Adolfo Álvarez Barthe (León, 1964) es un pintor conceptual. ¿Y qué significa esto de conceptual? Ha sido —y es— un movimiento artístico en que la conceptualización de la obra cobra tanta —o más, inclusive— importancia que su objeto o representación. Es también un lenguaje en el que lo pictórico o escultórico puede venir acompañado de otros elementos como un texto, una fotografía, una filmación, etc. Surge a mediados de los años 60 del pasado siglo, de la mano de una serie de artistas británicos y estadounidenses.
Álvarez Barthe tiene su propio concepto del arte conceptual, dadas las temáticas que trata y la técnica empleada: el temple, predominantemente sobre tabla.
El pasado 4 de abril, este artista leonés inauguró en el Centro Cultural Buena Vista, de Madrid, una exposición titulada Simurg. Nuevamente, otra pregunta: ¿qué es Simurg? Es el rey de los pájaros a quien las demás aves buscan para encontrar una redención.
Este argumento mitológico se encuentra en la obra del poeta persa Farid ud-Din Attar (siglo XII) El coloquio de los pájaros. Y es que en todos los pueblos y territorios cobijados por el Islam, los pájaros han sido símbolos espirituales. Según El Corán, su lenguaje fue revelado nada menos que al sapientísimo Rey Salomón; lo que el autor de El Cantar de los Cantares aprovechó de esta revelación no ha trascendido, que se sepa.
En todo caso, el Sufismo hizo buen uso de toda esta mitología para configurar un mapa del universo donde lo visible y lo invisible podrían encontrarse.
Álvarez Barthe se ha servido de todo este material para ilustrar el bellísimo relato de Din Attar. Afirma que los cuellos, los picos y los gestos de las inquietantes cabezas de las aves, casi se convierten en letras que construyen un gesto pictórico. Los atrevidos formatos de algunas de sus obras indican los episodios espirituales del camino emprendido por los pájaros para encontrar a Simurg, su rey y señor.
La riqueza plástica de Álvarez Barthe le lleva no sólo a este misticismo oriental, sino a plasmar en pintura grandes entidades de lo occidental, como corresponde a un español. Su sensibilidad y destreza técnica le permiten magníficas combinaciones de los órdenes jónico, corintio y dórico con evocaciones estoicas, marianas y hasta de su propia imagen: un Adolfo Álvarez Barthe, de traje y corbata, en plena conversación con lo más excelso de la antigüedad greco-latina.
Y a tenor de su ultimísima producción, su exquisita occidentalidad no está en absoluta reñida con su fascinación por lo oriental.