Bulos, desinformación y odio

“El ministro de Propaganda”, mucho más que un biopic de Joseph Goebbels, enseña las eficaces técnicas que permitieron el espectacular auge del nazismo y los mayores crímenes contra la humanidad

Bulos, desinformación y odio
Pedro González
Por
— P U B L I C I D A D —

Entre 1933 y 1945, Alemania, Europa y la práctica totalidad del mundo fueron arrastrados a la inmensa tragedia de un Holocausto y de una guerra planetaria.

Y, aunque se han escrito muchos libros y el cine no ha dejado de mostrarnos en los últimos ochenta años la práctica totalidad de los ángulos de aquellos sucesos, sigue habiendo lugar para otra visión.  

Se estrena ahora en España “El ministro de Propaganda”, título más escueto que el original, “Führer und Verführer” (Caudillo y Engañador) o el de la versión inglesa, “Führer and Seducer”, (Caudillo y Seductor), menos rotundo y suave.

En todo caso, el director y autor del guion, Joachim A. Lang, compone una película aterradora pero fascinante, poderosa, brutalmente efectiva y controvertida, en la que intenta buscar las respuestas a la gran pregunta que las víctimas de aquel horror y los historiadores siempre se plantearon: ¿cómo pudieron los perpetradores llevar a cabo sus crímenes y por qué la mayoría de los alemanes siguieron a Adolf Hitler en aquella catástrofe?    

No por presentida es menos obvia, la respuesta que se explica y desarrolla en la película es que aquello no habría sido posible sin la poderosa y arrolladora máquina propagandística encabezada por Joseph Goebbels. El ministro dio forma a la imagen pública del nazismo, una imagen que sigue ejerciendo una influencia destructiva hasta el día de hoy. Goebbels transformó insidiosa y eficazmente las noticias en mentiras, los guiones cinematográficos en películas de odio antisemitas, los documentos en falsificaciones y los discursos en diatribas contra el enemigo designado por el deificado líder nazi.  

Imposible contemplar la cinta sin ceder a la tentación de comparar aquel tiempo con el actual, sin advertir las muchas semejanzas, sin situar ambas épocas como períodos en los que las noticias falsas y la desinformación utilizan los mismos mecanismos de propaganda para ganar poder.  

Es evidente que la grosera brutalidad de aquel tiempo, bien reflejada en la cinta, ha cedido el paso a desarrollos más sofisticados y aparentemente menos violentos, aunque el centro neurálgico de aquellas técnicas y las actuales tienen el mismo objetivo: la destrucción del adversario convertido en enemigo.  

El film desliza descarnadamente la capacidad del ser humano para transformarse en implacable depredador de sus semejantes, aunque lave su propia conciencia despojando previamente al objetivo a abatir de su condición humana.  

Destaca también en el guión la evolución del mensaje nazi, que pasa de preconizar sus ansias de paz en el primer lustro en el poder del régimen, a manipular al pueblo alemán con un gran poder de seducción, hasta convencerle firmemente tanto de “la imperiosa necesidad de erradicar a los judíos de la faz de la Tierra” como de “la guerra total”.

La maestría del ministro de Propaganda se plasma especialmente en el discurso histórico en el que enardece a un pueblo cuya moral había sufrido la enorme sacudida que supuso la gran derrota en Stalingrado.    

Robert Stadlober, que encarna a Goebbels, conforma una actuación soberbia, bien secundado por Franziska Weisz en el papel de Magda, su mujer, a la que Adolf Hitler, en la piel del actor Fritz Karl, designó oficiosamente como primera dama del régimen.   

A todos ellos los intercala Joachim A. Lang con habilidad y precisión con fragmentos de los documentales originales, lo que contribuye a mantener la tensión en las dos horas largas que dura este logrado drama histórico. 

1 Comentario

  1. Muchas gracias por el comentario de la película.
    Hay un extraordinario librito escrito por el publicista Edward Bernays a pps. del siglo pasado que es el manual del «totalitario». Su nombre es sencillo: «Propaganda».
    También Huxley se refería a la dominación no coactiva de las gentes que obedeciendo «serían más felices».
    En el mundo actual hay mucho de nazismo encubierto en democracias liberales. Un nazismo orwelliano y fanático de sometimiento a reglas y teorías impuestas por oligarquías poderosas, dispuestas a hacer valer sus arbitrariedades por cualquier medio.
    Enhorabuena por abrir este importante debate.
    Un saludo.

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