Cuando la borrasca llamada “Filomena” (otra moda absurda de identificación de los fenómenos meteorológicos), está cruzando nuestra geografía provocando situaciones de colapso en nuestro teórico progreso científico y tecnológico, así como en la mercadotecnia mediática del “calentamiento global” y la “lucha contra el cambio climático”, quizás sea conveniente hablar del tiempo y del clima, situándolo en su contexto cronológico.
A partir de la radiactividad, los cálculos realizados acerca de la posible edad del planeta Tierra, se hicieron más precisos a partir del conocimiento de los procesos de desintegración de los átomos que, con el método “uranio-plomo”, nos daría una cifra aproximada de 1.500 millones de años, una vez se produjo el enfriamiento tras su formación (como es lógico, el año se toma como unidad relativa de referencia actual).
La difusión de la vida y de las especies subsiguientes, pasó a depender de las condiciones geográficas y climatológicas del planeta, desde la primera célula hasta lo que somos actualmente. Durante millones de años la vida fue adaptándose a las condiciones del planeta y esto llevó a la evolución de las especies (entre ellas la que llamamos “humana” todavía). El clima fue un factor determinante en los procesos evolutivos biológicos y geomorfológicos a lo largo del tiempo en que el planeta Tierra se empezó a mover alrededor del Sol exponiéndose al espectro de sus radiaciones irregulares, producto de su fusión nuclear y a las oscilaciones orbitales y perturbaciones en las mismas. Todo ello ha motivado la conformación actual de las tierras, aguas y especies.
Para una aproximación en el tiempo, debemos remontarnos a los largos períodos climáticos del Pleistoceno donde a lo largo de cientos de miles de años, se han sucedido etapas de frío intenso (glaciaciones) con etapas templadas y húmedas (interglaciares), con duraciones diferentes, hasta llegar al Holoceno actual o etapa postglacial, en que la cota de nieve subió 300/400 metros en relación con la actualidad, seguido de un cierto crecimiento glaciar que culminó hacía el siglo XVII/XVIII de nuestra era cristiana.
Todo ello nos puede dar una idea de cómo los cambios climáticos son (y han sido) consecuencia de múltiples factores que nos desbordan, tal como puede verse con una simple borrasca de nieve y de frío que ha dejado paralizado al gobierno en su “lucha contra el cambio climático”, a los publicitarios del “calentamiento global” tan impreciso como la ignorancia que desprende (no todo son algoritmos) y a la niña Greta utilizada en su ignorancia infantil por los desaprensivos políticos y plutócratas empeñados en hacer negocio a base de atemorizar y manipular a los ciudadanos, que se han erigido como nuevos dioses de un Olimpo cutre.
El problema es que se lo han creído de verdad y aspiran a poner patas arribas las bases biológicas de la naturaleza humana (a pesar de los millones de años a sus espaldas), a hacer olvidar todo ese “disco duro” que conforma nuestra herencia genética a base de experimentos “nazis” para crear unas razas superiores. Todo en el breve espacio de tiempo que su cronología natural les permita (salvo claro está, que se consideren inmortales).
Para ello andan enredando en el mundo de la biotecnología, donde ya se proyectan nuevos seres, convenientemente “chipeados” con los que establecer una relación de dominio basado en la propaganda (otra vez la vena “nazi”) y en el adoctrinamiento acrítico social a través de los medios de comunicación que controlan. Eso en lo que se refiere a la especie humana.
En lo que se refiere al planeta y a su naturaleza, crearon primero situaciones de consumo contaminante, para más tarde declararlas peligrosas y necesitadas de “sus” alternativas. Todo muy bien empaquetado en supuestos intereses por el ecologismo (que utilizan cuando les interesa), por el medio ambiente (que ignoran lo que significa) y por el bien para la Humanidad global, achacando a los ciudadanos del mundo la destrucción del planeta con una palabrería de alto impacto emocional: colapso climático y otras lindezas por el estilo.
Mientras tanto, se están realizando programas operativos para modificar artificialmente el tiempo, como es la “siembra” glaciogénica de nubes a base de sales de plata, que viene realizándose en más de 50 países del mundo, que ya ha recibido advertencias de riesgo por parte de la Organización Meteorológica Mundial. Como aprendices de brujo que son, entienden la Ciencia como un juego infantil que “les pone”, creyendo estar a salvo de sus consecuencias. Pues bien, insistimos, no son capaces de neutralizar siquiera una simple borrasca como “Filomena” (a menos que ellos la hayan provocado a base de enredar también en la atmósfera, con algún objetivo inconfesable), menos aún un tifón, un huracán, un tsunami, un movimiento tectónico….. La Naturaleza les pone en su sitio de pedantes pretenciosos que, como Icaro, creyeron asaltar el cielo con alas de cera.
Esperar de la sociedad un cierto sentido crítico con estas acciones, es el pequeño rayo de luz que puede sacarnos de la oscuridad subterránea en que nos mantienen a base de televisión.