Liberalismo y doctrina de la Iglesia

Liberalismo y doctrina de la Iglesia
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— P U B L I C I D A D —

“Con su doctrina social, la Iglesia se propone ayudar al hombre en el camino de la salvación”.

Compendio de Doctrina Social de la Iglesia.- d) 69.

Ayer por la tarde en el magnífico espacio del CEU-SAN PABLO, el Centro Diego de Covarrubias de “liberalismo cristiano”, organizaba la presentación del libro “Al rescate de un liberalismo perdido” del economista uruguayo Ignacio de Posadas Montero, en cuyo acto participaron el también economista Alejandro Chefuen (autor del prólogo) y su colega español Ivan Espinosa de los Monteros.

Parecería que, a estas alturas, seguir hablando de la filosofía liberal (siempre desde la perspectiva histórica) es una pérdida de tiempo que induce a confusión ideológica (sobre todo cuando parece que todo el mundo la comparte) y moral (cuando los actos que la definen son tan diferentes). Nada de eso, nos encontramos -como suele ocurrir siempre en actos de este tipo- que son un estímulo para el debate donde se coló ya en la primera intervención el papel o la ausencia de la Iglesia Católica actual con su Doctrina Social, en lo que parece ser una deriva de valores y principios llevada a cabo por intereses particulares, como las nuevas doctrinas acientíficas ligadas a la salvación del Planeta, revestidas de salvación a la Humanidad.

Hay que recordar que, en este sentido, los caminos de la Iglesia y el Estado siempre han debido transcurrir por vías muy diferentes: “Dad al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios”. Caminos de control del poder por parte de la Iglesia o de complicidad con el poder, tal como ahora parece con alguna de las intervenciones de “Magisterio sobre temas sociales” de S.S. el Papa Francisco, sobre la lucha contra el cambio climático (por ejemplo) que formará parte de esa Doctrina Social, en que “la Iglesia tiene el derecho de ser para el hombre maestra de la verdad de fe; no sólo de la verdad del dogma, sino también de la verdad moral que brota de la misma naturaleza humana… Se sitúa en el cruce de la vida y de la conciencia cristiana con las situaciones del mundo.” (d,70).

“Llegará un día en el que un papa inspirado por el Espíritu Santo, declarará que todas las excomuniones son retiradas, que los anatemas son retirados, que todos los cristianos están unidos dentro de la Iglesia, que los judíos y musulmanes son bendecidos y llamados por ella. Que conservando la unidad e inviolabilidad de su dogma, permita a todos los cultos acercarse progresivamente, abrazando a todos los hombres en la comunión de su amor y de sus oraciones…”. Esto escribía el filósofo ocultista “Eliphas Levi” (Alphonse Louis Constant), miembro de la fraternidad masónica del Gran Oriente de Francia, logia del Perfecto Silencio, así como de los “Frates Lucis” y de “Societas Rosacruciana in Anglia” en carta fechada el 21 de enero de 1862 al barón de Spadialéry.

Pues bien, en la Doctrina Social de la Iglesia encontramos un apartado cuyo título “Construir la civilización del amor” en su apartado 581 dice: “El amor debe estar presente y penetrar todas las relaciones sociales…” y que parece encajar en los pronósticos del mencionado “Eliphas Levi” hace casi doscientos años. En ambos casos se plantean sociedades presididas por un amor libre en todos los ámbitos. Un amor que cada cual entiende -como es lógico- a su manera, como muestran la multitud de “poliamores” con que se justifican las simples relaciones sexuales en nuestros días, en toda clase de géneros administrativos generados artificialmente por las nuevas religiones estatales.

No obstante, la Doctrina Social de la Iglesia “no ha sido pensada desde el principio como un sistema orgánico, sino que ha ido formándose a través del tiempo por numerosas intervenciones del Magisterio, sobre temas sociales y es de naturaleza teológica y, específicamente, teológico-moral”.- (73). Por esta razón resulta sorprendente la incursión en las falsedades científicas de estos momentos, no para buscar la verdad, sino para ser cómplice de ellas. Esto es lo que las intervenciones requerían en el coloquio final.

¿Que relación encontramos entre el “liberalismo” en abstracto y sus variadas interpretaciones con esa Doctrina Social de la Iglesia? Simplemente la busca de esa verdad que se nos escamotea por unos y otros. “La Iglesia tiene el derecho de ser para el hombre, maestra de la verdad” (70). Por su parte, el pensamiento racional liberal duda siempre de esas “verdades” servidas por los medios de comunicación al servicio de los “poderes” mundiales para “moldear” unas mentes sumidas en el caos de la desinformación e impotentes (por su gran ignorancia) de discernir entre lo cierto y lo incierto, la verdad y la mentira.

El liberal de verdad desconfía por naturaleza de los actos inducidos por el poder de unos y la codicia de muchos otros. De las palabras escritas o dichas desde el mundo que, en otros tiempos, buscaba también la verdad (los medios de comunicación), convertidos ahora en portavoces de las oligarquías. También de la Ciencia cuya búsqueda de la verdad debe ser permanente, contaminada ahora por subvenciones “a la carta” y dogmas falsos. También de las instituciones que, contra su idea primigenia de servicio público, ahora coartan libertades y derechos ciudadanos desde legislaciones absurdas e inconstitucionales, contrarias al Derecho natural.

El liberal de verdad critica todo (tanto en sentido positivo como negativo). Se implica socialmente en los problemas que atañen a la convivencia en paz de los ciudadanos. No es resignado, no es cómodo, no es pusilánime a la hora de actuar. No es pasivo y acomodaticio cuando la comodidad no llega a todos. No se alquila ni se vende en cuanto a participar en el caos y los conflictos provocados por intereses siempre personales o políticos, escondiendo la cabeza o mirando hacia otro lado.

No es desde luego el perfil con que se intentan presentar muchos de los autodenominados “demócratas” en sus ansias imperiales, pero tampoco responde a la mayor parte de las sociedades anómicas, vacías, sin sueños ni esperanzas más allá de mendigar las sobras del festín.

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