“Corresponde al rey… el alto patronazgo de las Reales Academias”
Artº 62 de la C.E.
Esta es la mención específica en la Constitución Española al conjunto de RR.AA. que forman el Instituto de España como órgano consultivo al servicio del Estado, mantenidas en los presupuestos públicos del Estado e integradas por los llamados “académicos” o personas cuyo prestigio intelectual o científico resulta acreditado.
Para el ciudadano normal resultan totalmente desconocidas, tanto en el trabajo académico que desarrollan, como en el interés del mismo para la sociedad a la que sirven (o deben servir) a la soberanía nacional y el Estado, cuyo alto patronazgo o responsabilidad reposa en la figura de Felipe VI, también Jefe del Estado.
Genéricamente están definidas como “instituciones españolas de investigación y divulgación cultural, científica y artística, procedentes en buena parte de la Ilustración, al amparo de la Corona de España” y constituyen la piedra angular sobre la que se construye la cultura, la ciencia y el pensamiento.
En el Instituto de España se acoge un total de sesenta y dos RR.AA. de las cuales se consideran centrales doce de ellas (de la Lengua, de Historia, de Jurisprudencia y Legislación, de Farmacia, de BB.AA. de S. Fernando, de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales, de Ciencias Morales y Políticas, de Medicina, etc.etc.). Las cincuenta restantes estarían distribuidas en las regiones, provincias y ciudades de la Geografía Nacional dedicadas a fines científicos, artísticos y de estudios locales.
En cada una de ellas se integra un número variable de académicos, con una estructura orgánica y una actividad definida por los respectivos reglamentos.
Pues bien, cuando las circunstancias políticas y sociales en que está inmersa la sociedad española, que van desde las pandemias de salud (SARS CoV-2), hasta la manipulación política de las ciencias físicas y naturales (cambio climático o géneros) o las crisis económicas debidas a pretendidas “salvaciones del planeta” (CO2) que están llevando a la ruina y la miseria a todos los no “apesebrados” en los presupuestos públicos; cuando el imperio de la ley o el Estado de Derecho es un caos juridico y las instituciones están al servicio de ideologías distópicas y aberrantes, el pueblo español necesitaría saber y conocer lo que opinan sus órganos civiles más prestigiosos y su responsabilidad en las consecuencias finales de esta deriva suicida del mundo supuestamente civilizado.
La respuesta es un silencio clamoroso de este mundo académico en el que ha depositado su confianza la ciudadanía que, al parecer, no quiere entrar en polémicas científicas, cuando las ciencias sólo tienen sentido en la polémica y el debate riguroso.
Por otra parte tampoco parece que el “alto patronazgo” de las RR.AA. se sienta concernido y exija la opinión objetiva y rigurosa de los órganos académicos correspondientes ante la manipulación científica, la desinformación mediática y la inseguridad de la población. Silencio, sólo silencio…
La interesante película “El silencio de los corderos”, si bien se refiere a otras cuestiones del género de “suspense” psicológico, podría definir claramente las actitudes de una buena parte de la sociedad. En unos casos ese silencio estaría comprado por los presupuestos públicos de una u otra forma y estaría basado en el egoísmo personal de cada uno. En otros, la cobardía y la mezquindad parecen presidir el silencio y la puesta de perfil de los responsables institucionales. En otros, la clara complicidad con quienes diseñan y gestionan los sistemas políticos obliga a la “omertá”. Al final serán esos inocentes y sufridos “corderos” quienes pagarán el sacrificio exigido por las nuevas religiones impuestas por intereses espurios.
También tiene interés esa “Psicología de las masas” de Gustave Le Bon a la que ya hemos hecho referencia en otros artículos, que parece obligar al individuo a someterse a un pensamiento y comportamientos colectivos, por muy ajenos que sean a su propio criterio u opinión personal y sin que exista coacción alguna para su adaptación grupal, sólo pasar desapercibido y evitar el riesgo (un atavismo animal comprensible).El miedo es libre y la responsabilidad siempre será de otros.
Recientemente, el día 11 de julio, ha salido a la luz en “Libertad Digital” M.Llamas) un informe del prestigioso climatólogo neozelandés Vincent Gray que desde 1990 había trabajado en el seno del IPCC (Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático) con el título “Sesgando el clima” en el que se afirma: “He sido un experto evaluador del IPCC desde 1990. El IPCC se ha distinguido por proporcionar pruebas de que el clima de la Tierra ha sido dañado por los cambios en las concentraciones atmosféricas de gases de efecto invernadero. Sin embargo esta afirmación es falsa”. La realidad y evidencias científicas han sido distorsionadas e hiladas para apoyar una campaña mundial”. El objetivo de la conferencia de Brasil de 1992, sería convertir la teoría del cambio climático en un arma para empobrecer el mundo. Los informes de IPCC son elaborados respondiendo al interés de los gobiernos que los patrocinan… por lo que tales informes eliminan las conclusiones del propio IPCC que cuestionan el origen antropogénico del calentamiento global”.
En el informe del Dr. Gray se incluyen las secciones en que tales conclusiones contrarias a las tesis precocinadas, han sido modificadas o eliminadas, por lo que el autor considera que “el IPCC es fundamentalmente corrupto ya que sus miembros actúan bajo premisas corruptas.”
Por todo ello nos preguntamos de nuevo por el papel de nuestras RR.AA. en el seno de la sociedad que permanecen ajenas a este debate.