De los muchos libros y publicaciones sobre la escena musical española existentes ninguno había reunido a la casi totalidad de los compositores, directores, intérpretes, afinadores y artesanos y, en definitiva, a todos cuantos están implicados en el sector de la música clásica. Sobre una idea que le bosquejó Jorge Grundman, la madrileña Almudena Alfaro ha elaborado una obra monumental, cuyo hilo conductor y el común denominador a todos son las manos, dejando los rostros en penumbra o simplemente no entrando en el encuadre.
Manos que suenan. Retrato de la escena musical española (Ed. Doce Calles, 347 páginas) acompaña cada una de sus magníficas fotografías de un texto que saca de la intimidad que logró a lo largo de las sesiones a las que sometió a sus modelos. Consigue así una perspectiva original y bastante completa de su personalidad, contemplada fuera del formalismo de los focos.
Alfaro exhibe una gran humildad, incluso excesiva, cuando reconoce que ella misma no toca instrumento alguno ni quiere hacerse pasar por escritora, y que su única arma de guerra es la cámara fotográfica que eso sí, maneja con indiscutible destreza. Lo deja plasmado por escrito y también de palabra en la presentación del libro, celebrada en el ambigú del madrileño Teatro de La Zarzuela, arropada por la mayoría de los personajes retratados. Les reconoció su contribución “gratis et amore” a la realización de la obra, y el enriquecimiento que supuso su aportación con la sugerencia de nuevos nombres, nuevas ideas, nuevos instrumentos y nuevos profesionales, desconocidos del gran público pero muy considerados en los medios profesionales.
Entre los contribuyentes tanto a la elaboración del libro como a su presentación, el crítico Arturo Reverter, una de las voces más autorizadas y competentes de la escena musical. A su juicio, la obra ofrece imágenes insólitas de manos conectadas a la música, pertenecientes a personas destacadas, especialmente distinguidas en su ámbito, todas ellas desde las que desempeñan las tareas más prosaicas, pero igualmente necesarias, hasta las más espirituales y elevadas. Integrantes en suma de una larga cadena que recorre de arriba a abajo y fundamenta una misión cultural imprescindible en la sociedad en que vivimos.
Avezada en la fotografía en color, Almudena Alfaro ha preferido en esta obra el blanco y negro, para resaltar toda la gama de ese cuarto segmento del miembro superior o torácico: las manos. Finas y estilizadas, nervudas y suaves, nerviosas y tranquilas, blancas y morenas, con y sin manchas, grandes y pequeñas, chatas y alargadas, robustas y delicadas, gruesas y delgadas, apasionadas y calmas, ágiles y pesadas… La relación de sus dueños es extensa. Como la propia autora reconoce, faltan algunos -pocos- nombres, que no pudieron encontrar el tiempo necesario para estar. En todo caso, los que están en el libro indiscutiblemente son.