Casi ha pasado desapercibido, pero es seguramente uno de los más gigantescos proyectos de transformación de una parte al menos de la Unión Europea. Se trata de lo que han acordado en la ciudad portuaria de Ostende, en Bélgica, los jefes de Estado y de Gobierno de Alemania, Dinamarca, Países Bajos, Francia, Irlanda, Noruega, Reino Unido, Luxemburgo y la propia Bélgica: una megacentral eólica en el Mar del Norte, compuesta por el despliegue masivo de aerogeneradores marinos, con una capacidad de producción superior a los 300 gigavatios de electricidad en 2050, o sea el consumo de energía eléctrica de 300 millones de hogares.
Inicialmente, el proyecto agrupaba solamente a alemanes, daneses, belgas y holandeses, a los que se han adherido ahora los otros cinco gobiernos, entre ellos el Reino Unido y Noruega, ahora unidos a la UE por acuerdos distintos a los de su integración plena. Que haya sido rubricado al máximo nivel por los nueve países, con asistencia y bendición correspondiente de la presidente de la Comisión Europea, Ursula Von der Leyen, lanza un potentísimo mensaje, según el cual la UE ha emprendido un camino de no retorno hacia las energías renovables, tanto para desasirse de la perniciosa dependencia del gas y petróleo de Rusia como de la energía fósil en general.
La inversión económica que requiere semejante megaproyecto es de nada menos que 800.000 millones de euros, que contarán tanto con financiación europea como de los propios países firmantes, cuya aportación estará en función de la electricidad que consuman. Se estiman asimismo en 250.000 la creación de puestos de trabajo especializados para construir, situar y conectar la colosal red de aerogeneradores, que experimentarán asimismo un importante salto cualitativo en la investigación y desarrollo de esta energía. Además, toda la red estará conectada a las de los nueve países firmantes, incluido Luxemburgo, que aunque no dispone de litoral marino ha sido asimilado a la condición de “país ribereño”.
Como todo megaproyecto, no todo es de color de rosa, y habrá de vencer no pocas resistencias para su conformación y puesta en marcha definitiva. La primera y más importante, conseguir la capacidad industrial suficiente para la construcción de los aerogeneradores. Baste decir que actualmente esa capacidad permitiría incorporar unos 7GW al año, y si se quiere alcanzar al objetivo deseado la cifra debería remontar hasta los 22GW por año. Hay por tanto mucho trabajo por hacer. El segundo gran problema será el choque con los grupos ecologistas y con los que viven de la pesca, que ya han anunciado una lucha sin cuartel contra el proyecto, por estimar que los aerogeneradores perturban gravemente el ecosistema marino, con especial influencia en la pesca, tanto la artesanal como la industrial. De hecho, ya se están produciendo protestas en Francia, que proyecta una gran plataforma eólica marina en Dunkerque, y en Bélgica, cuya isla artificial a apenas diez millas de Ostende, y que será uno de los pilares fundamentales del megaproyecto, debería empezar a construirse el próximo año.
Tanto el anfitrión para la firma del acuerdo, el primer ministro belga Alexander De Croo, como el presidente francés, Enmanuel Macron, preconizaron poner en marcha una intensa labor de pedagogía y de diálogo con los sectores afectados, para convencerles de “las innegables bondades de la puesta en marcha de un megaparque eólico que convertirá a la UE en el líder mundial de la producción eléctrica mediante esta tecnología”. Por otra parte, el proyecto será híbrido, es decir producirá también hidrógeno verde, el combustible limpio llamado a ocupar un papel decisivo de sustitución de las energías más contaminantes.
El mar del Norte, que ha multiplicado la prosperidad de Noruega y el Reino Unido especialmente, merced a sus importantes yacimientos petrolíferos puede operar ahora una transformación decisiva hacia la producción de una energía mucho más limpia, teniendo en cuenta además sus óptimas condiciones físicas: poca profundidad uniforme de sus aguas y vientos constantes sobre su superficie.
Ese norte rico y próspero de Europa está, pues, claro que está dispuesto a mantener su liderazgo en un elemento tan crucial como el de su producción y abastecimiento energético. Buen ejemplo, que debería servir de acicate a los países del sur de esa misma Europa para que quizá hicieran lo mismo con su propia y abundante fuente de energía de su territorio, el Sol, e implemente la investigación, desarrollo e implantación e interconexión de la misma. También, con sus correspondientes reticencias y resistencias, como ya se está viendo en no pocos territorios de ancestral tradición agrícola. Pero, nadie dijo que fuera fácil.