Este es el lema con que se manifestaban esta mañana de sábado por el centro de Madrid un numeroso grupo de personas. Sobre todo, mujeres de diferentes edades, con la cara pintada con símbolos femeninos y unas pequeñas pancartas reivindicativas. Me he acercado a una de ellas porque no se entendía bien el grito y me ha aclarado lo que figura como titular de este artículo.
Me he preguntado qué es lo que hace que apenas un ciento de personas se autoconvoque para salir a dar un paseo por la Gran Vía gritando tal consigna de la que, la mayoría de ellas ignora su significado. He preguntado a mi interlocutora y se ha encogido de hombros. Ella simplemente se ha apuntado a una “mani” porque se lo han dicho unas amigas también presentes, todas ellas ya jubiladas. Su motivación es la incorporación a una actividad grupal que les hace sentirse más jóvenes y revolucionarias, pero incapaces de profundizar en el “slogan” que gritan.
Les he preguntado por ello y ninguna tenía pajolera idea sobre la forma en que iban a “quemar el feminismo liberal”. Era lo que oían a las demás. Muchas de ellas jóvenes (etapa secundaria) que tampoco podían responder a tal pregunta. Simplemente han encontrado una vía para “socializar” a través de las “redes” (ojo al significado de la palabra “redes”) y un objetivo de lucha: “somos las feministas”. Inútil preguntarles lo que saben sobre “feminismo” o su historia porque no han leído un libro en su vida y responden como la campana de Pavlov a estímulos predeterminados. Menos aún si se han leído la Constitución y entendido el principio de “igualdad”.
Lo terrible es que hablan de violencia (quemar), odio (sin saber a quién en concreto), y destrucción de algo que no saben qué es o en qué consiste, con la misma frivolidad con que pueden gritar en los conciertos-masa de sus ídolos musicales. Ni siquiera son capaces de distinguir situaciones porque la palabra “responsabilidad” no está en su léxico habitual, tal como ocurría en los años 70 del pasado siglo con el movimiento “hippy” que, finalmente, se diluiría con la edad (“la juventud es una enfermedad que se cura con el tiempo”). Hoy, esas mismas jóvenes (o debería decir “jóvenas”), al igual que otras generaciones anteriores, creen ser las primeras revolucionarias del mundo mundial, cuando en realidad son carne de cañón de un sistema globalizador de los “poderes salvajes” (Ferrajoli) del mundo, del capitalismo salvaje manejado por apellidos ilustres a través de una supuesta “izquierda progresista” que hace políticas “neoliberales” al servicio de personajes como el Sr. Soros.
Me he referido ya en alguna ocasión al estupendo ensayo del sociólogo alicantino Juanma Agulles “La vida administrada.Sobre el naufragio social” en el que utiliza la metáfora de la “Moby Dick”, el buque ballenero “Pequod” y su capitán obsesionado en la persecución de una mítica ballena blanca llamada “progreso” en las sociedades industriales: “una exitosa conquista que soborna nuestras conciencias, para que no nos preguntemos sobre qué ruinas se alzan los cimientos de nuestra civilización. Cada vez que cedemos una parcela de libertad con el fin de obtener algún tipo de seguridad o mantener cierto nivel de vida, bienestar o desarrollo, danos un paso más en la consolidación de nuestra servidumbre contemporánea”. Es nuestra libertad, nuestra diversidad intelectual e independencia lo que está en marcha. Quizás un día esas jóvenes manifestantes y esas otras devenidas en jóvenes a golpe de gritos de coro, se darán cuenta de ello, pero quizás también entonces será demasiado tarde.
“Vamos a quemar” es la motivación y el objetivo de quien destruye sin saber bien qué construir en su lugar. En otro artículo hacía referencia a la obra de Bradbury “Farenheit 451” que, desde la distopía fantástica, iba desplazándose a nuevas formas de destrucción de lo anterior, materializado en la memoria bibliográfica de los libros. La cultura verdadera está siendo sustituida por los mensajes de “whatsapp”, por los lemas ignorantes sobre lo que es y significa el feminismo a través de la Historia. El sistema tiene todos los recursos y medios para convertir y subvertir sociedades enteras Los medios de comunicación son una fuente de adoctrinamiento seguro, el sistema educativo es otro (“nuevos y más poderoso instrumentos de adoctrinamiento están ya al alcance de cualquiera en las sociedades industrializadas y, para la contención de aquellos inempleables, ya se han arbitrado las medidas represivas necesarias. (Agulles)”-.
En esta ocasión el feminismo liberal (que nadie sabe en qué consiste) ha sido el motivo de que unas ciudadanas (no había ningún hombre), se hayan lanzado a la “quema” del mismo sin saber cómo hacerlo. Han cumplido su papel utilitario al servicio de unos intereses que se les escapan (ignorancia utilitaria) y, al finalizar la incursión urbana, cada mochuelo ha vuelto a su olivo. En muchos casos a la relación con “novietes” masculinos, en otros a atender a sus maridos “Me voy, porque el pobre Pepe se ha quedado solo…”.