Por qué Putin ansía tomar Kiev

Funeral vikingo de Ígor de Kiev en el Rus de Kiev. Cuadro de Heinrich Semiradzki (1845-1902).
Abel Cádiz
Por
— P U B L I C I D A D —

Una de las justificaciones que proclama Putin para su invasión de Ucrania es que forma parte de Rusia.

Por ello he creído útil extraer un breve resumen del capítulo que dediqué, en La historia del poder, al nacimiento de Rusia como nación en el siglo IX cuando, en lo que hoy es Europa occidental, el celo de los monjes cristianos había conseguido llevar el Evangelio hasta Noruega. Más al norte se sabía de vastas y frías regiones con tribus agresivas que arramplaban con cuanto podían en ataques a pequeños poblados y monasterios fronterizos.  Nada que amenazara al Imperio de Ludovico Pío, predecesor de Carlomagno.

Algunas de esas tribus habían evolucionado hacia el comercio fluvial y marítimo que tenía su centro en Kiev. Lo que originariamente había sido un gran mercado de tiendas de telas y pieles se convirtió en población asentada en la que empezó a emerger el poder de un noble de origen vikingo llamado Ígor, que actuó en Kiev como un reyezuelo sobre tribus circundantes, a las que convirtió en tributarias. En una acción recaudadora ante los drevlianos, que ocupaban territorios de la actual Ucrania, Ígor fue asesinado y su viuda Olga, pasó a ser regente, con un hijo de tres años. El pequeño reino corría el riesgo de desaparecer.

Pronto tuvo que soportar Olga la presión de los que habían asesinado a su marido. El líder drevliano le ofreció matrimonio. Solo casándose con él estaría segura. Para persuadirla le envió una comitiva, no eran más de veinte y Olga los recibió y trazó su plan poniéndolos en prisión, mientras enviaba un mensajero al pretendiente para hacerle saber que estaba bien dispuesta. Le invitaba a que la visitara con sus nobles. Nada más llegar, les ofreció un banquete y los hospedó en un recinto preparado como trampa. Lo que siguió luego fue ordenar incendiarlo haciendo que todos murieran. Eliminados los jefes, no le costó destruir a la tribu enemiga. Todo aquello le proporciona paz y fama, lo que dio lugar a ser invitada a Constantinopla por el emperador.

La llegada de Olga fue acogida con exquisito ceremonial. La majestad del anfitrión y su deferencia la cautivaron. Siguió luego la dulzura del patriarca cristiano, contemplar la belleza de Santa Sofía con imágenes y pinturas de Jesús, de la Virgen, de los ángeles alados. Todo ello hizo que la pagana Olga recabara el bautismo para sí y para sus treinta y ocho doncellas. Varios de sus ministros y potentados que la acompañaban aceptaron compartir el sacramento. En su viaje de regreso a Kiev una pléyade de religiosos, elegidos por su elocuencia, viajó con ella. La reina confiaba en que el relato cristiano hiciera abrir los ojos de sus súbditos. ¡Era tan grande la diferencia con las toscas creencias de su pueblo ignorante! Pero Olga era una mujer, y su fiera venganza por la muerte de Ígor no cambió la percepción de sus bárbaros súbditos. Y el hecho histórico es que fracasó en el empeño de cristianizarlos.

Su hijo Sviatoslaf era un guerrero que vivía en constante tensión militar. Sus campañas eran rápidas, pues iban ligeros de equipamiento ya que los caballos les servían de alimento. Así había incrementado su territorio. Cuando falleció, dejó el reino dividido entre dos hijos y tras la consabida guerra entre los hermanos, el poder quedó reunificado en el segundo, llamado Vladimiro, nieto de la cristianísima Olga, pero a la que él no siguió en su conversión.

Tuvieron que pasar varios años hasta que, tras muchas concubinas y una primera esposa, concertara el matrimonio con Ana, hermana del emperador de Constantinopla. Al poco tiempo, la semilla que pudo sembrar en él su abuela Olga, así como la influencia de su nueva esposa, le impulsaron a recibir el bautismo en el año 988 y a convertirse en adalid de la cristiandad. Con la misma pasión con la que había extendido su dominio construyendo templos paganos, pasó a destruirlos y edificar iglesias. Un edicto que nadie podría desobedecer, so pena de ser considerado enemigo de Dios, convirtió Rusia al cristianismo. El celo religioso le llevó a desenterrar a sus dos hermanos, para santificar sus huesos con un bautizo póstumo que les eximiera del pecado original que, sin ellos saberlo, arrastraron en vida.

Cuando Vladimiro falleció, su cuerpo fue dividido en reliquias que se entregaron a las iglesias para ser veneradas. El hecho de que Rusia se incorporara a la cristiandad fue una de las razones por las que fue canonizado y los creyentes ortodoxos tienen la oportunidad de rezarle hoy como San Vladimiro y que, desde Catalina la Grande, la orden de San Vladimiro sea una condecoración equivalente a la Legión de Honor que Napoleón creó en Francia.

Las glorias pasadas de Rusia deslumbran a Putin, que tuvo una infancia llena de carencias y si logró entrar en la KGB fue gracias a sus excelentes notas de estudiante. Estaba destinado en Alemania del Este cuando cayó el Muro y vivió con desconcierto el desmembramiento de la URSS. Incorporado al equipo del presidente Boris Yeltsin, se ganó su confianza, al punto de ser nombrado primer ministro y hacerse en poco tiempo con el poder total. Un suceso clave en su popularidad fue la guerra de Chechenia que inició en 1999 y concluyó dejando más de cien mil muertos en los diez años que duró. Putin es ahora septuagenario, padre de dos hijas, cuyo futuro parece subordinarlo a su deseo de recuperar lo que fue una Rusia imperial. ¿Cuántas vidas está dispuesto a sacrificar para lograrlo? La historia prueba, trágicamente, cómo puede alterar o destrozar una época la actuación de alguien que detente un poder absoluto.


FOTO: Funeral vikingo de Ígor de Kiev en el Rus de Kiev. Cuadro de Heinrich Semiradzki (1845-1902).

1 Comentario

  1. Excelente y necesario artículo para conocer lo que es y representa Ucrania para el pueblo ruso, fuera de interpretaciones parciales del conflicto actual. Enhorabuena.

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