No regatearé elogios al esfuerzo con que, desde el primer momento de la pandemia, los laboratorios farmacéuticos de todo el mundo mundial dedicaron sesudas y apresuradas investigaciones para encontrar una vacuna contra el maldito bicho. Así ha sido, en un carajal luego de noticias positivas y negativas que devorábamos en los mismos medios que las rebotaban sin mayor profundización.
Cuando la de este laboratorio avanzaba como un tiro y ya se estaba probando en voluntarios humanos, la de aquel otro, en la misma tesitura, se paraba en seco porque uno de los generosos cobayas había palmado en el intento.
Y el Gobierno, el nuestro, mal que nos pese, tan pronto situaba la Arcadia feliz de un pueblo español vacunado para otoño, que lo retrasaba luego a noviembre, luego diciembre y ahora mismo hasta principios de 2021, quizás en la primavera, si acaso. Todo, claro, apoyado en el inexistente comité de expertos que ha estado equivocándolos con esto y con aquello. Pa echarse a temblar.
En esto, una de las más potentes farmacéuticas (tan potente que se inventó la Viagra) anuncia que la suya ya está casi/casi, y que además tiene un 90% de efectividad que, por si no lo saben, es aún mayor que la de la vacuna contra la gripe.
A mí que sea la propia empresa la que tire los cohetes y bandee las campanas ya me suena chusco. Porque, por encima de encontrar un fármaco que libre al mundo entero del animalico, aquí hay una carrera para ver quién es el primero que saca el pollo del horno para que se lo compren con generosidad instituciones supranacionales como la Unión Europea, países como los Estados Unidos, Comunidades Autónomas o Estados Federales según cada caso, y hasta Asociaciones de Vecinos comprometidas con la salud de sus socios, que de todo habrá.
Cómo será la cosa que, tras el anuncio, las Bolsas de Occidente pegaron un subidón que aún no se lo creen. Solo el IBEX, hasta un 12%. Vale, sí, bajaron las acciones de Netflix, Amazon y otras plataformas porque, oye, si vamos a estar todos vacunados e inmunes, a qué vamos a quedarnos en casa tirando de películas y series, ¿no?
Por lo pronto, la Unión Europea, sin ir más lejos, formalizaba hoy la compra, a la primera que ha dicho que lo suyo funciona, de hasta 300 millones de dosis, que como hay que tomarse dos, darán para que se protejan 150 millones de europeos.
¿Y en España? Si tuviéramos que creer a Fernando Simón e Illa, nos tocarían en suerte veinte millones de frasquitos, que permitirán cuando sea —digamos como ellos que para primavera— inmunizar a 10 millones de españoles; si es que encontramos dónde guardamos los otros diez de la segunda dosis a 85 grados bajo cero, que mi frigorífico no da. Ya sabemos que se vacunaría primero a grupos de riesgo, fundamentalmente sanitarios y ancianos. Pero ¿qué se juegan a que por delante de estos y aquellos pasan futbolistas y políticos, como ocurrió con los primeros test? Reina la calma en Galapagar. Irene Montero ya estaría buscando hoy un congelador industrial para las dosis correspondientes al matrimonio y los niños… Dicho sea con permiso de Iván Redondo, claro.