Juan de Oñate reabre la polémica sobre Jack el Destripador en ‘Summa Mortis’

El autor construye un nuevo relato en la estela de ‘El efecto Peruggia’

Pedro González
Por
— P U B L I C I D A D —

Cientos de investigadores y no menos de diez generaciones han tratado de desentrañar quién fue el misterioso personaje conocido en todo el mundo como Jack el Destripador. En la mayor parte de los casos, las novelas se han centrado especialmente en la trama policial y en ahondar en los bajos fondos londinenses de los que procedían la práctica totalidad de las víctimas. La identidad del primer asesino en serie de la historia nunca se averiguó con certeza. Descubrir quién estaba detrás de aquella irrefrenable pulsión por eliminar con gran efusión de sangre a las prostitutas que ejercían en el barrio de Whitechapel ha consumido el empeño de detectives, escritores, periodistas e incluso avezados documentalistas de la BBC, pero también ha apasionado a sus homólogos de muchas otras latitudes. 

Nadie sin embargo se había adentrado hasta ahora en concebir una novela en la que detrás de Jack el Destripador estuviera la mano de Walter Sickert, uno de los pintores más influyentes dentro del panorama británico en el primer cuarto del siglo XX. Hasta ahora, en que Juan de Oñate Algueró ha sacado a la palestra ‘Summa Mortis’ (Larrad Ediciones, 409 páginas). 

Licenciado en Geografía e Historia del Arte, Oñate ya nos ofreció sus cualidades para la intriga en ‘El efecto Peruggia’, a propósito del episodio del robo de la Mona Lisa del Museo del Louvre y de la implicación de Pablo Picasso en aquel delito. Ahora se sirve de las investigaciones de la historiadora Paula Fierros para tratar de demostrar que Walter Sickert y Jack el Destripador fueron en realidad la misma persona. Fierros, profesora en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Autónoma de Madrid, también ha convertido en obsesión el posible esclarecimiento de la identidad de Jack el Destripador. 

Sickert no fue un cualquiera, pese a que en la novela se le presenta como “un oscuro pintor impresionista”. Nacido en Múnich en 1860 de padres artistas, y emigrado con su familia a Londres en 1868, se convertiría en amigo y discípulo de Degas, y en fin en nexo artístico insoslayable entre Francia y Gran Bretaña cuando en París y Londres coinciden unos de los períodos de más fecunda intensidad artística de vanguardia. 

Entre agosto y noviembre de 1888 el misterioso asesino en serie liquidó a Mary Ann Nichols, Annie Chapman, Elizabeth Stride, Catherine Eddowes y Mary Jean Kelly. Scotland Yard  creyó haber dado con el destripador tras arrestar a los principales sospechosos, pero la hipótesis se desvaneció cuando entre diciembre de 1888 y febrero de 1891 aparecieron descuartizados los cuerpos de Rose Mylett, Alice McKenzie, Frances Coles y un torso cuya propietaria nunca fue identificada. Según la tesis de Oñate, Sickert vivió obsesionado con la figura del asesino en serie, lo que llevó a Paula Fierros a construir la tesis de que él y el destripador fueron en realidad la misma persona. 

Con tan suculentos mimbres Oñate arma una potente ficción, en la que introduce con toda facilidad su gran conocimiento del arte y de la competencia, los celos, las envidias y otras pasiones que impregnan el aire de ese ambiente. Le imprime un vertiginoso ritmo de thriller y un pulso narrativo favorecido por una imaginación que podría cuando menos calificarse de desbordante.  

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