Marina Abramović

Premio Princesa de Asturias de las Artes 2021

Marina Abramovic
Juan Laguna
Por
— P U B L I C I D A D —

Considerada como la artista más representativa del “performance” o arte del espectáculo artístico trascendente, ésta mujer serbia nacida en Belgrado en el año 1946, recibía hace poco el premio de referencia, como reconocimiento —según el jurado — “a su valentía en la entrega al arte absoluto y su adhesión a la vanguardia”, algo que es indiscutible tras haber pasado a lo largo de su vida por situaciones que la colocaron casi a punto de morir.

Lo que queda por dilucidar en este mundo de “ismos” y espectáculo, es si la obra de Abramović, sus “performances” atrevidas y arriesgadas, surgían de la sinceridad de la artista o eran la deriva hacia la “originalidad” del espectáculo para un público bobalicón que aplaudía y compraba (eso es básico) en directo o en grabación cada una de sus actuaciones que (como en otros muchos casos bendecidos por el dinero), ha ido derivando desde la negación de la belleza hasta lo repulsivo, lo soez y, como en este caso, el riesgo gratuito.

Es el “progreso” dirán los muchos vividores que se alimentan de ello, pero no podrán nunca aclarar (como en política) a qué progreso se refieren en concreto, dejando el término en esa nebulosa que cada cual entiende como prefiere. De esta forma todo cabe en ese “cajón de sastre” que llamamos “modernidad”, donde nadie quiere que se le tilde de retrógrado o antiguo y donde todo vale desde la simpleza de la definición de “arte” que hacía Warhol: “Arte es todo aquello que el artista dice que es arte”.

Si Abramović es la sacerdotisa del “performance” en la comunidad artística del pasado siglo XX, hubo otros que rivalizaron con ella en este tipo de “monólogos gestuales” con los que —al parecer— se trata de transmitir mensajes áulicos de especial gravedad e importancia para la Humanidad, pero que la mayoría de las veces no pasan de ser un exhibicionismo personal.

Por esas fechas (década de los 70) un joven vestido de camarero recibía a los visitantes en la galería Hanson Fuller de San Francisco, ofreciendo café que servía en una taza de color blanco. Ninguno de los visitantes se dieron cuenta de que eran utilizados en una “performance” del artista conceptual Chris Burden, donde la taza en cuestión llegó a venderse por la cifra de 24.000 dólares al haber sido divinizada por la mano del artista. El crítico de arte James Gadner decía en su libro “¿Cultura o basura?” lo siguiente referido a la obra de Burden: “Y sin embargo, bien debido a un exasperante masoquismo o bien debido a inestabilidad mental, Burden en sus performances se ha infligido tanto daños físicos como psicológicos en nombre de su arte”. Ya en 1974 su obra “Atravesado” consistía en ser crucificado sobre un coche Wolkswagen. En 1971 se encerró en una taquilla del vestuario de la Universidad de California, permaneciendo allí durante cinco días. . En 1974 se tumbó sobre una escalera de cemento en la feria de Basilea, que bajó rodando a base de recibir patadas. En 1973 se aplicaba al pecho dos cables eléctricos que le hicieron quemaduras… Su “obra” más conocida es el disparo que un amigo suyo le hizo en la galería “F.Space” de Santa Ana (California).

¿Arte o exhibicionismo masoquista para asombrar a un público ignorante? Otro ejemplo nos lo brinda el austríaco Hermann Nitchs que, hacia fines de los años 60 empezó a colaborar con los artistas de “Aktionen” pioneros el llamado “body art” o arte del cuerpo, cuyas “performances” en su castillo de Prinzendorf, consistían en ceremonias y rituales que incluían el sacrificio de algún animal y un baño de sangre en el que sumergirse entre los desechos del mismo. Las fotos de estas excentricidades, se vendían hasta hace poco en Nueva York al precio de 2.000 dólares.

