El día que pudo cambiar el curso de la II Guerra Mundial

La Traductora, una novela de espionaje en torno al encuentro que sostuvieron en Hendaya Franco y Hitler

Pedro González
Por
— P U B L I C I D A D —

Después de leer, o devorar literalmente La Traductora (Ed. HarperCollins, 314 páginas) no me cabe la menor duda de que tan magnífico relato tendrá su versión más pronto que tarde en alguna obra cinematográfica. El texto, elaborado a cuatro manos, por José Gil Romero (Las Palmas de Gran Canaria, 1971) y Goretti Irisarri (Vigo, 1974) lo está pidiendo a gritos, tal es la potencia narrativa de esta pareja que, en la línea de Roberto Bolaño y A.G. Porta, perpetraron guiones de cine antes de escribir al alimón sus novelas.

Los antecedentes y contexto en los que se desarrolla la trama son bien conocidos: En 1931 cae la monarquía española y se instaura la II República. El rey Alfonso XIII parte hacia el exilio. En 1936, el levantamiento de un grupo de militares contra el Gobierno republicano da paso a una guerra civil que durará tres años. En España, el nuevo régimen del general Franco comienza la represión sobre el vencido que traen consigo todas las victorias. En Europa, Adolf Hitler arrastra a otros países hacia un conflicto internacional. El 23 de octubre de 1940 el general Franco se traslada desde San Sebastián hasta Hendaya en tren para mantener una reunión secreta con Hitler. El tren que transporta la comitiva llega unos minutos tarde a la cita. Nunca se da explicación oficial del retraso. En esta novela, de la mano de la traductora Elsa Braumann, del coronel Bernal y del relojero Eduardo Beaufort, se aventura lo que ocurrió en esos interminables y dramáticos ocho minutos.

Tras ese conciso y dramático prefacio que abre la novela, el relato adquiere pronto una velocidad de vértigo en la descripción de la peripecia en la que la Seguridad de Franco involucra a una modesta mujer hispanoalemana, que sobrevive entre las miserias de un país exangüe, dividido y amputado de una parte de su ser, muertos, heridos o exiliados una parte importante de sus hijos.

La misión oficial que se le encarga a la traductora se verá sumamente alterada cuando Elsa Braumann será amenazada para que se involucre en una operación de contraespionaje: dispondrá de tres minutos para robar ciertos documentos a Franco en el tren que les llevará a Hendaya.

Que la salida de la novela coincida con el aniversario de aquella Conferencia junto a la frontera franco-española es un buen aliciente para ahondar en el contenido de la misma, aún hoy con bastantes incógnitas sin aclarar, más allá de la limitada participación española en la guerra a través de la División Azul,  y de las exigencias alemanas respecto de los minerales estratégicos españoles en pago a los suministros a Franco para ganar la Guerra Civil.

A Gil Romero e Irisarri les sale una novela trepidante, pero a la vez emotiva, que recorre la primera posguerra con una mirada singular, en donde el contexto se enriquece con un maravilloso canto al cine, a la literatura y a la libertad de expresión. Son aportaciones originales a una trama en la mejor tradición de las novelas de espionaje, donde pareciera adivinarse la mirada complaciente de un John LeCarré o un Graham Greene.

Y, como en toda novela histórica que se precie, los autores prestan una gran atención a los sentimientos amorosos que los principales protagonistas de la trama experimentan, con los riesgos inherentes que conllevan en las misiones de espionaje.

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