“La humanidad es tan sumamente estúpida que, aunque se le avise de que está al borde del abismo, siempre se empeñará en dar un paso más. Por mi profesión he visto tantas guerras que he llegado a la conclusión de que son una espiral de destrucción imparable, que se encadenan y retroalimentan unas con otras en plazos cada vez más cortos”. El autor pone en boca del protagonista de su novela esta y muchas otras reflexiones, en un relato apasionante que atrapa al lector desde la primera página.
Para armar la trama de ‘El Mercader de la Muerte’ (Ed. Suma de Letras, 483 páginas) el uruguayo Gervasio Posadas se ha fijado en un personaje decisivo en cambiar el curso de la historia, uno de esos nombres olvidados pese a haber influido en el destino, mayoritariamente trágico, de millones de seres humanos. Basil Zaharoff (1849-1936) fue el mayor traficante de armas del mundo, consiguientemente uno de los hombres más ricos del planeta en su tiempo. Nacido griego como Basileios Zacharias en la Turquía otomana, la durísima universidad de la vida le permitió desarrollar su inmenso talento en el arte del engaño, la desinformación, la extorsión y el espionaje.
A su rapidez mental para los negocios se une su capacidad de acción y audacia para meterse en las entrañas mismas de los Estados Mayores militares y políticos de su época. Es así que logra atizar las guerras balcánicas, asociarse con el inventor de la ametralladora Hiram Maxim e influir en que los políticos españoles desdeñen el submarino diseñado y probado por Isaac Peral, un arma que hubiera tal vez evitado la aniquilación de la flota en Cuba tras el autoatentado del Maine.
Seguramente mucho tuvieron que ver las dotes amatorias de Zaharoff, que encontraría al amor de su vida en María del Pilar Antonia Angela Patrocinio Fermina Simona de Muguiro y Beruete, duquesa de Villafranca de los Caballeros, casada con Francisco de Borbón, duque de Marchena. La duquesa y su amante tenían, pues, acceso a todos los líderes políticos y autoridades militares españolas, lo que le facilitó al traficante de armas el acceso a los planos completos del submarino. Llegó incluso a intentar sobornar al propio Isaac Peral por dos veces, lo que el marino rechazaría airadamente, antes de comprobar poco después que su propio Gobierno daba carpetazo al proyecto. Por si fuera poco, Zaharoff vendería al Ejército español importantes cantidades de armas, que en gran parte se revelarían defectuosas. Y, para cerrar el círculo, conseguiría hacerse con la entonces mejor fábrica de armas del país, Euskalduna, reconvertida en Placencia de las Armas Co. Ltd.
Los estafados señores de la guerra
No serían solo altos cargos españoles los que de una manera u otra cayeron en los manejos y trampas de Zaharoff. La leyenda le atribuye haber provocado la toma de decisiones trascendentales por parte de rusos, turcos, alemanes, japoneses y norteamericanos, sin olvidar a Francia, que le concedió la ciudadanía, y a Inglaterra, que le dio el título de Sir. Aún persiste el misterio de si el hombre que se hizo rico en todas las guerras que otros iniciaron, perdió gran parte de su inmensa fortuna en la única que pudo provocar él mismo directamente: la de Grecia contra Turquía, finalizada ya la Gran Guerra, con ánimo de recuperar los territorios en los que había nacido y crecido, y que siempre consideró usurpados por el Imperio Otomano.
Gran parte de la leyenda estriba en que las memorias de Sir Basil Zaharoff nunca llegaron a ver la luz. Decenas de Gobiernos, Ejércitos, buscavidas y cazadores de recompensas pusieron todos los medios para conseguirlas. Es a partir de ahí que Gervasio Posadas construye la trama, valiéndose del periodista español José Ortega que, llegado a la burbuja del gran lujo del Mónaco de entreguerras –es 1933-, entra en contacto con Zaharoff, dueño y señor en aquel momento del Hotel de París, considerado ya entonces como el principal templo del glamur. Se pone a su servicio con un empleo tan bien remunerado como original: leer todas las noches al ya anciano mercader de armas diversos capítulos del Quijote, la obra en la que Zaharoff encuentra la complicidad y las respuestas a su larga vida, que vislumbra se apagará en poco tiempo.
Las intrigas por hacerse con sus explosivas memorias, en las que se supone descubre las debilidades de todos los grandes personajes a los que ha sobornado, componen además un thriller vertiginoso en el que se incrustan sorprendentes rasgos de humor. Valga como muestra la confidencia que el barman del hotel le hace al periodista, acodado en la barra como hacía Alfonso XIII cuando pasaba por Montecarlo: “Lo malo que tiene el exilio –le decía el monarca a Émile- es que engorda mucho”.
El mismo Émile, que le terminará revelando ser un espía de la Unión Soviética, le ilustrará sobre por qué los comunistas siempre se valen de los tontos útiles: “Como dice el camarada Stalin, no hay peores enemigos que los burgueses de izquierdas. Cuando acabemos con ellos, nos ocuparemos de la derecha”.
Sin duda un libro que dará que hablar, y que ya perfila aún más al personaje del periodista José Ortega, al que ya diera vida en ‘El mentalista de Hitler’ (2016).