Más de dos mil libros han contado exhaustivamente la Guerra Civil española, y no menos de otros cinco mil han novelado historias relacionadas con sus antecedentes y su posguerra. Con tales datos, podría asegurarse que ya está todo escrito sobre aquella terrible contienda. Pues, no. Todavía surgen nuevas historias que demuestran que aquella tragedia tiene posiblemente aún mucha literatura por delante.
El vitoriano Álvaro Arbina (1990) publica Los Años del Silencio (Ed. HarperCollins, 302 páginas), una novela que pretende rellenar las lagunas que dejó el sumario Causa 167, un legajo enterrado en los archivos judiciales de Pamplona, el único texto conocido que recoge la investigación de uno de los casos más llamativos e incomprensibles de la Guerra Civil.
Apenas había estallado y el 30 de agosto de 1936, una familia de Gaztelu, pueblo del norte de Navarra, desapareció sin dejar rastro. La componían Juana Josefa Sagardía, de 38 años y embarazada, y seis hijos. Pedro Martín, el marido y padre de familia, trabajaba en otro pueblo como carbonero, y cuando quiso entrar en la aldea e intentar averiguar lo ocurrido, vecinos y autoridades se lo impidieron. Un manto espeso de silencio cayó sobre este episodio, hasta el punto de que el marido, que sirvió como requeté en el bando nacional, fracasó en sus intentos de que se abriera juicio y, una vez celebrado, desembocara en una sentencia concluyente.
Solo en 2016, ochenta años después de la desaparición de la familia Sagardía, el Gobierno de Navarra, junto con el Ayuntamiento de Gaztelu y varias asociaciones de la memoria, dio los primeros pasos para intervenir en la sima de Legarrea. Al cabo de varios meses de excavación se encontraron los restos de los seis hijos y los de Juana Josefa. “Ochenta años de vertidos los habían separado muchos metros y a punto estuvieron de hacerlo para siempre”.
¿Por qué se produjo aquel crimen? El autor recurre a la ficción de la novela para señalar algunas pistas que jamás se aclararon en la investigación de la Causa 167. “Un ejercicio literario -afirma- de lo que pudo pasar. Entrar en el pueblo. Entrar en las casas. Entrar en las cabezas y en los corazones de quienes vivían entonces”. Llenar en suma con las armas de la ficción y la intuición las lagunas que los jueces no pudieron esclarecer.
Contrariamente al sesgo polarizado hacia la izquierda que suele imperar en este tipo de relatos, el autor destaca que la familia votó a las derechas en las históricas elecciones de febrero de 1936, “como todos en el pueblo, lo que descarta en principio un motivo puramente ideológico en el crimen”.
Josefa y Pedro habían contraído matrimonio en 1919, ella con veintidós años y un embarazo que seguramente la estigmatizó. Numerosos testimonios coinciden en que Josefa era una mujer llamativa a ojos de los hombres; que sabía leer y escribir, y que estaba más atenta a los astros y a las plantas curativas que a las misas y a la Iglesia, algo que para algunas mentes podría acercarla a la brujería. Sacó adelante a siete hijos, la mayor parte del tiempo sola. Las pruebas forenses certifican que no se separó de sus hijos hasta el final.
Álvaro Arbina admite que no se sabe mucho más de esta mujer. “Seguro que tenía demasiado trabajo y demasiadas cosas en las que pensar. Seguro que soñaba con otras vidas, o con tiempos pasados en los que todo parecía mejor. Sin duda representaba a esas mujeres silenciadas durante décadas, que no salían de casa pero que con sus numerosas labores sostenían aquella sociedad. Y al mismo tiempo, según testimonios de familiares, también destacaba por no querer camuflarse con el resto. Por no vestir de negro o por no llevar el cabello oculto. Por no esconder la sonrisa. Por no rezar al mismo dios. Es posible que la condenaran por todo esto, Por bella, por pobre, por sorgiña y por ser ella misma”. Inevitable no extrapolar todo ello a lo que está ocurriendo hoy mismo en tantos lugares de nuestro mundo.
El autor rinde homenaje a José Mari Esparza, cuyo trabajo contribuyó a la inspección de la sima en 2016, y al historiador Fernando Mikelarena, que incluyó este crimen en su ensayo de 2017 Muertes oscuras, contrabandistas, redes de evasión y asesinatos políticos en el País del Bidasoa.
Aunque incluye muchos términos en euskera, que justifica porque en el valle de Malerreka se hablaba esa lengua y muchos no sabían hablar castellano, el autor se justifica no haberla escrito totalmente en euskera y hacerlo en castellano en que “lo más importante es el hecho de que las historias son universales”. Y esta sin duda lo es.