No es difícil imaginar la conmoción que sacude tanto al mundo judío como a todos los que simpatizan con su causa, muchos sin duda movidos por la tragedia del Holocausto, la eliminación de seis millones de personas judías por el régimen nazi, terrorífico suceso que se resumió a partir de entonces en el vocablo “genocidio”: la aniquilación o exterminio sistemático y deliberado de un grupo social por motivos raciales, políticos o religiosos.
Uno de los mayores iconos, si no el que más, de aquel vergonzoso y trágico episodio de la historia de la humanidad es la niña judía Ana Frank. Escondida en una buhardilla de Ámsterdam junto a su familia, los nazis la descubrieron en agosto de 1944 y la deportaron al campo de concentración de Bergen-Belsen, en donde fue sometida al maltrato, la subalimentación y las sevicias habituales hasta morir de tifus en la primavera de 1945.
Lo que la convirtió en un personaje especial es el hallazgo de su diario, en el que describe con los ojos atentos y asustados de una niña el horror y la injusticia de aquella persecución infame, la eliminación completa del pueblo judío a partir de la decisión acordada en la Conferencia de Wannsee, la que acordó la denominada “Solución Final”, de la que por cierto este 20 de enero se cumple su 80º aniversario.
Siempre se albergaron muchas dudas acerca de quién o quiénes fueron los delatores. Y, aunque había sospechas de que pudieron ser otros judíos, nunca se llegaron a confirmar. Hasta ahora, en que un concienzudo y concluyente estudio ha determinado que quién entregó a los nazis a Ana Frank y a otros siete miembros de su familia fue un notario judío, Arnold van den Bergh.
Con las más modernas técnicas de la policía científica, un equipo compuesto por una veintena de historiadores, criminólogos y agentes del FBI han llegado a convertir en certeza lo que hasta ahora era solamente fundada sospecha. Esta se basaba en una nota que Otto Frank, padre de Anna y superviviente, había recibido en 1946. Nunca se halló el original, que Otto no divulgó, al parecer por el antisemitismo persistente después de la guerra, pero del que los investigadores han hallado una copia genuina, cuyo hallazgo la convierte en la prueba definitiva. La delgada línea que separa al héroe del villano
La emoción y conmoción suscitada por despejar las dudas e incógnitas que suscitaba la peripecia de Ana Frank viene de comprobar que a los judíos, personas como las demás, también les afecta esa verdad filosófica de que el hombre es capaz de lo peor y de lo mejor, características que se manifiestan en toda su crudeza únicamente cuando se le somete a circunstancias y presiones que nunca hubiera podido imaginar en la rutina de su vida diaria. Solo en tales momentos es cuando el comportamiento diferencia para siempre en la historia a un héroe de un villano.
Tal es lo que parece que sucedió con Arnold van den Bergh, notario y miembro fundador del “Consejo Judío”, la institución más o menos reconocida por los nazis alemanes y los funcionarios holandeses a su servicio. Tal Consejo fue el que negoció con ellos tanto sus condiciones de supervivencia como las deportaciones hacia los campos de concentración, e incluso designó a los miembros de la comunidad encargados de ejercer en ellos las humillantes tareas de reprimir y apalizar a los más díscolos y facilitar el buen orden nazi hacia la ejecución de sus propios compañeros de comunidad.
Van den Bergh, movido por la desesperación de haberse visto despojado de la protección de los ocupantes alemanes, y temiendo por la vida de su mujer y tres hijas, además claro está de la suya propia, habría terminado por entregar a la familia Frank a los nazis. Es la conclusión del agente del FBI Vince Pankoke, el investigador clave en el hallazgo de la copia de la citada nota en los Archivos de la Ciudad de Ámsterdam. Con la veteranía que le confiere su prestigio por los muchos años de investigaciones con resultados exitosos, Pankoke deja no obstante un mínimo resquicio aún para la duda: “No podemos tener la certeza absoluta, pero creo que nuestra teoría [que culpabiliza a Van den Bergh] tiene más de un 85% de posibilidades de acertar, y yo personalmente la doy por buena”.
‘Caso abierto’, el libro que narra toda esta peripecia, y que conduce a convertir el caso de Ana Frank en un caso definitivamente resuelto y cerrado, ha sido alabado por la Casa de Ana Frank, la institución que custodia la casa-museo de la heroína en Ámsterdam y su correspondiente legado. Así lo reconoce su comunicado oficial, que no obstante mantiene la puerta entornada a que puedan aparecer nuevas evidencias que complementen la historia de una traición.