«Los pronósticos de más de una semana, tendrán que ser objeto de revisión en las fechas inmediatas»
Esta es la “coletilla” que los diferentes foros dedicados a la predicción del clima vienen incluyendo en sus “webs”, lo que demuestra una honestidad profesional que, por desgracia, se pervierte cuando se le trata de dar un matiz político. Y es que la llamada “política” parece corromper todo lo que toca cuando se buscan intereses particulares en lugar de intereses generales.
“El apocalipsis climático es un relato político, no científico” afirma el físico nuclear Manuel Fernández Ordóñez en su libro “En busca de la libertad. El planeta en peligro” (Ediciones Gaveta). Y añade: “El hecho de que nos queden tres años para salvar el mundo (siempre son tres años) es un relato político, no científico”. Eso demuestra las diversas reuniones del COP “a las que nuestros líderes han ido de paseo” a cargo siempre de los sufridos contribuyentes que, en base a estas políticas aberrantes, cada vez son menos ya que “el progreso es muy difícil sin libertad…”. ¿Dónde están entonces las políticas progresistas?
No obstante, como el mismo autor expone: “la visión de un futuro apocalíptico inunda los medios de comunicación” creando una corriente de pensamiento extendida desde la política al mundo de la Ciencia y la comunicación (“buscadores de renta que se lucran mientras tratan de resolver el conflicto”, según el autor, achacando (¡cómo no!) al virus de la especie humana y su expansión en el planeta la destrucción del mismo. A estos efectos el resto de las especies actuales (han existido miles de millones de especies a lo largo de la evolución) son como ángeles seráficos sin ninguno de los instintos básicos de reproducción y supervivencia propios de todos los seres vivos.
Y, es que cuando ignorantes (de buena fe) o malvados (con intenciones perversas) se convierten en simples esclavos de los intereses de unos cuantos, los despropósitos se acumulan, las gentes sufren (ellos no son gente) y hay que eliminarlas por cualquier medio y los aprendices de brujo se crecen en sus variadas tropelías a través de su tropa de cipayos.
Recogemos del libro citado algunas de las alarmas extendidas por la propaganda alarmista: “Hoy el mundo está al borde de hambrunas sin precedentes” de OXFAM Int.
En el mismo sentido se manifestaba el Club de Roma allá hacia la década de los 60 del pasado siglo, afirmando que en veinte años la población mundial no tendría alimentos. Parece que, mejor o peor, hemos ido saliendo adelante y que lo que sí es evidente es que el hambre se debe a otras circunstancias, muchas de ellas provocadas como las guerras o la codicia.
“La crisis climática nos acerca a la hora cero de la humanidad —cuentan los creadores del Reloj del Apocalipsis— son afirmaciones que no corresponden a “frikis” con cierta dosis de opiáceos, sino a líderes mundiales a los que al menos se presupone un cierto grado de inteligencia. Pues no: una coalición mundial de 11.000 científicos afirma que un sufrimiento humano no revelado, será inevitable si no se producen cambios profundos en la sociedad”. Aquí el arcano misterioso de la “no revelación” se mantiene oculto, así como los trabajos rigurosos (no engrasados) que han dado lugar a tales conclusiones.
En esta carrera surrealista algunos países —como España— (siempre más papista que el Papa), han decretado la llamada “Emergencia climática” que se traslada una serie de medidas legislativas y “planificación social” que recuerdan los siempre incumplidos “planes quinquenales” de la antigua URSS. Los llaman “agendas”. Una mezcla de catecismo dogmático, intenciones angélicas, ignorancia científica, irresponsabilidad política e infantilismo de “cómic”. Pero no es que sean tontos. Saben quiénes serán los beneficiarios para los que se trabaja a costa de un sufrimiento real y diario para sobrevivir de los humanos (salvo quienes no se consideran tales).
¿Dónde han calado más esos mensajes? Indudablemente, en sectores sociales donde el adoctrinamiento de 24 horas al día desde los medios de comunicación hace estragos (o pretende hacerlo). A pesar de ello, una buena parte de esa sociedad supuestamente ignorante se pronuncia como lo hizo uno de ellos desde su olfato analfabeto: “Yo soy analfabeto, pero nos están contando unas trolas… Antes se suponía que en las capitales vivían los listos y en los pueblos los tontos… Ahora es al revés”. Se caló la gorra y siguió su camino. Un ejemplo para ese mundillo diletante siempre a la sombra del poder…
“Nos corresponde a nosotros, es nuestra responsabilidad como ciudadanos libres y críticos, impedir que se construya un relato virtual en torno a datos irreales para avanzar en el desarrollo de políticas, cuyo único objetivo es el cumplimiento de una determinada agenda ideológica”, dice el autor a que nos hemos referido a lo largo de este artículo, por mucho que los falsos profetas no sólo proliferen a base de subvenciones, sino que sean enaltecidos con cargos y puestos a base del “cepillado” correspondiente y que, incluso, no se escondan tras el fracaso de sus predicciones. Si debemos asegurarnos de las de más de siete días en las condiciones climáticas… ¿cómo vamos a creer las que nos llevan a un futuro incierto y totalitario?
Los neomalthusianos que, a pesar de los errores reconocidos por el propio Malthus siguen en sus trece y vuelven a fallar en sus “Límites al crecimiento de la población” (Club de Roma), forman parte de una relación amplia de errores de pronóstico que el autor de libro recoge, documenta e identifica, tanto de forma personal como Paul Ehrlich, Denis Hayes, Peter Gunter… como medios (Life) que en 1970 decía: “En una década, los urbanitas tendrán que llevar máscaras de gas para sobrevivir a la polución…” o, en otros casos, las inundaciones inexistentes de las costas terrestres (que, en forma de mareas se producen diariamente) o el senador estadounidense Gaylord Nelson, recogiendo por entonces unas palabras del secretario del acreditado Smithsonian Institut: “dentro de 25 años el 75/80% de las especies animales, se habrán extinguido”. Ninguna se ha cumplido a pesar de los esfuerzos políticos para ello, como fueron y siguen siendo la esterilización forzosa de las mujeres en amplios lugares del mundo o los abortos selectivos o las leyes coactivas de la libertad de las personas.
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