La galería Ronald Feldman en 1989 mostraba la cruda realidad de estas exhibiciones con una dedicada a Joseph Beuys, líder del movimiento “Fluxus”, consistente en varias vitrinas llenas de objetos variados: un periódico viejo, unas botas viejas, huesos de venado, algunas piedras, pedazos de cuerda y hasta dos recortes de uñas del dedo gordo del pie. Este conjunto de objetos se vendía por 3.000.000 de dólares al incauto más disponible. Quizás algún museo… Ya tenemos otra motivación artística: dinero puro y duro justificado por el hecho de haberse ungido tales banalidades por la mano del mesiánico artista. Hay una amplia nómina de casos parecidos como la recientemente galardonada Marina Abramović, cuyo historial sintetizamos a continuación.

Sus primeras “performances” recibían el título de “Ritmos” debidamente numerados como el “número 10 (1973)” consistente en ir clavando un cuchillo en forma rápida entre los dedos de sus manos; el “nº 5 (1974)” era una estrella de fuego en el suelo, en la que ardían las uñas (¡que manía!) y el cabello que previamente se había cortado la artista colocada en el centro de la hoguera; en “Ritmo 2” consume psicofármacos que la convulsionan o la inmovilizan… El más conocido quizás sea “Ritmo 0” que cierra esta serie, consistente en permanecer inmóvil durante seis horas expuesta a las acciones que el público asistente deseara hacer con ella, utilizando hasta 72 objetos previamente preparados: látigo, cuchillo, hacha, tijeras, martillo, clavos o pistola junto a libro, pan, zapatos, vino, peine, periódico, sal, etc. Dice ella misma que se sintió violada.

Durante su residencia en Amsterdam, estuvo unida a otro artista del mismo género —Uwe Laysiepen— con el que compartió “performances” a dúo, como correr alrededor de una sala de exposición “Relation in Space” o conducir un automóvil dentro de un museo hasta completar 365 vueltas, mientras echaban una especie de alquitrán para formar una escultura “Relation in movement”. En “Death self”, unieron sus labios respirando el aire expedido por el otro hasta perder el conocimiento por falta de oxígeno a los 17 minutos… (¡ojo a las mascarillas!). El final se consumó en la Gran Muralla de China caminando cada uno desde un extremo hasta encontrarse en el centro (lo mismo hubiera sido si lo hubieran hecho por cualquier otro camino o carretera, pero faltaría el aura de lo artístico).

En el año 2013 la cantante Lady gaga se retiró a la casa de la artista para un retiro físico y espiritual de tres días, meditando, gritando hasta perder la respiración, sin comer apenas… La venta del vídeo resultante sirvió para financiar el centro dedicado a Abramović. Todo ello a la mayor gloria del mundo del arte: “Es todo lo que tiene que ver con el arte, exceptuando el arte mismo. Es la empresa que patrocina la muestra que causa sensación, el crítico que le echa incienso, el experto que autentifica, los ricos que la compran (incluidas instituciones públicas y privadas), la empresa que la asegura, la empresa que hace el montaje… También hay sitio para las “groupies” y los colgados, para los snobs y los filisteos, para intelectuales y sus imitaciones…” según Gadner.

Estos son los hechos. Que cada cual saque sus conclusiones.

1 Comentario

  1. Habría que añadir lo que la historiadora del Arte Pilar Baselga recoge en su libro: «Arte,profanación y magia negra» sobre las conexiones de la premiada con los hermanos Podesta, uno de ellos asesor de Clinton y Obama y jefe de campaña de Hillary, y lo que era -por ejemplo- una cena «Spirit Cooking» en casa de la artista, siguiendo recetas de Aleister Crowley, (recogida en los correos de WikiLeads). O, más a mano, entrar en las simplezas de los «talleres» de Mónica Abramovic Institute (hay videos como «Cleaning the house» (limpieza de la casa) con diferentes aspectos del programa de cinco días para snobs ricos que desean «purificar» su cuerpo.
    Un saludo.

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