Se han cumplido ya cien años del Manifiesto del Surrealismo, en el que el escritor francés André Breton incluyó sus postulados y se erigió en el cohesionador del grupo de artistas que lo conformaron en París.
El férreo control que impuso desde la capital francesa, que lo era también de las vanguardias artísticas, motivó tanto el distanciamiento de algunos como la reinterpretación del movimiento.
Ahí están casos como el de Salvador Dalí o los surrealistas belgas para demostrarlo, a los que cabe unir los grandes artistas opacados por el “centralismo” parisino, entre los que cabe incluir a la pléyade de mujeres, inicialmente “bellas sin nombre”, y cuyo talento es progresiva y tardíamente reconocido ahora.
Todo ello se muestra en la magna exposición inaugurada en la Fundación Mapfre en Madrid, coincidiendo con el cincuentenario de su existencia. Una exposición de envergadura, que solo ha sido posible gracias al generoso préstamo de obras por parte de setenta y cinco importantes instituciones y colecciones particulares, desde los museos Pompidou y Picasso de Paris, al Art Institute of Chicago y el Museo Latinoamericano de Buenos Aires, pasando por el Peggy Guggenheim de Venecia, la Tate de Londres o el MOMA de Nueva York. Y, sobre todo, bajo la batuta de la comisaria, la académica y catedrática Estrella de Diego. Esta autoridad indiscutible del surrealismo habla del “canónico, el vinculado a uno de los más extraordinarios escritores franceses, André Breton”, pero también de “otros surrealismos”, los nacidos en la periferia de aquel foco que era París. Y señala a España y América Latina como casos particulares, y que además cuentan con rasgos propios, al igual que el de los artistas belgas, los primeros en rebelarse contra la primacía de Breton.
A lo largo del recorrido, la exposición muestra la obra de los grandes artistas vinculados desde siempre al movimiento (René Magritte, Max Ernst, Salvador Dalí, Paul Delvaux o Yves Tanguy), pero también el trabajo de otros creadores no tan conocidos, tales como Nicolás de Lekuona, José Alemany, Maud Bonneaud, Ángel Planells, Joan Massanet, Delhy Tejero o Amparo Segarra.
Un caso similar al de España es el de gran parte de América Latina, donde más allá de México, países como Argentina o Brasil, en muchos casos centros de acogida de artistas que escapaban de la Guerra Civil española o del nazismo, propusieron interesantes lecturas “surrealizantes”. Ahí están obras significativas de Raquel Forner, María Martins, Horacio Coppola, Antonio Berni, Lino Enea Spilimbergo o Grete Stern.
Mención especial merecen las mujeres más alejadas de París, epicentro del surrealismo, que la exposición quiere reivindicar: Gala, que tomó el apellido de su compañero, Salvador Dalí, Remedios Varo, Leonora Carrington, Jane Graverol, Toyen, Rita Kernn-Larsen, Ithell Colquhoun, y sobre todo Maruja Mallo, “el nombre que destacaría como más sobresaliente de las grandes largo tiempo olvidadas”, según el juicio categórico de la comisaria De Diego.
La exposición, que se abre con el “Armario surrealista” de Marcel Jean, se divide en tres grandes bloques temáticos. El primero presenta la tesis de la muestra a través del estudio de diversas lecturas del surrealismo, determinadas por la cercanía o lejanía de los postulados de André Breton.
A partir de aquí, se propone una reflexión sobre los grandes temas y estrategias que preocuparon al grupo: el sueño, el deseo, el automatismo psíquico, las relaciones con la naturaleza, la nueva visión de la ciudad, el cosmos y la alquimia. Son estos algunos de los ingredientes de este movimiento, literario en origen, que se extendió internacionalmente a casi todos los campos de las artes visuales: la fotografía, el cine, la pintura, la escultura…
Una muestra de este nivel merecía el correspondiente catálogo, una obra para guardar y deleitarse, en el que la misma Estrella de Diego reflexiona sobre las ideas clave del proyecto y sobre la recepción del surrealismo en España, junto con otros especialistas como Diana Weschler, de la Universidad de Buenos Aires, o Isidro Hernández, conservador jefe del TEA de Tenerife. Una cuidada publicación, que cuenta con la participación de la directora de cine Isabel Coixet, y en la que se insertan muy fieles reproducciones de todas las obras expuestas.
Es el colofón a este homenaje al surrealismo, al tiempo que revisa, con la claridad que otorga el paso del tiempo, la dispar recepción y reinterpretación de los postulados de Breton en los distintos lugares y entre los distintos artistas que se adhirieron al movimiento. Lecturas diversas que dieron lugar, por lo tanto, a “otros surrealismos”.
La exposición, que podrá visitarse hasta el 11 de mayo, viajará después a la Hamburguer Kunsthalle de Hamburgo y al Philadelphia Museum of Art de la ciudad de Pensilvania.
