En su primer volumen de memorias Pedro J. Ramírez repasa sus más de cuarenta años al frente de diversos periódicos de difusión nacional, que es tanto como asomarse e inmiscuirse en la más reciente historia de España, desde su perspectiva, naturalmente. Palabra de director (Ed. Planeta. 668 páginas) tiene como subtítulo «Las memorias del periodista que nunca ha temido a la verdad».
Esa versión de la verdad de los hechos que vivieron, sufrieron o padecieron los españoles refrescará memorias, levantará ronchas o despertará interrogantes en quienes se sumerjan en una narración en la que no se escatiman nombres y apellidos. Pedro J. Ramírez es una personalidad cuando menos controvertida, despierta adhesiones inquebrantables y odios africanos, nunca indiferencia. No son pocos los que le atribuyen un ansia desmesurada de poder, de querer entronizar o derribar gobiernos. Él se defiende citando a quién considera su mejor maestro, Ben Bradlee, el director del Washington Post que hubo de vérselas con el enorme poder de la Casa Blanca: “Desde un medio de información se puede moldear a la sociedad para bien, o también envenenarla”.
El que fuera sucesivamente director de Diario 16, El Mundo y El Español define su libro como “una larga carta de amor al periodismo, cuyo virus ojalá se extienda”, y un homenaje por lo tanto a los muchos periodistas que han trabajado con él para conformar una sociedad mejor, con mención especial para Julio Fuentes, el reportero asesinado hace ahora veinte años.
Pedro Jota, como se le conoce habitualmente, se ha hecho enemigos irreconciliables: Felipe González en el lugar más destacado, a quién califica de “hombre sin escrúpulos ni sentido de los límites”. Le acusa a él y a su vicepresidente, Alfonso Guerra, de haber querido consolidar “un modelo político que, sin ser una dictadura, tampoco podría considerarse sin rubor auténticamente democrático”, de evolucionar “hacia un nuevo caudillismo a la española”, con “el fantasma del partido único” a imagen y semejanza del PRI mexicano, que monopolizó el poder durante tres cuartos de siglo. Su ruptura con el PSOE de entonces se consumó a raíz de un artículo titulado “Franquismo sociológico en la España socialista”.
El que fuera director de Diario16 narra con profusión lo que califica de “golpe de mano político contra el periódico”, un empeño en el que, según contó en la presentación del libro, intervino incluso el rey Juan Carlos I. Se atribuye Pedro Jota el haber sido el primero en escribir sobre el comportamiento poco ejemplar del ahora Rey Emérito a propósito de la frivolidad con la que trató la invasión de Kuwait, origen de la Primera Guerra del Golfo, que desencadenaría los odios, las guerras posteriores y el meteórico ascenso y generalización de las actividades terroristas en todo el mundo. Cuenta Pedro Jota que el jefe de la Casa de Su Majestad, Sabino Fernández Campos, le llamó al día siguiente para tomar café, cita en la que apareció de improviso el monarca espetándole que “ya sé que tú sabes…” Y, según el memorialista, el rey le informó de algo que en realidad él no sabía: que había sido el mismo rey quién le pidió al editor de Diario16, Juan Tomás de Salas, la destitución de Ramírez.
Inquinas y decepciones
En su ajuste de cuentas, Pedro Jota afirma rotundo que “el Rey cubría los crímenes de Estado del Gobierno de Felipe González, éste miraba para otro lado ante las veleidades y devaneos del Rey, y entre medias Manglano, el jefe del CESID, cometía nuevos delitos para tapar los del Estado”.
Palabras muy gruesas de quién aspiró a sustituir la incontestable influencia de El País cuando José María Aznar alcanzó el poder en 1996. Reconoce aquel poder del director del emblemático diario del Grupo Prisa, Juan Luis Cebrián, cuando afirma de él que “consideraba que la hegemonía de su periódico formaba parte del orden natural de las cosas y toda transgresión de ese canon merecía una respuesta contundente, sin reparar en límites”.
Él quiso romper esa hegemonía con la fundación de El Mundo coincidiendo con la caída del Muro de Berlín. Desde el primer número, el periódico fue un ariete implacable en el asedio a un PSOE que entraba en declive, aireando las vergüenzas y corrupciones del gobierno y del partido que lo sustentaba: los casos Juan Guerra, Filesa, el GAL, Roldán… En ese tramo final del felipismo, “cada mañana España desayunaba con un nuevo horror en la portada de El Mundo”.
Jubilado Felipe González del poder, Pedro Jota confiesa su decepción con José María Aznar cuando, tras insistirle en que desclasifique los documentos sobre los GAL y la guerra sucia contra el terrorismo, el presidente le dice que el Gobierno no puede dedicarse a perseguir a sus antecesores, y que esos documentos afectan a la seguridad nacional.
No solo perdió esa batalla sino que él mismo saltó a la palestra en un video sexual, cuya autoría intelectual Pedro Jota atribuye al propio Felipe González y al secretario de Estado de Interior, Rafael Vera, “una de las personas más malvadas con las que me toparía en la vida”. Confiesa que aquello estuvo a punto de destruirle física y moralmente, pero que se resarció con las condenas judiciales a que fueron sentenciados los que perpetraron la operación.
La pérdida del poder por el PSOE fue accidentada, pero mucho más aún lo fue la caída del PP en el 2004 tras el peor atentado terrorista cometido en suelo europeo. El autor no se resigna a que, según su verdad, aún no se conozcan todos los detalles e implicaciones de aquel crimen. Y lo fía largo: “Si cuando termine este siglo XXI los que vivan entonces no saben de aquel 11-M más de lo que nosotros conocemos hoy, aquello se convertirá en uno más de los grandes enigmas de la historia sin resolver”.
FOTO: Juan Carlos Hidalgo (EFE)
¿Y donde estaba la Fiscalía General del Estado cuando todo esto pasaba?
Un saludo.