La Casa Árabe de Madrid ofreció un epílogo anticipado de la gran exposición que hasta el próximo 27 de septiembre ofrece el Museo Reina Sofía. Es quizá una de las aproximaciones intelectuales de mayor altura a nuestro vecino del sur, y una de las mejores muestras posibles para romper los clichés que en la ribera norte del Mediterráneo campean aún con respecto a la orilla de enfrente.
Abdellah Karroum, comisario de esta magna exposición, es actualmente el director de Mathaf, el Museo de Arte Moderno de Doha. Tiene especial interés en comprobar la huella que dejará la exposición que con tanto mimo ha preparado para Madrid, a la que califica del mayor esfuerzo de aproximación artística de Marruecos a Europa.
Para el visitante u observador europeo constituye en efecto una verdadera sorpresa descubrir artistas de la talla de Mohamed Larbi Rahhali, Farid Belkahia, Miloud Labied o Fouad Bellamine. Sorprenderse ante la proximidad del modernismo de Chaibia Talal, Mohamed Drisi o Fátima Hassan, que no olvidan sin embargo sus raíces en la fusión de sus insólitas creaciones. O aproximarse a autores como Mounir Fatmi, que funde en su cuadro ‘Al-Jazeera’ o su escultura ‘500 metros de silencio’ la emergencia de un arte pegado al grito de la calle. Una sala entera dedicada al díptico ‘Adán y Eva’ de Soukaina Joval o el gigantesco mural ‘Fantasía’ de Yassine Balbzioui asombran por su vanguardismo, lo mismo que instalaciones como ‘Las urnas’ de André Elbaz.
Karroum divide la exposición en tres periodos: de la transición a la independencia (1950-1969), los años de plomo (1970-1999) y la actualidad del siglo XXI (2000-2020), periodo que coincide con el reinado de Mohamed VI.
“Son tres etapas muy bien definidas”, afirma Driss Ksikes, investigador, escritor, crítico literario y sin duda uno de los grandes intelectuales marroquíes contemporáneos. Explica la tensión del poscolonialismo, marcado también en el arte por un intento de repliegue, casi de abominación de las manifestaciones culturales tendentes al eurocentrismo, con el consiguiente menosprecio de lo local. Un período de reafirmación nacional, en el que algunas voces reivindican la asunción del pasado –también en lo artístico- como parte asimilada de la propia historia. Y, en fin, el nuevo y tercer período de esta trilogía, en el que los creadores marroquíes, liberados de las ataduras del pasado, irrumpen con su propia idiosincrasia en el panorama cultural universal.
El debate entre ambos intelectuales, Ksikes y Karroum, en la Casa Árabe fue una auténtica lección de filosofía del arte, un balance sobre la capacidad de cómo la creación artística afecta y posibilita nuevos sentidos de lo colectivo y, en concreto, sobre cómo esto ha tenido lugar en el contexto de la sociedad contemporánea marroquí. El debate fue moderado por Susana Moliner, comisaria del programa de eventos Entretanto en el que se enmarca la exposición de la Trilogía Marroquí.
Merecerá la pena que cuando se descuelgue la exposición y se repasen los eventos quede algún documental y antología recopilatoria de un acontecimiento tan importante como insólito en las relaciones artísticas hispano-marroquíes. En un contexto de fragilidad e incertidumbre global, en ellos deberían plasmarse los muchos aspectos emancipadores y de carácter transformador que han sido desencadenados por la práctica artística realizada desde Marruecos.
Sería asimismo deseable que, en esta aproximación artística e intelectual hispano-marroquí, los creadores presentes en el Reina Sofía y los pensadores como Ksikes y Karroum empiecen a ser asiduos visitantes de las universidades y espacios culturales españoles. Daremos un paso de gigante en la mutua comprensión a ambas orillas de nuestro Mediterráneo.