Con bastante razón el escritor Juan Pedro Aparicio señala que, por lo general, cuando un periodista se adentra en el terreno de la novela su referente es el “bestseller”. La bañezana Marta del Riego Anta lo es, pero al leer su obra se comprueba que es una gran escritora, y que su referente es por lo tanto la alta literatura.
“Pájaro del noroeste” (AdN Alianza de Novelas, 557 páginas) es una novela que cabría calificar de deslumbrante, imposible de crear si no se han vivido en propia carne los ambientes en que se desarrolla. La síntesis es semejante a otras historias tantas veces narradas: las de una persona, en este caso una mujer, Icia, que regresa al pueblo del que salió de niña, tras no haber alcanzado el éxito que esperaba conseguir en la gran ciudad. Ese retorno es la vuelta a un mundo añorado hasta la mitificación, pero que se descubre mucho más cruel, y sobre todo distinto, en su mismo paisaje, en las personas y por supuesto, en uno mismo.
En este caso concreto, Icia es una persona de su tiempo, una auténtica mujer del siglo XXI, independiente, libre y que, como le pasa a la inmensa mayoría de los varones, y ahora a no pocas mujeres, antepone su carrera profesional a su propio desarrollo personal. En aras del trabajo pospone la maternidad y se mete ya en la cuarentena cuando recibe el mazazo de su vida: la empresa a la que ha dedicado lo mejor de su vida la despide sin el menor miramiento cuando ya no le es útil.
Vuelve entonces al paraíso perdido, a la que siempre creyó su red de seguridad permanente, añorada e imaginada inmóvil en el tiempo. Lo que se encuentra, en un pueblo de lo que se ha dado en llamar la España Vaciada, no es precisamente idílico. A Marta del Riego la posible perspectiva neorrural, en la que después de muchas desventuras, se encuentra la paz y el relax en el campo no le interesa en absoluto. Pero, aclara, “no pretendo demostrar nada, si acaso, que la vida que Icia se construye en el campo a pesar de su dureza, es mucho más auténtica que la que dejó detrás”.
A través de sus ojos, de su sensibilidad, ofrece una visión muy rica, llena de matices no habituales, que abarcan las sensaciones de todos los sentidos. Hay mucho olor en la novela, el ambiente de la naturaleza, los sonidos, la percepción de la tierra, el barro, los viñedos, el Prieto Picudo, que es como si la misma tierra hablara. “La Prieto Picudo es una uva muy brava, nada femenina. No es fácil de entender. Es como la flor del cactus, muy bella pero con muchas púas”, dice al describir los viñedos que crecían recios en medio de los pedregales y pusieron tantas veces el contrapunto a la sabrosa, singular y escueta cocina del páramo leonés.
Varios libros dentro de la novela
La protagonista, enfrentada al sombrío drama de su familia, se implica al tiempo en una relación violenta y sexual con un viticultor. Pasiones resurgidas desde un viejo tiempo hasta el presente. La antaño boyante industria del vino de La Bañeza, luego languideciente, y ahora resurgida merced al rescate de viñas casi centenarias, con variedades prefiloxéricas que se creían extinguidas. Toda una lección de lenguaje y del latido de la tierra, tanto que podría, pues, ser también una novela de viñas o de empresa (casi californiana), como dijo el propio Juan Pedro Aparicio en la presentación del libro en la Casa de León en Madrid.
La autora, que ha vivido varios años en Londres y en Berlín, y por supuesto en Madrid, rezuma leonesismo, y se rebela contra la situación actual del Viejo Reino: “Me duele el desprecio por nuestra cultura y nuestro paisaje. Ahí está la locura de construir parques eólicos destruyendo uno de nuestros mayores activos, que es la naturaleza. Porque el producto de esa energía, no nos engañemos, no se quedará en León. Primero fueron los embalses y ahora los molinos…”
Desde ese amor a la tierra, tampoco tiene empacho en describir la “crueldad soterrada” en las relaciones de poder y dominación hombre-mujer. Y se sirve de sus personajes para describir la indolencia: “Nadie cree en mi proyecto. Ni en otro, ni siquiera en el suyo propio. Es un pueblo de descreídos. Aquí la gente no se entusiasma por nada”. O también esta demoledora descripción de la antigua capital del Reino: “Esa ciudad bella y soberbia, con más pasado que futuro, oh, sí, un pasado milenario de reyes y parlamentos, y las primeras Cortes del mundo en 1188, oh, sí, y el rey que fundó la Universidad de Salamanca, Alfonso no sé cuántos, oh, oh, y todos esos hitos y restos y murallas; una ciudad con un presente de funcionarios y de escritores, una ciudad ensimismada sobre el telón de fondo de las montañas…”
Después de “Sendero de frío y amor” (Suma, 2013) y “Mi nombre es Sena” (Harper Collins, 2016) y “Berlin” (Tintablanca, 2019), Marta del Riego Anta alcanza en “Pájaro del noroeste” una importante cima literaria, a buen seguro preludio de otras obras de una densidad y hondura que ya forman parte de su sello personal.