Estado de Alarma no es el apropiado para controlar una pandemia y apuntan que el de Excepción protegería mejor a los ciudadanos. ¿La mayoría de estos Jueces quisieron fastidiar al Gobierno? ¿Piensa usted eso de los jueces? No me apunte a esa opinión. Su rol es el de proteger a los ciudadanos. Entre otras cosas, de las intenciones de nuestros políticos cuando no se ajustan a derecho porque, de derecho, de verdad, no sabe casi ninguno.

Si vuelve otra pandemia, si ocurre algo que requiera decidir qué puede hacer o no la población sin coartar sus derechos, o los mínimos necesarios en beneficio del colectivo, ¿Qué harán nuestros políticos? ¿Emplear de nuevo el Estado de Alarma? ¿El de Excepción? ¿El de Sitio? Ellos sabrán (en realidad, saben muy poco).

Lo que parecería lógico a bastantes ciudadanos es que, en lugar de tirarse los trastos a la cabeza, como siempre, en vez de insultar a los jueces, o de desprestigiar aún más las Instituciones, Constitucional incluido, se pusiesen de acuerdo Gobierno y oposición para legislar una norma adaptada a una pandemia.

Desde marzo de 2020 han tenido tiempo sobrado. ¡Hasta Carmen Calvo se dio cuenta de ello cuando era Vicepresidenta! Favoreció una legislación adecuada, pero (siempre hay un “pero” con los políticos) resultaba que, según se puede leer en diversos medios, no era fácil poner de acuerdo a todo el mundo, incluidos los que apoyan al ejecutivo Frankenstein. ¿Entonces, para qué sirven los políticos?

Calvo volvió sin pena ni gloria a su escaño y con esta cuestión, con más pena que gloria. Pero Sánchez y Casado siguen por ahí, matraqueándose recíprocamente. ¿Harán algo? Nada. Tampoco parecen servir. Como sigan así, igual nos dan un susto. Además, el populismo, de derechas o de izquierdas, rechaza las Instituciones de una democracia, busca su anulación, su hundimiento, pudiendo provocar tsunamis … ¡Ojo!

¿Tranquilizará, sin embargo, la revelación paulista de que España es “multinivel” (antes plurinacional tras ser nación de naciones)? ¿Como un almacén tipo Corte Ingles? ¿Es eso, por ejemplo, Urkullu cobrando antes de ir à Salamanca, reconvertida en rápido Oráculo Presidencial mientras Aragonés ningunea a todos? El nacionalismo vasco y catalán quiere imponer un cambio constitucional fáctico. Ni España Autonómica ni Federal, una Confederal para progresar más hacia su independencia. ¿Un proceso balcánico? Moncloa, con emoticono sonriente. ¡Más ojos bien abiertos!

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