Las danas son naturales

Juan Laguna
Por
— P U B L I C I D A D —

«Una tormenta puede determinar el tiempo atmosférico de un día, pero no el clima de una región»

F.E. Zeuner

«Estamos aprendiendo que no se puede dominar la Naturaleza»

Emiliano García Page

Por fin el mundo de la “política” empieza a aprender que la especie humana es una simple y pequeñísima parte de la evolución natural del planeta Tierra y de sus cambios a lo largo de miles de millones de años en los que, nuestros pocos siglos de existencia no significan demasiado en el contexto universal. Unas cuantas dosis de humildad a nuestra forma de valorarnos, no vendría mal antes de desayunar cada día.

Desde hace años los sistemas mediáticos del mundo, correa de transmisión de los sistemas políticos y éstos, a su vez, del poder económico, vienen pregonando profecías apocalípticas sobre el futuro de nuestro planeta, con total ignorancia sobre lo que es y representa en la orbital alrededor del Sol, donde se ha producido el fenómeno de la Biosfera (el fenómeno de la vida que va desde los primitivos protozoos, hasta la especie humana, gracias a la existencia de CO2 que cambió una atmósfera invivible -anaerobia- por otra en que se producía oxígeno -aerobia- que permite nuestro funcionamiento fisiológico y nuestra respiración: “Finalmente apareció la vida y la fotosíntesis que es el mecanismo básico por el cual las plantas convierten el CO2 y el agua en materias primas para su nutrición y en oxígeno” (Harold C. Urey). Como vemos andamos un tanto perdidos con la exigencia de “descarbonizar” el planeta.

En ese contexto de miles de millones de años, la Tierra y la vida que fue creándose en ella, ha estado sometida a cambios y “catástrofes” de todo tipo: desde la formación de la corteza terrestre y sus sucesivos bloques (Pangea, Gondwana y Laurasia) hasta la fractura, deriva y movimientos de las masas continentales flotando y chocando entre sí en el magma terráqueo, con la consiguiente repercusión en los mares y en la atmósfera.

Esta repercusión produce fenómenos meteorológicos como el denominado “DANA”, un acrónimo que significa “depresión aislada en niveles altos de la atmósfera” (conocido como “gota fría”), que puede alcanzar cientos de kilómetros, que azota con fuertes tormentas determinadas zonas de la Tierra en épocas climáticas similares y que -como en el caso de ésta última- no sólo provocan desastres económicos, sino también muerte y destrucción de todo lo que se llevan por delante (aparte de las personas, hay que contar con el resto de seres vivos, formaciones naturales o artificiales, bienes de todo tipo, etc.), tal como ocurre en épocas de “monzones”, “huracanes”, “ciclones”, “volcanes”, etc. en otros lugares de un planeta en perpetua transformación natural. Como ejemplo, basta saber que “cada año, diez o más terremotos importantes sacuden al planeta. El más pequeño de ellos libera una energía casi mil veces superior a una bomba atómica” (K.E. Bullen).

Pero no hace falta remontarse en el tiempo a las eras geológicas, para comprobar que la naturaleza siempre ha impuesto sus normas y que los humanos -al igual que el resto de los seres vivos- no podemos sino adaptarnos a ellas. Nunca doblegaremos dos cuestiones básicas: nuestros sentimientos (eso que llamamos “alma”) y la Naturaleza, salvo destrucción intencionada, momentánea y puntual de ambos. En muy poco tiempo se impone la Naturaleza a cualquier veleidad o intento de dominación por el hombre y sus pretenciosas tecnologías como ha reconocido el Sr. García Page.

Limitándonos al período geológico último del planeta, nos encontramos con un fenómeno de glaciaciones recurrentes cuya motivación desconocemos todavía, a las que hemos denominado “Günz, Mindel, Riss y Würm” con sus correspondientes períodos interglaciares templados, transgresiones y regresiones marinas y períodos pluviales en diferentes latitudes, junto con movimientos tectónicos que afectaban a la orografía y a la oceanografía terrestre. Cada uno de esos períodos glaciares mostraban más o menos intensidad con épocas más frías como las de “Mindel” y “Riss”, seguidas de períodos templados de transición como el que parece que tenemos actualmente y que no corresponde a las predicciones interesadas de la política “calentológica”.

Es más, la gente ha ido comprobando que aquéllas que hablaban de un “calentamiento global” ya no cuelan; que los “mantras” de “lucha contra el cambio climático” por muchos “paneles internacionales” que se exhiban, nadie se lo cree basándose en el puro sentido común y que, todo ello, esconde negocios e intereses bastardos. Que la citada “descarbonización” o eliminación del CO2 es un atentado contra la vida vegetal (y en consecuencia contra toda la vida) y que se están utilizando términos banales como “sostenibilidad” o “resiliencia” como cebo para una sociedad adoctrinada para servir a sus amos.

Por ello hay que insistir en la nimiedad de las llamadas “agendas” llenas de pronósticos equivocados y de buenos propósitos (dejemos ese margen de confianza a la ineptitud y a la ignorancia) que resultan imposibles predecir (y menos aún cumplir) como cualquier sentido racionalista nos dice. Somos “nada” en medio de un “todo”.

Nos toca convivir con la naturaleza y con las transformaciones orgánicas, físicas y materiales de cada momento que, afortunadamente y salvo episodios puntuales, no representan una alteración sustantiva y profunda del conjunto de seres vivos, pueblos y sociedades que, en su evolución han sabido adaptarse a muy distintas situaciones en su entorno y no tratemos de cambiarlas por medio de artificios de “aprendices de brujo” (tal como está ocurriendo) con acciones para “controlar el clima”, para manipular y potenciar bacterias y virus, para crear nuevas y más potentes armas de destrucción de seres humanos o para el tráfico inducido de los mismos.

El mundo de la tecnología se limita a un mayor rendimiento de procesos rutinarios. Es una herramienta útil en sus planteamientos más básicos, pero no va a producir más talento del natural ya existente, ni va a proporcionar felicidad impostada a gente que no es capaz de lograrla por sí misma, ni va a impedir los fenómenos naturales en el planeta, ni nos va a volver más inteligentes o sabios de lo que cada uno es.

La prueba es que los fenómenos climatológicos, meteorológicos, geológicos y naturales (como son las “DANA,s”) volverán una y otra vez a adueñarse por momentos más o menos largos de la situación. Históricamente podemos recordar la “riada de Santa Teresa” en octubre de 1879 que dejó más de mil muertos o los récords de pluviosidad en Oliva (Valencia) en noviembre de 1987 que llegó a 817 litros/m2 o las muertes y destrucciones de los “monzones”, “huracanes” o “tsunamis”. A todo ello podemos adaptarnos desde la razón y la inteligencia natural. Nunca desde la artificial.

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